V Domingo de Pascua, Ciclo A

Autor: Padre Antonio Izquierdo   

 

 

Primera: Hch 6,1-7; segunda: 1Pe 2,4-9 Evangelio: Jn 14, 1-12

NEXO entre las LECTURAS

"Casa de mi Padre", "templo espiritual", "convocación de los discípulos" son expresiones de la liturgia de este domingo, que pertenecen al mismo campo semántico: el de la construcción, sea como edificio sea como espacio de estancia y reunión. "En la casa de mi Padre hay lugar para todos... voy a prepararos ese lugar", nos dice Jesús en el evangelio según san Juan. San Pedro recuerda a los cristianos que "son piedras vivas, con las que se construye un templo espiritual... para ofrecer, por medio de Jesucristo, sacrificios espirituales agradables a Dios" (segunda lectura). En la primera lectura, los apóstoles, ante un problema de la comunidad, reúnen a los discípulos, posiblemente en el Cenáculo, y les piden que elijan 7 diáconos para el servicio de las viudas de los cristianos helenistas. 

MENSAJE DOCTRINAL

La casa del Padre es el cielo. En él mora Jesucristo resucitado y nos tiene preparado un lugar a nosotros. Como enseña el catecismo: "Por su muerte y resurrección Jesucristo nos ha 'abierto' el cielo (1026). Desde el cielo nos invita a seguir sus pasos ("yo soy el camino, la verdad y la vida"), porque nadie va a la casa del Padre sino por el camino de Cristo. La imagen de la casa, para describirnos el cielo, nos está hablando del cielo como familia, intimidad, amor. El cielo es el encuentro definitivo y para siempre con nuestro Padre Dios, con nuestro Redentor Jesucristo, con nuestro Santificador el Espíritu Santo; igualmente, es el encuentro con todos los hermanos redimidos por la sangre de Cristo, en un abrazo indescriptible de fraternidad y comunión. El cielo es la patria del amor inmortal, del amor que ha vencido el odio y la injusticia, del amor que une a todos en una participación inefable de la vida misma de Dios-Amor. El cielo es nuestra verdadera patria, porque aquí en la tierra "no tenemos morada permanente".

Aquí en la tierra, la casa del Padre es la Iglesia. Una casa que se construye con piedras vivas, una casa que nunca estará terminada, porque en cada generación se renueva y se restaura, una casa con las puertas abiertas a todos los que quieran entrar, una casa donde todos nos sentimos familia de Dios. El catecismo (756) nos dice que esta construcción recibe en la Escritura varios nombres: "casa de Dios (1Tim 3,15) en la que habita su familia, habitación de Dios en el Espíritu (Ef 2,19-22), tienda de Dios con los hombres (Ap 21,3), y sobre todo, templo santo (1Pe 2,5). La Iglesia es una familia, y por tanto deben estar muy unidos todos los miembros entre sí, y por tanto debe haber una vocación de servicio de los padres hacia los hijos y de los hijos hacia los padres, y por tanto, todos juntos deben buscar, cada uno según sus posibilidades y tareas, el bien y la felicidad de la familia.

Esta familia de Dios no está exenta de problemas: la primera lectura, tomada de los Hechos de los Apóstoles, trata de uno de los problemas que tuvo que afrontar la familia de Dios en los primeros años de su existencia en Jerusalén. Pero los problemas se pueden resolver, cuando hay por parte de todos buena voluntad, colaboración, y una búsqueda común del modo más apropiado para hallar la solución. Esto es lo que sucedió en la comunidad de Jerusalén, y volvió a reinar la paz y la concordia entre los miembros de la familia. Éste debe ser también hoy el camino para afrontar las dificultades y problemas de la Iglesia, en cuanto familia de Dios.

SUGERENCIAS PASTORALES

El esquema 'político' de la Iglesia como 'poder y sujeción' no es el concepto adecuado de la Iglesia. Tampoco lo es el esquema 'sociológico" como institución de servicio social, al estilo de las organizaciones internacionales de beneficencia y de voluntariado. Menos todavía el esquema 'individualista' en que la Iglesia sería una especie de 'hotel' o de 'condominio', donde cada uno vive para cubrir sus necesidades espirituales, sin entrar en relación alguna con los demás. En la Iglesia existe el 'poder' pero es el poder de un padre amante, y existe 'sujeción' pero es la sujeción amorosa de un hijo. La Iglesia hace tantísimo bien a los necesitados, pero porque esos necesitados son hermanos nuestros e hijos del mismo Padre. En la Iglesia el individuo no se diluye en el anonimato ni en la masa, pues siendo una familia todos se conocen y se aman personalmente. A la vez la Iglesia es comunidad y comunión, unión de todos los miembros para constituir una sola y única familia.

Esta concepción de la Iglesia puede que encuentre dificultades en nuestros fieles, en los grupos con los que trabajamos pastoralmente. Puede ser que haya en nuestra parroquia quienes pertenecen a la familia, pero se han alejado de ella y no viven en la misma casa. Tal vez haya quienes critiquen al padre de familia: el papa, el obispo, el párroco, quizá sin malicia, pero sí debilitando la unidad de la familia de Dios. Otros quizá no hacen mucho caso a las normas que rigen en la casa de Dios, creando con ello incoherencias y distanciamientos entre los miembros de la familia. Puede darse también que haya tensiones, rencores, malos entendimientos o malos tratos entre los hermanos de la misma familia de Dios. Es mucho lo que hay que hacer para que realmente la Iglesia sea familia de Dios. ¿Qué puedo hacer yo en mi parroquia, en el ambiente en que ejerzo mi ministerio?