XIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Autor: Padre Antonio Izquierdo   

 

 

1Re 19, 16b.19-21; segunda: Gál 5,1.13-18 Evangelio: Lc 9, 51-

NEXO ENTRE LAS LECTURAS

"Llamada y respuesta": dos palabras que resumen el contenido sustancial de las lecturas del presente domingo. Jesús en su caminar hacia Jerusalén llama a algunos a seguirle y a darle una respuesta radical (evangelio). En esto Jesús supera las exigencias de la llamada y del seguimiento en el Antiguo Testamento, particularmente en la vocación de Eliseo (primera lectura). Los gálatas -y todos los cristianos en general- han sido llamados a la libertad del Espíritu, y por consiguiente tienen que responder con su comportamiento a su nueva condición de hombres libres, evitando caer otra vez en la esclavitud (segunda lectura).

MENSAJE DOCTRINAL

Los pasajes bíblicos de este domingo nos presentan algunas características fundamentales de la respuesta a la llamada que Cristo hace a los hombres. Características exigentes, nada convencionales.

Con Jesús hacia el Gólgota. Con el pasaje evangélico comienza Lucas la gran marcha de Jesús desde el lugar del triunfo y del éxito (Galilea) hacia el lugar de la muerte y de la derrota incomprensible (el Gólgota en Jerusalén). Jesús inicia esta marcha "con firme decisión". Él camina por delante, el primero, el abanderado de los designios del Padre, "para cumplir los días de su asunción", es decir, los días de su martirio fuera de los muros de Jerusalén y de su exaltación gloriosa mediante la resurrección. Los discípulos han dicho sí a la llamada y ahora siguen sus pasos, sin entender muy bien a dónde van. Jesús, en esta larga marcha hacia Jerusalén, les irá instruyendo y poco a poco captarán que el camino termina en una cruz. Jesús habla claro, pero la ceguera de los discípulos no es fácil de vencer. Necesitarán la luz de la Pascua.

Como Jesús, pasar haciendo el bien. Los hijos del trueno quieren arrojar fuego y centellas sobre el pueblo que rechaza darles hospedaje. Seguramente habían escuchado en la sinagoga que Elías había hecho caer fuego del cielo (1 Re 18, 38) y ellos no querían ser menos que aquel gran profeta. Pero Elías hizo bajar el fuego de Dios no sobre una ciudad y sus habitantes, sino sobre el sacrificio en el monte Carmelo. Santiago y Juan como buenos discípulos de Juan el Bautista van más allá, porque ellos han escuchado decir a su antiguo maestro que "el Mesías quemará la paja con fuego que no se apaga" (Lc 3,17). Lucas nos dice que Jesús "les reprendió con dureza". ¿Pero es que no se han enterado de que Jesús no ha venido para hacer el mal, sino sólo el bien? ¿No entienden que Jesús camina hacia Jerusalén para vencer el mal con el bien sobre el Calvario?

Tres actitudes para seguir a Jesús. Podemos formularlas así: Entrega total, decisión absoluta, desprendimiento pleno. Hay que estar dispuesto a dejar el pasado, a no mirar hacia atrás, sino a tender los ojos hacia adelante, hacia la tierra que hay que labrar y que un día dará su fruto. En el seguimiento de Jesucristo no se admiten condiciones, si éstas implican subordinar la llamada al propio querer. Se pide radicalidad, porque el reino de Dios apremia y no puede esperar: Eliseo pudo poner condiciones a Elías (ir a despedirse de sus padres), pero el cristiano, si así lo requiere el Reino, ha de librarse de esta preocupación por un bien urgente y superior. Finalmente, al discípulo Jesús pide el poner exclusivamente en él su seguridad, renunciando a todo tipo de seguridades materiales y humanas. Jesús no tiene nada, sólo a su Padre. El discípulo habrá de estar dispuesto a no tener nada, sólo un camino y un caminante que le va llevando hacia la cruz.

Seguir a Cristo con libertad. Antes del bautismo el cristiano era esclavo de sí mismo y del Maligno. Cristo lo ha liberado, pero no para arrojarle otra vez a una nueva esclavitud, sino para que viva siempre en clave de libertad, bajo la guía del Espíritu Santo. Para un cristiano incircunciso, nos enseña Pablo, la circuncisión significa es perder la libertad del Espíritu y caer en la esclavitud de la ley. Por otra parte, un cristiano, proveniente del paganismo, pierde la libertad si vuelve a vivir como antes, siguiendo las apetencias de la carne, como la idolatría, la fornicación, la discordia, las borracheras y, en general, cualquier forma de libertinaje. El cristiano, liberado por Cristo, ha de aceptar y vivir el riesgo y el reto de la libertad.

SUGERENCIAS PASTORALES

Un camino y muchos senderos. Cristo es el único camino, un camino sobre el que se extiende poderosamente la sombra de la cruz. Este es el único camino del seguimiento, de la misión, de la plenitud cristiana. Son, sin embargo, muchos los senderos que conducen a este camino. Son muchos los modos y tiempos con que Cristo llama a los hombres a caminar con él, junto a él. Está el sendero de la fidelidad conyugal y el de la consagración radical, está el sendero del sufrimiento y el de la entrega amorosa en el servicio a los necesitados, está el sendero de la vida pública y el de la vida oculta en el quehacer diario del hogar, está el sendero del espectáculo para descanso del hombre y el de la escuela para su instrucción. Está el sendero de... Todos los senderos pueden, deben encontrarse en el mismo y único camino: Jesucristo, maestro de los hombres, redentor del mundo. Al entroncar nuestro sendero con el camino de Cristo percibiremos que no llegamos desnudos al camino, sino que portamos con nosotros nuestra cruz y nuestro calvario. Y nos convenceremos quizá de que la cruz de Cristo está hecha de millones de cruces, y el Calvario que sostiene la cruz es un promontorio formado por muchos calvarios. Es el momento de preguntarnos si el sendero de nuestra vida está entroncado al camino de Cristo. Es el momento de suplicar al Señor que nuestros senderos confluyan siempre en el camino de Cristo maestro y redentor.

Caminar sin entender del todo. En las cosas del espíritu no todo es claro, ni todo evidente. Pero uno no puede quedarse paralizado, hay que caminar aunque no se entienda todo ni del todo. Caminar mirando una estrella que un día se vio, y que ahora quizá está cubierta por una densa nube. Caminar, como Jesús, con paso firme, sin miedo, aunque la inteligencia quiera que detenga el paso e incluso que retroceda ante la niebla del camino. Caminar en el claroscuro de la fe, mirando siempre hacia adelante, hacia Jerusalén, la meta de nuestra existencia. Caminar, caminar, caminar... ¿No nos sucede a veces que nuestra inteligencia nos frena en el camino de la vida espiritual, del trabajo apostólico? Camina iluminado por el corazón, porque el corazón tiene sus razones que la razón no comprende. Y el amor difícilmente se equivoca.