XXVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Mt 21, 28-32
Autor: Padre Antonio Díaz Tortajada
Ez 18,
25-28
Salmo 24
Flp 2, 1-11
Mt 21, 28-32
1.-
El tema dominante de las lecturas bíblicas de este domingo es el de la
obediencia como donación total de sí mismo a Dios, cuyo modelo más perfecto es
Cristo crucificado “obediente hasta la muerte”.
La parábola de los dos hijos ilustra bien la verdadera obediencia: la del hombre
frágil y pecador que arrepentido vuelve a Dios, y la falsa obediencia: hecha de
formalismos y apariencia externas, pero que esconde una sutil rebelión interior.
El creyente auténtico está llamado a vivir responsablemente su vida,
convirtiéndose dócilmente día a día a la Palabra de Dios.
2.-
El profeta Ezequiel se dirige a los israelitas exiliados en Babilonia
que pensaban, de acuerdo a la teología tradicional, que su desastrosa suerte era
la consecuencia fatal de muchos siglos de pecado de los antepasados. La
generación presente estaría experimentando el castigo del mal cometido por las
generaciones precedentes. Ezequiel proclama el principio de la responsabilidad
personal de cada uno delante de Dios: “Si el honrado se aparta de su honradez,
comete la maldad y muere, muere por la maldad que ha cometido. Y si el malvado
se aparta de la maldad cometida, y se comporta recta y honradamente, vivirá”. El
profeta no niega el principio de la solidaridad que recordaba que cada uno era
responsable de la vida de los demás, sino que lo complementa invitando a sus
contemporáneos a vivir responsablemente de forma personal. Cada uno "morirá por
la maldad que ha cometido". Ciertamente que el pasado siempre condiciona de
alguna forma. Pero no es una herencia fatídica de la que uno no pueda liberarse,
sobre todo cuando se cuenta con la acción de Dios que, según el profeta, no
desea la muerte del malvado, sino "que se convierta de su conducta y viva". No
es decisivo ni el pasado que el hombre ha dejado detrás de sí ni el mal que ha
cometido en su vida, ni tampoco la “herencia” de mal que la sociedad le ha
impuesto: es fundamental la respuesta de conversión que la Palabra de Dios exige
a cada uno. Nadie está irremediablemente perdido, ni nadie acumula méritos ante
Dios. El “sí” de cada uno a Dios puede cambiar toda una vida, mientras que el
“no” a la Palabra de Dios puede llevar irremediablemente a la muerte y destruir
todo un pasado de fidelidad.
3.-
Pablo invita a la unidad en la humildad. La humildad evita las
divisiones sectarias en la comunidad y crea la “unidad del Espíritu”. Pablo la
describe primero en forma negativa: “no obréis por envidia ni por ostentación”,
y después la presenta en forma positiva: “considerad siempre superiores a los
demás”. El gran ejemplo y el modelo por excelencia es Cristo, “siervo”
obediente, tal como lo presenta el himno que sigue a continuación. Se trata de
un himno poético probablemente de origen litúrgico. Aunque son posibles otros
análisis, parece preferible dividirlo básicamente en dos estrofas: humillación
de Cristo y exaltación de Cristo. La pascua de Cristo es presentada de forma
nueva y original, a través de un movimiento ascensional que va desde la
humillación hasta la exaltación. El himno nos permite contemplar el doble rostro
de la pascua, hecho de dolor y de gloria, de humillación y de salvación.
El misterio de la pasión–muerte de Jesús es aniquilamiento, "condición de
esclavo", ocultamiento de Dios: Cristo, siendo de "condición divina", "tomó la
condición de esclavo, pasando por uno de tantos". Su humillación llega hasta el
extremo cuando "se hace obediente hasta la muerte y una muerte de cruz". La
muerte en la cruz, en efecto, es la expresión suprema de la humillación en el
mundo romano: es muerte propia de esclavos y de extranjeros. Contemporáneamente
la pasión–muerte de Jesús es riesgo positivo, triunfo,resurrección y
glorificación, salvación plena y "nombre divino": la segunda estrofa del himno
pone de manifiesto que la exaltación es la respuesta de Dios a la humillación
libremente aceptada por Cristo obediente hasta el final.
Dios exalta a su Cristo, a través de la acción simbólica de la concesión de un
nombre, no de un nombre personal (Jesús) que ya tenía en su humillación, sino de
un "título" que expresa la nueva condición de Cristo glorificado por encima de
todos los seres. La concesión de ese título no se realiza en la intimidad de
Dios sino en público y tiene como objetivo que Jesús sea reconocido como el
Señor, que expresa su gloria y su soberanía divina. La obediencia del Mesías
Jesús, vivida con absoluta libertad, es el modelo de la obediencia del creyente.
4.-
El evangelio de los dos hijos, invitados por el padre a trabajar en su
viña, presenta en forma paradójica y sorprendente, tanto la obediencia como la
desobediencia.
Al terminar la parábola Jesús preguntó a su auditorio: “¿Quién de los dos hizo
lo que quería el padre?, todos respondieron: “El primero”. Efectivamente, el
primer hijo, exteriormente indisciplinado y rebelde, se arrepiente y se decide a
ir a trabajar a la viña; en cambio, el segundo, aparentemente dócil y
disciplinado, asegura que irá a la viña pero al final no va. Detrás de la
máscara de bondad y de sumisión del segundo se esconde en realidad una sutil
rebelión interior; mientras que la aparente actitud de obstinación y de rebeldía
del primero se transforma en obediencia vital y ejemplar. El hijo que no va a la
viña, a pesar de haber afirmado que iría, representa a los fariseos de todos los
tiempos, a los hipócritas que tienen la ley de Dios en la boca pero que son
rebeldes en el corazón y en la vida, son los “sepulcros blanqueados” satisfechos
de sí mismos pero llenos interiormente de maldad y orgullo. El hijo que va la
viña, a pesar de haber dicho que no iría, representa a los que no han caminado
según la ley de Dios y han vivido lejos del Señor, simboliza a “los publicanos y
las prostitutas” y a los pecadores y alejados de todos los tiempos. Para ambos
hijos resuena la voz de Dios a través de Cristo, llamándolos a la conversión ,
al compromiso radical y nuevo para trabajar en la viña. Sin embargo,
paradójicamente los “buenos”, los que tienen siempre la religión y la ley en la
boca se vuelven rebeldes, mientras que “los rebeldes”, reniegan de su pasado, se
arrepienten y se encaminan para trabajar en la viña que hasta ahora habían
descuidado.
5.-
La obediencia de Cristo se contrapone la falsa e hipócrita obediencia
del hijo aparentemente dócil pero en realidad rebelde; por otra parte, la
obediencia del Señor supera la obediencia costosa pero real del hijo
aparentemente rebelde pero al final generoso. Cristo obediente, por tanto, es el
modelo del discípulo llamado a “trabajar en la viña”. La obediencia auténtica es
sólo la de Jesús, expresión suprema de toda obediencia. El evangelio de hoy nos
invita además a evitar los juicios superficiales que a veces hacemos de los
otros. La medida del valor auténtico y escondido de cada persona está sólo en
las manos de Dios que ve el corazón. ¡Cuántos sepulcros blanqueados de aparente
obediencia esconden la muerte y el vacío! Las hermosas palabras revestidas de
bondad y de religiosidad no obtienen la salvación. Por eso es importante
recordar hoy la invitación de Jesús a no juzgar para no ser juzgado. El creyente
está llamado a esperar y confiar en la bondad de cada persona, a imagen de Dios
mismo que se fía de cada uno, ofreciendo a todos la posibilidad devolver a él.