V Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Antonio Izquierdo   

 

 

Primera lectura: Is 58,7-10; Segunda: 1Cor 2,1-5 Evangelio: Mt 5,13-16

NEXO entre las LECTURAS

"Obras, no palabras", tal podría ser el mensaje de la liturgia de esta quinto domingo del tiempo ordinario. "Comparte tu pan...alberga al pobre, viste al desnudo...", éste es el ayuno que agrada a Dios, según el profeta Isaías en la primera lectura. Jesús en el Evangelio dice a los discípulos: "Brille vuestra luz delante de los hombres, de tal modo que, al ver vuestra buenas obras, den gloria a vuestro Padre". San Pablo, muy consciente de la esencia de la fe cristiana, centra su predicación no en razonamientos humanos sino en la obra de Cristo por excelencia: su muerte en una cruz por nuestra salvación, no en la elocuencia y capacidad de persuasión, sino en la acción y poder del Espíritu (segunda lectura).

MENSAJE DOCTRINAL

El cristianismo es una fe, que obra mediante la caridad. Ambas cosas son imprescindibles e inseparables. El cristianismo ha vivido una gran tragedia, cuando los cristianos las han separado, creyendo ser buenos cristianos con sólo la fe sin obras, o con sólo las obras sin fe. Estamos en las antípodas del verdadero cristianismo.

Todo cristiano es sal de la tierra, luz del mundo, ciudad sobre la cumbre de un monte, gracias a su fe y gracias a sus obras. La sal es símbolo de la sabiduría, y el cristiano tiene la sabiduría del Evangelio. La sal además tiene la cualidad de preservar de la corrupción, y el cristiano -en cuanto sal- conseguirá preservar el medio en el que vive mediante el testimonio de sus obras. La luz está hecha para iluminar, y el cristiano es luz que con la Palabra de Dios ilumina las mentes y las situaciones humanas. Pero no se enciende una lámpara para taparla, y el cristiano es esa lámpara cuyas buenas obras no pueden ocultarse, porque sería tanto como dejar al mundo en la oscuridad. Como una ciudad sobre un monte orienta al viajero en su travesía, así el cristiano orienta a los hombres con sus palabras, con la doctrina de la fe. En la ciudad el hombre encuentra refugio, protección, seguridad, y eso es el cristiano con su ejemplo para los demás: un signo de seguridad en medio de las penalidades e incertidumbres de la vida.

            La primera lectura ejemplifica algunas de esas obras, por las que el cristiano será sal, luz y ciudad en lo alto para los hombres: satisfacer el hambre del necesitado, dar cobijo a quien no tiene techo, proporcionar ropa a quien sufre la inclemencia del frío, apartar del alma y de la conducta cualquier muestra de opresión, vencer la tentación de la calumnia y de la acusación gratuita...En definitiva, las obras cristianas son obras de justicia, de solidaridad, de respeto, de caridad hacia los demás.

            Nadie tiene más amor que el que da la vida por el amado. Esta es la obra suprema del amor, esa es la obra de Cristo que Pablo presenta a los corintios como la verdaderamente eficaz, por encima de cualquier filosofía o de cualquier retórica persuasiva. Ellos abrazaron la fe justamente por la acción misteriosa de esta obra en el interior de sus corazones, y por el poder del Espíritu que hace eficaz la obra redentora de Jesucristo.

SUGERENCIAS PASTORALES

El papel del cristiano en la sociedad actual. Podrán darse acentuaciones, como en todo, pero su papel es el de proclamar su fe en Jesucristo tanto con palabras como con obras. No basta creer, porque la fe sin obras es una fe muerta, y una fe muerta es como la sal que ha perdido su fuerza de salar, y no posee vigor de atracción ni de convencimiento. ¿No se da este tipo de creyentes en nuestras parroquias? Gente que va a misa, y luego habla mal de los demás; que se cree ferviente cristiano, y soporta malamente y a disgusto a los emigrantes; que conoce bien la doctrina cristiana sobre el sexto mandamiento, pero se ha olvidado vivir el quinto no pagando los impuestos o sustrayendo una parte de los mismos...

Tampoco es suficiente obrar, porque las obras sin la fe no pueden salvarnos. No es genuino espíritu cristiano trabajar por los demás, entregarse febrilmente a obras de asistencia, y luego olvidarse de orar o de ir a misa los domingos. No lo es, quien da limosna al pobre, ayuda generosamente a obras sociales, pero le resulta "imposible" creer en la resurrección de la carne y en la vida futura...Hay que hacer lo uno, sin omitir lo otro, como nos enseña Jesucristo.

Cultivar la fe, practicar las obras de caridad. Es necesario, en la situación actual de muchos fieles, que las parroquias directamente o con la ayuda de otras instituciones (congregaciones religiosas, movimientos eclesiales, asociaciones de fieles laicos...) ofrezca y promueva cursos y actividades para crecer en la fe, para afianzarla, para defenderla ante los posibles peligros.

Es también aconsejable que las mismas parroquias promuevan la "caridad organizada", a nivel parroquial o diocesano, para lograr mayor eficacia en el servicio a los necesitados. Las formas pueden ser variadísimas: recolección de ropa o de alimentos para damnificados o para Caritas, el teléfono amigo, la visita a los ancianos y a los enfermos, etc.