Misa de medianoche, Ciclo A

Autor: Padre Antonio Izquierdo   

 

 

Primera:Is 9, 1-3.5-6; segunda: Tit 2,11-14 Evangelio: Lc 2,1-

NEXO entre las LECTURAS

Entre los varios puntos de contacto de las lecturas, elijo el de nacimiento. El anuncio del ángel a los pastores es: "Os ha nacido hoy...un Salvador" (Evangelio). El texto lucano, eco del texto de Isaías proclama proféticamente el nacimiento del Mesías: "Un niño nos ha nacido". En la segunda lectura Pablo, dentro de un contexto parenético, fundamenta y motiva la conducta ética de los cristianos en que la gracia de Dios, se ha hecho visible en el nacimiento y en la vida de Jesucristo.

MENSAJE DOCTRINAL

San Lucas, al narrar el nacimiento de Jesús, pone ya de relieve las dos dimensiones de su existencia: la humana y la divina. Jesús es hombre: nace en un tiempo históricamente determinado, con una genealogía documentable, en una ciudad conocida, en un lugar y en unas condiciones propias de la clase pobre de la Palestina. Abunda San Lucas en la humanidad de Jesús al referir, en su relato, el llegarle a María el tiempo del parto, el dar a luz a su hijo, el envolverlo en pañales, el recostarlo en un pesebre. Estas acciones confluyen en una acentuación de la humanidad de Jesús, enteramente igual a la nuestra. San Lucas, como evangelista de la comunidad y para la comunidad, no podía dejar de añadir la presentación de la divinidad de Jesús. En el niño nacido de María se cumple la profecía mesiánica de Isaías, y en ella se dice: "Su nombre es Dios fuerte", un nombre exclusivo de Yavé en el Antiguo Testamento. Además, Dios, por medio de su ángel, anuncia los títulos de este niño: Salvador, Mesías, Señor. Salvador, y por ello, Dios, pues sólo Dios tiene poder para salvar. Mesías, en cuanto que es el Salvador de los judíos. Señor, en cuanto que es el Salvador del mundo pagano para quien "Señor" era el título más aplicado a la divinidad. Finalmente, un coro angélico, ensalza y alaba a Dios por el nacimiento del niño. Esto significa que ese niño es más grande que los mismos ángeles, es Dios. 

En Jesús, humanidad y divinidad conviven en forma perfecta. Es, al mismo tiempo: "Perfectus Deus, perfectus homo". Los mismos rasgos que Isaías canta del Mesías futuro muestran la perfección y la armonía entre lo humano y lo divino: "Consejero, prudente, Dios fuerte, padre eterno, príncipe de la paz". Al Dios fuerte (divinidad) se une "padre eterno" (relación a David), consejero prudente y príncipe de la paz (relación a Salomón), con lo que se subraya la suma perfección humana del niño preanunciado. San Pablo en la segunda lectura exhorta a los cristianos a no separar la fe de la vida, la verdad ética de la verdad dogmática. El cristiano es enteramente hombre y asume todo lo bueno que hay en el hombre (véase Tit 2,1-10). Pero el cristiano jamás separará su inserción en el mundo de su fe en Jesucristo y del misterio de salvación que Él representa y hace eficaz entre los hombres (segunda lectura). El nacimiento del Hijo de Dios, sin cambiar las acciones buenas de los hombres en sus componentes éticos, da a éstos un sentido nuevo, la savia nueva del Evangelio. 

SUGERENCIAS PASTORALES

Quizá en algunas comunidades cristianas se subraya demasiado la humanidad de Jesús, convirtiéndolo en un modelo de existencia perfecta, y dejando casi en el olvido su divinidad. En otras comunidades es posible que se recalque tanto la divinidad del Niño, que se pase por alto su maravillosa humanidad. Ante esta doble posibilidad, hay que hacer una catequesis en que se mantenga, en modo equilibrado, tanto la humanidad como la divinidad y en que se hagan aplicaciones concretas y prácticas para la vida del cristiano, a partir de esta visión equilibrada del misterio de Jesucristo. Menciono algunas posibles aplicaciones: adorar pero a la vez imitar a este Niño; convencerse de que el cristiano es un llamado a ser y vivir como hijo adoptivo de Dios y simultáneamente a ser y vivir como hombre; ser conscientes de que no hay dicotomía entre las verdades de fe y la realidad concreta de la existencia, y de que, si pareciese haberla, se ha de buscar deshacerla y encontrar el punto de equilibrio (por ejemplo, en el cumplimiento y respeto de las leyes fiscales, de las leyes que gobiernan y rigen una nación, etc.). La segunda lectura nos enseña a renunciar a la vida sin religión y a los deseos del mundo, para que vivamos en el tiempo presente con moderación, justicia y religiosidad.

En nuestra comunidad habrá sin duda más pobres que ricos, y quizá muchos cristianos, que no abundan en riquezas, pero a quienes tampoco les faltan. El estado socioeconómico de las personas no lo va a cambiar el cristianismo, aunque lo puede mejorar. Tal vez la forma más apta para un mejoramiento sea el considerar la pobreza, no como un mal que hay que evitar o aliviar, sino como un grandísimo valor que hemos de amar y, según nuestro estado y condición, también vivir. Un empresario puede amar y vivir la pobreza, aunque el modo de hacerlo sea diverso a como ama y vive la pobreza un obrero de su empresa. Un profesionista puede amarla y vivirla, pero lo hará de modo diferente a como la vive una persona desocupada o que todavía no ha encontrado el primer trabajo. Las formas de ser pobre, de encarnar la pobreza pueden variar, pero habrá de ser igual el aprecio a la pobreza, el interés y esfuerzo por aplicarla a la propia vida, sabiendo que no somos dueños sino administradores de unos bienes que Dios nos ha dado al servicio, ciertamente de uno mismo y de la propia familia, pero igualmente al servicio de los demás.