XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mt 25, 14-30

Autor: Padre Antonio Díaz Tortajada

 

Pr 31, 10-13, 19-20,30-31
Salmo 127
1Ts 5, 1-6
Mt 25, 14-30


1.- “Tan importante es el hombre de su desarrollo como de su salvación”. Esta frase, tomada literalmente de la encíclica “Populorum progressio” y marca un criterio de radical alcurnia evangélica. La salvación que el hombre espera y hacia la que se siente llamado a pesar de todos sus desvíos y superficialidades está condicionada a su realización como hombre. Sólo aquel que, durante el paso por la tierra, haya agotado todas sus gotas de sudor y quemado sus manos con el esfuerzo del trabajo para levantar sobre las ruinas de los egoísmos y de los odios un mundo de justicia y fraternidad, sólo aquél podrá en la plenitud de los tiempos asumir la salvación que Dios dispensa a los hombres.

2.- En el Evangelio se habla de las cuentas que el hombre ha de rendir a Dios. La página del evangelio de san Mateo es muy más que elocuente a este respecto. “Parábola de los denarios”, decimos con esa fácil catalogación a que solemos someter los hombres los capítulos inspiradores de todo un modo de concebir la existencia. Llamamiento a la responsabilidad, urgente, apremiante, exigente, habría que decir con mayor precisión.
Para el Evangelio, la vida del hombre ha de ser entendida como una responsabilidad de fructificación, de operatividad, de eficacia, según la distinta medida de cada cual y de cada época histórica. La negligencia y la holgazanería no tienen cabida en la esfera cristiana. No la tiene el que se declara empleado inútil y el que por mediado a cometer torpezas y equivocaciones, opta por la pasividad y el total de las seguridades. El creyente en Jesús de Nazaret no tiene que escaparse de este mundo, sino comprometerse en su aventura. El Evangelio ha de ser para el creyente una inspiración de cómo realizarla, pero no un sedante o una invitación a menospreciar lo mundano por su esperanza en lo celestial.
3.- En esta misma línea discurre el texto de san Pablo a los cristianos de Tesalónica. Hay quienes patrocinan paz y seguridad a cualquier precio y a toda costa. Frente a ellos, el criterio cristiano de que Dios es sorprendente y la suya, una actuación que nos arrebata las seguridades carnales para lanzarnos hacia la construcción siempre renovada de la justicia y la solidaridad por los caminos de la libertad, de la igualdad de dignidad y derechos entre todos los hombres.
4.- Todo esto, con ser tan elemental, ha de ser recordado permanentemente. Está en juego toda una visión de lo que es creyente en Jesús de Nazaret. Por desgracia, la referencia del cristiano a los valores eternos ha llevado a no pocos a entender su vocación como alejada de la caducidad del tiempo. El juicio evangélico es, sin embargo, muy otro. “Comerás del fruto de tu trabajo” y la promesa de salvación de Dios sólo será operante en quienes “hayan seguido sus caminos”.