I Domingo de Cuaresma, Ciclo A

Autor: Padre Antonio Izquierdo   

 

 

Primera lectura: Gén 2,7-9; 3,1-7; Segunda: Rom 5,12-19 Evangelio: Mt 4,1-11

NEXO entre las LECTURAS

Parece evidente la tentación, como palabra clave de la liturgia hodierna. La serpiente tienta a Eva y a Adán mediante su astucia, como nos recuerda la primera lectura. Jesús, al inicio de la vida pública, es tentado por el demonio en el desierto (Evangelio). Pero mientras Adán y Eva caen en la tentación, haciéndose culpables de su pecado, Jesús vence la tentación, liberándonos de la culpa (segunda lectura). Así Jesús viene a ser el verdadero Adán, el prototipo ideal de la humanidad querida por Dios.

MENSAJE DOCTRINAL 

La tentación es un hecho de la experiencia humana. Desde el momento en que el hombre tiene uso de razón y es responsable y libre, desde ese momento el mal, con todas las variadísimas formas que existen en el mundo, y el Maligno con toda su astucia, pueden irrumpir en la vida del hombre con fuerza atractiva y seductora. No hay ninguna tentación de la que esté exento el hombre sobre la tierra, pues su libertad es universal, y el Tentador es el "príncipe de este mundo", que sólo desea el mal del hombre.

Adán y Eva fueron tentados con una doble tentación: la autonomía completa del saber y el señorío absoluto sobre la vida. El hombre, desde el origen de la humanidad hasta su final, quiere un saber sin límite alguno, un dominio de la vida a su antojo. Prefiere alargar la mano al árbol prohibido, a disfrutar serena y alegremente de lo que le está permitido. Cree que Dios se lo ha prohibido, porque no quiere su bien, porque quiere tenerlo subyugado y sumiso como un perro manso, y ve a Dios, por tanto, no como a un Padre, sino como a un rival y a un enemigo. Es todo lo contrario: si Dios prohíbe algo al hombre es porque le ama y sabe que lo prohibido le hace daño. Desgraciadamente el hombre no se convence, no confía, alarga la mano hacia el árbol...y se descubre en toda la desnudez de su miseria, de su orgullo destructor, de su falsa y maligna libertad. Las consecuencias del pecado las lleva todo hombre en su propia carne.

Jesús, hombre en todo igual a nosotros menos en el pecado, sufrió también la tentación del demonio. Jesús fue tentado en varias ocasiones en su vida, pero san Mateo escenifica la tentación sufrida por Jesús antes de comenzar su ministerio de predicador y taumaturgo. Fue tentado con las mismas tentaciones que el pueblo de Israel en su traversía por el desierto en marcha hacia la tierra prometida (cf libro del Exodo y del Deuteronomio): la tentación del poder, del aparecer y del tener o poseer. El pueblo israelita sucumbió a la tentación, Jesús salió victorioso. En Él, nos dice san Agustín, hemos vencido nosotros ya nuestras tentaciones, si actuamos como Él: ayuno, penitencia, oración.

La gran tentación del hombre, en definitiva, ha sido siempre querer ser, en su pequeñez, grande "como Dios", creerse y aparecer como un dios ante sí mismo y a los ojos de los hombres. La grande enseñanza de Jesucristo es que, poseyendo la grandeza del mismo Dios, se hizo pequeño como el hombre, hasta el punto de estar sujeto a tentación. Adán, el pueblo de Israel demostraron su pequeñez y su nada ante la tentación, Jesucristo en cambio demostró en ese momento toda su grandeza. Por eso, mientras por Adán entró el pecado en el mundo, por Jesucristo, verdadero prototipo del hombre, nos vino la redención. 

SUGERENCIAS PASTORALES 

Las formas en que el hombre es tentado dependen mucho de su personalidad, del medio ambiente en que se mueve, de las fases de la misma vida, del estado jurídico o profesional, de las situaciones y circunstancias de su existencia concreta. Con todo, la tentación nos acecha a todos a la vuelta de la esquina y en el momento en que menos se espera. Para la pastoral, es importante afirmar con vigor que todos podemos ser tentados, y esto en cualquier período de la vida. No hay que pensar que las tentaciones son cosas de jóvenes...

La cuaresma ofrece una buena ocasión para tratar el tema de la tentación y del pecado en muchos de los campos del obrar humano: la tentación de "otra religión" más complaciente y fácil, la tentación de la idolatría para con dioses hechos por manos humanas, la tentación de la rebelión y de la desobediencia civil o eclesial, la tentación del disenso por el disenso, la tentación de la mentira, de la corrupción, del adulterio, del aborto, del sexo sin amor... Estas y otras muchas tentaciones, según los destinatarios de nuestra acción pastoral, nos acechan a nosotros y a nuestros hermanos.

Una catequesis sobre la tentación en el fondo es una catequesis sobre la libertad y la responsabilidad ante Dios, ante la propia conciencia y ante los demás. Precisamente en la tentación el hombre muestra si es realmente libre, si sabe usar rectamente de su libertad. Hoy quizá se tiende a quitar responsabilidad a las acciones del hombre, achacándolas al ambiente, a la debilidad o anormalidad psicológicas, a muchachadas 'inocentes'...Sin quitar el debido peso a todo esto, creo que la sociedad debe reaccionar, y en lugar de disminuir la responsabilidad, esforzarse por construir hombre verdaderamente libres y responsables de sus acciones. De lo contrario, en lugar de mejorar la sociedad, la iremos dejando caer, más o menos culpablemente, en la inconciencia y en la irresponsabilidad.