Pentecostés

Autor: Padre Antonio Izquierdo   

 

 

Primera lectura: Hech 2,1-11Segunda: 1Cor 12, 3-7.12-13; Evangelio: Jn  20, 19-23

NEXO entre las LECTURAS

El Espíritu, presente y eficaz entre los Doce y la primera comunidad cristiana, anima la liturgia de la Palabra. En el Evangelio Jesús resucitado dice a los Doce: "Recibid el Espíritu Santo". En la primera lectura, cincuenta días después de la Pascua, un viento impetuoso irrumpe en el cenáculo y "todos quedaron llenos del Espíritu Santo". Pablo, en la segunda lectura, ante la tentación que acecha a los corintios de utilizar los carismas para crear divisiones, reafirma con fuerza: "Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo" y "A cada cual se le concede la manifestación del Espíritu para el bien de todos".

MENSAJE DOCTRINAL

Ante la extraordinaria riqueza de los textos litúrgicos, no cabe sino elegir algún aspecto. Me limito a responder a la pregunta: ?Quién es el Espíritu Santo del que se habla en la liturgia de Pentecostés?

Es el Espíritu de Dios Padre y de Jesucristo, Señor nuestro. El Padre y el Hijo se aman desde siempre y con un amor perfecto; ese amor tiene un nombre, es Alguien, es el Espíritu Santo; es decir, el Amor del Padre hacia el Hijo y el Amor del Hijo hacia el Padre en un movimiento circular que no cesará jamás. Por eso, tanto el Padre como el Hijo lo mandan a los hombres como el don más grande y precioso del que nos pueden hacer partícipes.

Es el Espíritu creador. A los judíos la fiesta de Pentecostés recordaba la alianza de Dios en el Sinaí y el don de la Ley a Moisés y al pueblo de Israel, en medio de la tempestad y de truenos y relámpagos. Lucas ha visto en ese acontecimiento una prefiguración del Espíritu, que primero creó al pueblo de Israel mediante la Alianza y la Ley, y ahora crea al pueblo cristiano. Gracias, en efecto, al Espíritu, el hombre entra en una nueva Alianza en la sangre de Cristo, y vive bajo el régimen de una nueva Ley, la del ágape cristiano (primera lectura).

Es el Espíritu eficaz por medio de la rica variedad de sus carismas, tal como se hacen presentes y manifiestos en la comunidad de Corinto: carisma de los apóstoles, de los profetas, de hablar en lenguas... Esta eficacia debe mostrarse sobre todo en la unidad de objetivo por parte de todos los carismas: contribuir a la común utilidad de los cristianos (segunda lectura).

Es el Espíritu ecuménico, es decir, universal, que tiende a dilatarse geográficamente para abarcar a todos los pueblos representados en la lista de los Hechos de los Apóstoles, y sobre todo a expandirse interiormente en la conciencia de cada hombre y de todos los hombres, causando en el alma el perdón de los pecados, y trayendo la paz del corazón (Evangelio).

SUGERENCIAS PASTORALES

Ciertamente en la Iglesia actual no se puede hablar del "Espíritu, ese desconocido", título de un libro de los años cincuenta. Desde el Concilio Vaticano II para acá, la Iglesia ha tomado creciente conciencia de la presencia y de la acción del Espíritu en las comunidades creyentes en Cristo. Más aún, la Iglesia cada vez es más consciente de la acción del mismo Espíritu fuera incluso de los límites del cristianismo. Es hermoso ver al Espíritu Santo actuando, en formas diversas y con intensidades diferentes, en la humanidad entera, porque "todo lo bueno, lo justo, lo perfecto', dondequiera se encuentre, proviene de Él.

En nuestros días, habrá más bien que señalar ciertos abusos, o al menos exageraciones, cometidos "en nombre del Espíritu". Es verdad que pertenecen al pasado los años en que se oponían con vigor inusitado el carisma y la institución, la acción del Espíritu y la fuerza de la letra, pero ¿no queda algo de esto todavía en nuestras comunidades? ¿no se critica fácilmente, en nombre de no sé qué carisma, la institución y la jerarquía? ¿no se olvida tal vez que el apóstol, y por consiguiente la institución, es el primero de los carismas? La fiesta de Pentecostés favorece una explicación llana, pero exacta y completa, sobre los carismas en la Iglesia y sobre el Espíritu Santo como fuente única de todos los carismas.

En el ambiente de nuestro ministerio o en nuestra diócesis puede darse otra exageración o abuso "en nombre del Espíritu": La división a causa de los carismas. Me refiero en modo particular a esos dones extraordinarios que Dios ha dado a la Iglesia actual, que son los movimientos eclesiales, las asociaciones de laicos, las nuevas congregaciones e instituciones religiosas, las nuevas iniciativas en el campo de la pastoral por parte de personas "carismáticas" o de grupos institucionales. Es una situación nueva en la Iglesia, en las diócesis, en las parroquias, entre los diferentes movimientos y asociaciones, y es explicable que haya ciertas tensiones, algunos malentendidos, falta de colaboración, incluso a veces oposición. Ante tal posible situación, conviene recordar que todos los carismas llevan a la unidad, contribuyen al bien de todos y de cada uno, son órganos del mismo cuerpo que es la Iglesia. Habrá que hacer reinar siempre la caridad, el buen entendimiento, la apertura de horizontes, el discernimiento, la prevalencia del bien común sobre el bien particular, el sentido eclesial.