Vigilia Pascual, Ciclo A

Autor: Padre Antonio Izquierdo   

 

 

Primera: Gén 22, 1-18; segunda: Rom 6, 3-11 Evangelio: Mt 28, 1-10

NEXO entre las LECTURAS

El conjunto de la liturgia, y los textos elegidos para lectura, hablan de vida, de vida nueva surgida del poder mismo de Dios. La liturgia de la luz y la renovación de las promesas bautismales entonan un himno al hombre nuevo, consepultado y conresucitado con Cristo. El relato de la creación habla del mundo y del hombre como salieron de las manos santísimas de Dios. De Isaac se nos narra su "nuevo nacimiento" en el que ya no sólo es hijo de Abram, sino hijo de la promesa. En el libro del Éxodo se nos refiere la formación de un nuevo pueblo, tras la huida de Egipto, por obra de Yavé, etc. Del Nuevo Testamento se toma un texto de la carta a los Romanos en que Pablo les invita a "llevar una vida nueva", puesto que Cristo ha resucitado de entre los muertos por el poder del Padre. En el evangelio de san Mateo, las mujeres caen de rodillas y adoran la nueva humanidad de Cristo resucitado. Con la resurrección de Jesucristo, Dios realmente "hace nuevas todas las cosas".

MENSAJE DOCTRINAL 

En la mentalidad común y en la Biblia "nuevo" se opone a "viejo". Por otra parte, hoy en día 'nuevo' quiere decir 'reciente', fresco, mientras que para la Biblia significa algo 'diverso y mejor' respecto a lo viejo. Por tanto, viejo no significa necesariamente lo pasado y nuevo necesariamente lo presente, puesto que ambos pueden coexistir. Tampoco necesariamente 'viejo' quiere decir 'malo' y 'nuevo' se traduce por bueno, al menos en los Evangelios, puesto que en los escritos paulinos sí parece tener ese sentido ético; la relación no es entre malo y bueno, sino entre menos bueno y mejor. Jesús dirá: "Nadie echa vino nuevo en odres viejos... El vino nuevo en odres nuevos" (Mc 2, 22). En el mensaje de Jesús y del cristianismo primitivo la novedad es el mismo Jesús, su presencia en la historia y su misión redentora, su revelación de Dios y su designio para el hombre y el universo. "Lo viejo" son todos los sistemas religiosos o filosóficos que tratan de explicar y dar sentido a la existencia humana, y en los que los cristianos verán una "praeparatio evangelica", el umbral hacia la novedad de Cristo.

¿En qué consiste esta 'novedad' de Cristo? Primero en su persona: es Dios en condición de hombre; luego, en su presencia en la tierra: Dios entre los hombres es una absoluta novedad, jamás oída; también, su mensaje: la revelación del misterio de Dios, un misterio de comunión y de amor inefables, y nuestra vocación a participar en ese misterio; y desde luego su actuación en el mundo: el hombre entregado hasta el extremo al bien de sus hermanos; ciertamente, el supremo testimonio de amor y donación: la muerte en una cruz por nuestra salvación; e igualmente, el sublime misterio de la resurrección, algo absolutamente original y exclusivo. Finalmente, el envío de su Espíritu como 'alma' de la Iglesia, la permanencia en nuestra historia por medio de la presencia eucarística, y nuestro destino a una eterna felicidad inimaginable, pero realísima.

En esta novedad de Cristo se funda nuestra novedad cristiana. Esa novedad que proviene del bautismo, por el que venimos a ser 'hijos de Dios', 'discípulos de Cristo', miembros de la Iglesia unidos en la fe, en la esperanza y en el amor. Esa novedad que nos impulsa a ser imitadores de Jesucristo, a reproducir en nosotros sus rasgos espirituales y morales, de modo que seamos otros 'cristos' para los hombres y que el Padre nos reconozca como hijos al ver en nosotros el rostro de su 'Unico Hijo'. Esa novedad que conduce a una verdadera jerarquía de valores en la vida, y a vivir en conformidad con ella, de modo coherente y continuo. 

SUGERENCIAS PASTORALES

El cristianismo es novedad. Sin embargo, hay muchos que piensan en él como algo anticuado, pasado de moda, ajeno y fuera del carro de la historia, sin nada que decir al hombre de hoy. ¿Por qué se da este fenómeno? ¿Es que los cristianos no parecemos lo que somos? ¿Es que con nuestra vida hemos enmascarado la novedad de Cristo y de la existencia cristiana? ¿Es que en la práctica ser cristiano ya no es diferente de ser judío, musulmán o religiosamente indiferente? Son preguntas que los sacerdotes no podemos dejar en el aire. Son preguntas que los párrocos deben hacerse y plantear valientemente a sus feligreses.

No se trata aquí de plantear el dilema entre cristianismo de masa o de élite. De lo que se trata es de tomar una conciencia más viva y gozosa de la identidad cristiana, de la novedad del cristianismo en medio de la sociedad y en medio de la pluralidad de religiones. Y sobre todo se trata de vivir en coherencia con esa maravillosa novedad que es la fe cristiana, que es la experiencia de Jesucristo, Hijo de Dios, hermano del hombre, Redentor del mundo. Como cristianos tendremos muchas cosas comunes con otros hombres que no lo son, —y estos valores comunes hay que conservarlos y promoverlos—, pero no es lo común lo que nos define. En lo común somos diferentes, y esa diferencia hace que vivamos de modo peculiar los valores comunes. Hace además que haya rasgos exclusivos de la familia cristiana, que no sólo no hemos de callar, sino que hemos de poner en alto como una bandera de nuestra identidad. Ser cristiano es una gracia inmerecida, y es también un título que nos honra, una tarea que nos compromete diariamente, una novedad que nos renueva sin cesar.