Viernes Santo, Ciclo A

Autor: Padre Antonio Izquierdo   

 

 

Primera: Is 52,13 - 53, 12; segunda: Heb 4, 14-16; 5,7-9 Evangelio: Jn 18, 1-19,42

NEXO entre las LECTURAS

En toda la liturgia resuena, de modo inaudito, el pronombre "nosotros", el adjetivo "nuestro" o su equivalente, como el motivo único y auténtico de la pasión y muerte del Siervo de Yavé y de Jesús de Nazaret. La primera lectura es la más insistente: "Llevaba nuestros dolores, soportaba nuestros sufrimientos... nuestras rebeliones lo traspasaban y nuestra culpas lo trituraban. Sufrió el castigo para nuestro bien y con sus llagas nos curó... El Señor cargó sobre él todas nuestras culpas... Mi siervo traerá a muchos la salvación cargando con sus culpas... El cargó con los pecados de muchos e intercedió por los pecadores". El evangelista san Juan lee la pasión, teniendo como fondo el cuarto canto del siervo de Yavé, pero además al inicio y al final da el sentido de la pasión mediante dos textos proféticos: La primera profecía es del Sumo Sacerdote Caifás: "Conviene que muera un solo hombre por el pueblo"; la segunda está tomada del profeta Zacarías: "Mirarán al que traspasaron", quien se refiere a la conversión y salvación de las naciones por obra de Jesucristo. Con toda razón el autor de la carta a los Hebreos les exhorta: "Acerquémonos con confianza al trono de la gracia, a fin de alcanzar misericordia...pues (Jesucristo) se hizo causa de salvación eterna para todos los creen en él". 

MENSAJE DOCTRINAL

En la fe de la Iglesia el misterio insondable de la pasión-muerte de Jesucristo tiene su fundamental motivo en el "me amó y se entregó por mí" de san Pablo y en el "por nosotros y por nuestra salvación" del credo (el aspecto ejemplar o modélico es derivado). La cuestión doctrinal en juego no es el sufrimiento ni el porqué del mismo, sino la concepción del hombre. ¿Qué es el hombre? ¿Por qué y de qué necesita ser salvado? ¿Por qué sólo Jesucristo puede salvarlo? Aquí está el núcleo doctrinal que se ha de abordar en la liturgia del Viernes Santo.

La concepción bíblica y cristiana del hombre nos dice que éste no es un ser inocuo, inocente, plenamente libre, sino que lleva dentro de sí el 'gusano del mal', es una imagen rota y despedazada de Dios, carga sobre sí una tara misteriosa pero realísima, que se llama 'pecado original'. Con ningún esfuerzo humano, por más grandioso y titánico que sea, es capaz por sí de arrancar ese gusano del corazón del hombre, recomponer la imagen rota, librarle de la tara hereditaria. Esto no es sólo doctrina cristiana, es igualmente experiencia del hombre, cualquiera que sea su religión o incluso, aunque no la tenga. El 'buen salvaje' de Rousseau pertenece al género de las utopías, completamente destruidas por la realidad de la experiencia.

Si el hombre no puede autosalvarse, ¿quién lo salvará? Ciertamente sólo Dios. Pero, ¿cómo? ¿Desde el cielo, con un gesto de benevolencia? Pero sabemos que "a Dios nadie lo ha visto jamás". ¿A través de un ángel? Pero la misión del ángel es la de ser mensajero, no salvador. Sólo es posible por medio de un hombre que sea al mismo tiempo Dios. Jesucristo, sufriendo y muriendo en la cruz como gesto supremo de amor infinito, mata el gusano del pecado que anida en el corazón del hombre, recrea la imagen de Dios y arranca de raíz la 'tara original'. En definitiva, libra al hombre de sí mismo (soberbia y sensualidad) y le da la capacidad de vencer al Maligno. En la cruz de Cristo el hombre reencuentra su verdadera identidad, su yo más auténtico, su origen y su destino. 

SUGERENCIAS PASTORALES

La sociedad actual parece ofrecer a los hombres, particularmente a los cristianos, muchos sucedáneos de 'salvador'. En unos casos será la ciencia y su hermana gemela la técnica, que vengan presentadas como la 'salvadoras' de la humanidad futura; en otros casos, será la 'ideología', independientemente del color y de la forma que ésta revista; para muchos, será la democracia, la participación libre de todos en el quehacer político, la que se presente con rostro de 'panacea universal'; y no faltarán quienes consideren que el verdadero salvador del hombre es el bienestar, el "wellfare" extendido a todo hombre, en cualquier parte del globo en que se encuentre... Es verdad que estas realidades señaladas y otras muchas tienen que ver algo con la 'salvación del hombre', pero sólo tangencialmente, y por ello, insatisfactoriamente, y con fuerte carga decepcionante cuando en ellas se ha puesto la confianza.

Las salvaciones 'parciales' son insuficientes. Hay que encontrar al 'único salvador', al verdadero, al que puede salvar integralmente, radicalmente, temporal y eternamente. El encuentro auténtico de cada hombre con Cristo Salvador es fundamental para una fe adulta y responsable, coherente y misionera. Los sacerdotes deben ser los primeros en vivir así la fe, pero también han de trabajar para formar individuos y grupos de fieles profundamente creyentes en Cristo Salvador, que sirvan de fermento y de impulsores de autenticidad cristiana. Una vida 'salvada' por Cristo es contagiosa y suscita en su ambiente deseos de 'ser también salvados' o, al menos, admiración y respeto por un Salvador que da plenitud de sentido a la existencia.