I Domingo de Adviento, Ciclo A

Autor: Padre Antonio Izquierdo   

 

 

Primera: Is 2,1-5; segunda: Rom 13,11-14; Evangelio: Mt 24, 37-44

NEXO entre las LECTURAS

Al iniciar el adviento, es justo que la palabra clave de este primer domingo sea venida. El texto evangélico forma parte del gran discurso sobre la segunda venida de Jesús (Mt 24-25). En el oráculo mesiánico de Isaías se proyecta la mirada profética hacia el futuro, cuyo cumplimiento histórico se verificó en Jesucristo, sobre todo en su pasión, muerte y resurrección en Jerusalén, y se vaticina que a ella afluirán todas las naciones, vendrán pueblos numerosos y dirán: venid, subamos al monte del Señor, al templo del Dios de Jacob. Finalmente, Pablo exhorta a los fieles de Roma a revestirse de Cristo porque la noche está muy avanzada y el día ya viene.  

MENSAJE DOCTRINAL

En el contexto del adviento la Iglesia, en la liturgia de hoy, pone ante nuestros ojos la gran realidad de la venida de Dios entre los hombres. Se trata de una venida prometida en el Antiguo Testamento, y que ha servido, al pueblo de Israel y a todos los pueblos, de preparación para la buena nueva del Enmanuel, de Dios con nosotros. Se trata principalmente de una presencia de Dios, una venida ya realizada en Jesús de Nazaret, que es a la vez juicio y salvación, condenación del pecado y donación de la vida nueva en Cristo. Esta venida se actualiza, año tras año, en la liturgia de la Iglesia. Es finalmente una venida futura, cuyo tiempo desconocemos, porque pertenece al arcano misterio de Dios (Evangelio). Para cada hombre esta segunda venida se hace concreta al momento de morir, en que se encuentra con Cristo salvador y juez.

La venida prometida y realizada ha de llenar de gozo el corazón del cristiano. Dicha venida, en efecto, nos habla de la salvación que Cristo ha traído a todos los hombres. La fe cristiana nos enseña, a pesar de la realidad que aparece a nuestros ojos, que los pueblos marchan, de la forma sólo por Dios conocida, hacia Cristo en búsqueda de sentido y de salvación (Primera lectura). Aquí está el verdadero fundamento del optimismo y del apostolado cristiano.

La venida futura, por su parte, reclama del cristiano, primeramente, una fe sincera en la realidad de esta venida, independientemente del momento histórico de su realización; además, una profunda actitud de vigilancia. La analogía con el tiempo de Noé y con el ladrón que asalta una casa (Evangelio) es un ardiente llamado a la vigilancia cristiana y, con ella, a no dejarse engañar por los señuelos del mundo y del tiempo presente, a veces tan ajenos del sentir y actuar propios del creyente en Cristo. Por eso, san Pablo (Segunda lectura), en espera de la segunda venida, además de dejar las tinieblas del pecado, invita a vivir en la luz, a revestirse de Cristo para formar parte de su cortejo, cuando él venga. 

SUGERENCIAS PASTORALES

Dios quiere que todos se salven y en Cristo ha llamado a todos los hombres y pueblos a la salvación. Valorar, por tanto, todo aquello que de bueno, justo y santo hay en todo hombre, independiente de su raza, cultura o religión. Santo Tomás de Aquino enseña que "toda verdad, diga quien la diga, proviene del Espíritu Santo". Manteniendo la propia identidad, estar también abierto al diálogo con los otros hermanos cristianos o con los compañeros de trabajo y amigos pertenecientes a otra religión no cristiana. Siendo la Iglesia sacramento de salvación, sentirme comprometido en primera persona en la acción apostólica y misionera de la Iglesia "ad intra" y "ad extra". El tiempo de adviento y de Navidad es muy propicio para todo esto: "Nos ha nacido un Salvador".

La vigilancia es una virtud eminentemente cristiana. La hemos de practicar de cara a los atractivos y solicitaciones del ambiente en que vivimos, y frente a las pasiones que anidan en nuestro corazón y que nos inclinan hacia la tierra en vez de elevar nuestra mirada hacia el cielo. Vigilancia también de los pastores sobre sus "ovejas" para dirigir a todas hacia buenos pastos, para hacer volver a las alejadas, para curar a las enfermas, para alimentar a todas con el pan de la Palabra y el pan de la Eucaristía. Vigilancia de los padres sobre sus hijos para enderezarlos por el camino del Evangelio y darles una sólida formación cristiana. La fe en la segunda venida de Cristo funda una ética cristiana, sumamente exigente y comprometida en la educación del hombre y en la construcción de una sociedad cada vez más digna y acogedora.