II Domingo de Cuaresma, Ciclo A

Autor: Padre Antonio Izquierdo   

 

 

Primera lectura: Gén 12,1-4; segunda: 2Tim 1,8-10; Evangelio: Mt 17, 1-9

NEXO entre las LECTURAS

Quiero recalcar en los textos litúrgicos el tema de la vocación. Dios que llama a Abram a salir de su tierra e ir a la tierra que él le indicará (primera lectura). Jesús que revela a tres de sus discípulos, en una experiencia singular y divina, su vocación de nuevo Moisés y nuevo Elías (Evangelio). Y por fin Pablo que recuerda a su discípulo Timoteo la vocación santa que Dios le ha concedido, que ha de ser fuente de confianza en el poder de Dios, hasta llegar a sufrir por el evangelio (segunda lectura).

MENSAJE DOCTRINAL

En la concepción cristiana de la vida, todo hombre es un "llamado", recibe una vocación propia de Dios, y las cualidades y gracias para realizarla. Vocación al matrimonio, a la vida religiosa, al sacerdocio; vocación para dar gloria a Dios y servir al prójimo como médico, obrero, periodista, campesino, profesor de teología, párroco, asistente social, capellán del ejército o de un hospital. Dios Padre, con solicitud amorosa, da a cada uno las cualidades, las circunstancias, y las gracias para realizar la propia vocación.

Abram vivía tranquilamente en Ur de los Caldeos; en una cultura, la más avanzada posiblemente de su tiempo; con un desarrollo técnico que había logrado cotas altísimas, admiradas por todos los pueblos. Dios irrumpe en esa vida tranquila, humanamente satisfactoria, quizá incluso muy bien acomodada, y le llama a dejar todo eso para realizar "un sueño de Dios", algo que Abram ni ve ni se puede imaginar: fundar un nuevo pueblo en una tierra lejana a más de 1500 kilómetros, que vive todavía en el subdesarrollo. Abran creyó, se fió de Dios, respondió con libertad y grandeza de espíritu a la vocación a la que Dios le llamaba. Dios le bendijo haciéndole padre de todos los creyentes, y fundador del pueblo de Israel.

Jesús ha venido a este mundo "para hacer la voluntad de su Padre", para manifestar a los hombres el amor de Dios hasta el exceso. Esta vocación de Jesús es presentada en los Evangelios y en el Nuevo Testamento de formas muy diversas, v.g. Jesús como el nuevo Adán, como figura de Isaac, como encarnación de la Sabiduría, etc. En la transfiguración, como nos narra san Mateo, Jesús es visto por sus tres discípulos en medio de Moisés y de Elías; es decir, como el nuevo legislador que dará a los hombres como mandamiento único y síntesis de todos los demás, el del amor, y como nuevo profeta que proclamará a los hombres los secretos del corazón de su Padre Dios. Como nuevo Moisés y como nuevo Elías él cumple su vocación y pone de manifiesto el amor del Padre.

Timoteo, discípulo de Pablo, ha recibido una vocación santa: ser guía de una comunidad cristiana y conducirla por el camino de la virtud y de la voluntad de Dios. Para esto le han sido impuestas las manos sobre su cabeza. Es una vocación dura, sobre todo en tiempo de persecución. Por eso Pablo le pide que no se avergüence de dar testimonio de Jesucristo con su palabra y, si es necesario, con su sufrimiento. Para comportarse así Timoteo debe estar seguro de que la vocación no es elección suya, sino gracia de Dios, una gracia enteramente eficaz, como se ha manifestado en Jesucristo, que ha destruido la muerte y ha hecho irradiar la vida y la inmortalidad.

SUGERENCIAS PASTORALES

Pastoralmente es muy valioso que cada cristiano sepa y se convenza de "haber recibido una vocación", de haber sido llamado a la vida para una misión; grande o pequeña, eso no importa. La cuaresma es tiempo de conversión, pero también de reflexión. Reflexión sobre la propia existencia, sobre el sentido de la vida, sobre el porqué y el para qué estoy en este mundo, como preparación y a la luz del misterio pascual (pasión, muerte y resurrección de Jesucristo). Esta conciencia de vocación es importante para ayudar a la gente a no "sentirse sola", porque quien la envía está junto a ella, camina con ella por la vida, y porque su vocación, cualquiera que sea, será siempre una vocación eclesial: en la Iglesia, al servicio de la Iglesia; también para infundir ilusión y entusiasmo en la vida de cada día: uno no "se deja vivir", sino que vive consciente y gozosamente su vocación, con el deseo de llevar a cabo un proyecto de vida, y construir con los demás cristianos un mundo mejor; finalmente, el concebir la vida como vocación infunde energía y esperanza de cara al futuro, con la seguridad de que el Dios que llama es el mismo que nos espera al final del camino con los brazos abiertos de Padre.

La realización de la propia y personalísima vocación nunca está exenta de dificultades, como tampoco de alegrías. Las figuras de Abram, de Timoteo, y sobre todo de Jesús, que nos presenta la liturgia, son elocuentes. San Lucas, en el relato de la transifugración, dice que Moisés y Elías hablaban "del éxodo que Jesús había de consumar en Jerusalén", es decir, de su pasión. Jesús, como Abram y Timoteo, nos enseñan que hemos de ser valientes y generosos ante las dificultades, y llevar hasta el extremo nuestra confianza en Dios, con la seguridad de ser atendidos y bendecidos por Él. Como pastores, hay que conocer muy bien las diversas vocaciones de los fieles, las dificultades que encuentran en su realización; habrá también que acompañarles en su camino diario, en sus tribulaciones como en sus alegrías. ¿No es propio de la vocación del pastor el sostener y estimular la vocación de cada uno de sus fieles?