III Domingo de Pascua, Ciclo A

Autor: Padre Antonio Izquierdo   

 

 

Primera: Hch 2, 14.22-33; segunda: 1Pe 1,17-21 Evangelio: Lc 24, 13-35

NEXO entre las LECTURAS

El misterio de la resurrección de Jesucristo es el cumplimiento de lo prometido por Dios en las Escrituras. Este es el tema común de la liturgia de este tercer domingo pascual. Jesús resucitado, acercándose a los dos discípulos de camino hacia Emaús, "empezando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que decían de él las Escrituras" (Evangelio). Pedro, por su parte, en el primer discurso a los judíos de Jerusalén cita las palabras del profeta Joel, como viendo anticipadamente la resurrección de Cristo: "No me entregarás al abismo ni permitirás que tu fiel vea la corrupción" (primera lectura). Finalmente, la primera carta de Pedro se remonta incluso hasta la misma eternidad, al designio eterno de Dios: "Cristo estaba presente en la mente de Dios antes de que el mundo fuese creado, y se ha manifestado al final de los tiempos para vuestro bien, para que por medio de él creáis en el Dios que lo resucitó de entre los muertos y lo colmó de gloria" (segunda lectura). 

MENSAJE DOCTRINAL

San Agustín escribirá que en el Antiguo Testamento está como oculto el Nuevo Testamento, indicando de este modo la continuidad de la revelación de Dios a lo largo de toda la historia de la salvación. Con toda razón, pues, puede Jesús explicar a los discípulos camino de Emaús lo que Moisés (Pentateuco) y los profetas decían de su resurrección. ¿Cuáles serían los textos que Jesús comentó a aquellos dos discípulos desilusionados y 'ciegos' al misterio de Cristo resucitado? San Lucas no menciona ninguno. Pero, leyendo el Antiguo Testamento, se podrían citar, entre otros, Dt 32,39 donde Dios se revela como el que "da la muerte y la vida", o Am 9,2 donde se dice que Dios "tiene poder sobre el sheol mismo" o el Sal 16, 10: "No me abandonarás en el abismo, ni dejarás a tu fiel sufrir la corrupción", y sobre todo la profecía de Joel 3,1-5, citada en el discurso de Pedro a los habitantes de Jerusalén (primera lectura). A éstos se pueden añadir referencias a la resurrección del pueblo de Israel por parte de Dios (Os 6,1s; Ez 37,1-14; Is 53,ss) o, en época más cercana al Nuevo Testamento, Dan. 12,2: "Gran número de los que duermen en el país del polvo despertarán", y sobre todo los libros que nos narran la gesta de los Macabeos: El Dios que crea es también el que resucita (cf 2Mac 7,9.11.22; 14,46).

Junto con la continuidad, se habrá de recalcar la superación del Antiguo Testamento por el Nuevo, el paso de la figura de la resurrección a la realidad de la misma en Jesucristo, primicia y garantía de la nuestra. Si es mucha la semejanza que existe con los vetustos textos de la Escritura judía, es mayor todavía la diferencia, que sobrepuja toda expectativa y toda previsión profética. El misterio de la resurrección estaba escondido en el corazón del Padre, quien en el Antiguo Testamento había dejado caer chispas de luz para despertar y mantener la esperanza; en el Nuevo Testamento, el Padre revela su corazón no con palabras, sino con obras, resucitando a Jesucristo de entre los muertos. Era algo tan imprevisto y superior esta revelación de Cristo resucitado, que cogió a todos por sorpresa y a todos deslumbró más allá de lo humanamente pensable. Es tan grandioso este misterio, supera tanto la fuerza de la razón y la misma revelación veterotestamentaria, que sigue siendo un 'escándalo' sea para los judíos sea para los no creyentes. Pero para nosotros, los que creemos, es fuerza de Dios y sabiduría de Dios (cf 1Cor 2,1-5). 

SUGERENCIAS PASTORALES

Las lecturas de este domingo pueden dar pie para ayudar a los fieles a entender mejor la revelación progresiva de los misterios por parte de Dios. Todo misterio cristiano tiene una historia que inicia, como nos insinúa la segunda lectura, antes de la misma creación, y que va preparando a lo largo de los siglos la plena revelación en Jesucristo. No es una historia profana al arbitrio de las oscuras fuerzas del azar que culmina en un paso hacia adelante, ni un desarrollo creciente de la capacidad racional o intelectiva del ser humano que asciende a esferas superiores de comprensión; es historia religiosa, que manifiesta la pedagogía maravillosa de Dios para con su pueblo, la condescendencia del amor de Dios Padre hacia sus hijos, que se adapta a nuestra condición limitada y sumamente imperfecta para entrar en la luz de los misterios, particularmente en el misterio de la resurrección de Jesucristo. Desde esta perspectiva, el Antiguo Testamento es ya revelación, bien que inicial, de los misterios cristianos. ¡Buena ocasión para invitar y exhortar a los fieles a leer y meditar sobre el Antiguo Testamento, pero siempre a la luz de la plenitud de la revelación que Jesucristo nos ha traído!

Pueden aprovecharse las semanas de Pascua para una catequesis, en el caso de jóvenes y adultos, centrada en la resurrección, pero que exponga la historia progresiva de este misterio, mediante la lectura y la reflexión de algunos textos del Antiguo Testamento. Será también una muy buena ocasión para ayudar a los fieles a leer 'con ojos cristianos' el Antiguo Testamento y a meditar y rezar con 'mente y corazón' cristianos los salmos u otros textos bellísimos de las Escrituras judías. Todo lo dicho puede desembocar en una invitación a agradecer a Dios la revelación plena de la resurrección en Cristo, y para pedir por los judíos creyentes para que Dios les abra la mente y el corazón a la plenitud de la revelación.