Domingo de Resurrección, Ciclo A

Autor: Padre Antonio Izquierdo   

 

 

Primera: Hch 10, 34.37-43; segunda: 1Cor 5,6-8 Evangelio: Jn 20, 1-9

NEXO entre las LECTURAS

¡La resurrección de Jesucristo de entre los muertos!, he aquí el misterio que celebramos hoy y que toda la liturgia rezuma de modo relevante. "Dios lo resucitó al tercer día", predica Pedro a Cornelio y a toda su casa (primera lectura). Para Pablo la resurrección de Jesucristo –y la conciencia cristiana de este misterio– funda toda la ética cristiana, y por eso nos invita a pensar y buscar las cosas de arriba, no las de la tierra (segunda lectura). En el evangelio, tomado del capítulo 20 de san Juan, todo el relato está centrado en el sepulcro vacío, pero solamente para que resalte más la fe del 'discípulo amado' en la resurrección, pues según las Escrituras Jesús tenía que resucitar de entre los muertos (evangelio

MENSAJE DOCTRINAL

El primer punto que se ha de señalar es que estamos delante de un misterio. Un misterio es algo que nos sobrecoge y sobrepasa; algo que, sin ser irracional, rompe las barreras de la razón humana y se sale de su sistema de comprensión de la realidad; algo que se capta más con el corazón y con la fe, y menos con la razón y el raciocinio; algo que conlleva en sí una cierta oscuridad, algo que no se deja domeñar ni manipular, aunque lo queramos; algo, en definitiva, que 'está ahí' en la vida del hombre, intangible, soberano, imponente. A la vez nos damos cuenta de que 'el misterio', cualquier misterio pero de modo muy peculiar este misterio de la resurrección de Jesús, nos atañe personalmente y no podemos desentendernos de él. Sería algo así como desentenderse del punto de referencia y cohesión de la propia existencia, de la propia felicidad. Un misterio del que el hombre no puede 'escapar' sin perjudicarse gravemente, sin lesionar su mismidad.

Añadamos que es bueno, muy positivo para el hombre 'rozar' o 'ser rozado' por el misterio. Se puede quizá pensar que por ser misterio nos humilla, nos daña en nuestra dignidad, nos sustrae autonomía y grandeza, nos hace bajar del pedestal de la razón y nos mete en el callejón cerrado de la credulidad. ¡Nada más falso! El careo del hombre con el misterio, es decir, con aquello que trasciende su experiencia de las cosas y de los hombres, es signo de su origen en nada puramente terreno, de su vocación a algo superior a la mera construcción del mundo, de su destino más allá del sepulcro y de la disolución en polvo y ceniza. En definitiva, el misterio recuerda y revive en el hombre de dónde viene, cuál es su tarea en el mundo, a dónde va, cuál es su destino. ¿No reside aquí la grandeza del hombre frente a cualquier otra creatura del universo?

Hoy celebramos el misterio del Cristo viviente, de la victoria de la vida sobre la muerte y el sepulcro, de la prenda y garantía de nuestra vida sempiterna, escondida con Cristo en Dios. Este misterio no nos ha sido legado por los más grandes pensadores de la historia ni por los místicos más intuitivos de las religiones; tampoco nos informan sobre él magos y chamanes de toda índole y época. Este misterio nos ha sido revelado por el testimonio de 'quienes vieron y creyeron'. No es resultado del esfuerzo humano, sino testimonio de sobrecogedora experiencia que marcó su vida para siempre. En cuanto testimonio no se puede demostrar, simplemente se cree o no se cree. Pero un testimonio, acreditado además por el martirio, es razonable, sea que lo aceptemos o no. Por eso, la resurrección de Jesucristo es un misterio de fe, pero es plenamente razonable y creíble, y altamente significativo para la existencia del hombre en este mundo. 

SUGERENCIAS PASTORALES

En la catequesis y en la pastoral del período pascual puede ser interesante explicar bien a jóvenes y adultos el concepto y sentido de misterio, para evitar por un lado un fideísmo y fundamentalismo a ultranza, y por otro la concepción del misterio como algo irracional, para gente todavía muy primitiva o infantil y para almas psíquicamente débiles, pero absolutamente impropio del hombre actual, maduro en su pensamiento. El repasar con los fieles el concepto de misterio, con sencillez, pero en términos claros y completos, es algo importante para plantearse desde la fe y con la razón los grandes misterios de la existencia cristiana.

En esta catequesis pienso que se han de subrayar dos dimensiones principalísimas: 1) El misterio es razonable, por más que vaya más allá de los límites de la razón. La razón dirá: "Esto sobrepasa mis alcances, pero no es contradictorio ni contrario a las leyes esenciales del pensamiento; hay elementos perceptibles que lo hacen razonable". 2) El misterio es significativo para el hombre. Si el hombre no capta que tiene mucho que ver con su vida, que ese misterio puede cambiar el rumbo de la existencia, no le prestará ninguna atención y lo meterá en el almacén de los cacharros viejos. En cambio, si su vida se ve afectada, 'tocada' por el misterio, entonces éste será un punto de referencia constante, algo vital que penetra todo su ser y que se manifiesta en todo su obrar. En la vida ordinaria del cristiano, de los parroquianos, ¿es significativo el misterio de la resurrección de Jesucristo? ¿Cómo lograr que lo sea realmente para todos?