Santísima Trinidad, Ciclo A

Autor: Padre Antonio Izquierdo   

 

 

Primera lectura: Éx 34, 4-6.8-9; segunda: 2Cor 13, 11-13; Evangelio: Juan 3, 16-18

NEXO entre las LECTURAS

La revelación del misterio trinitario se evidencia en los textos que la liturgia nos ofrece. El texto tomado del Éxodo nos revela la unidad de Dios y el corazón "clemente y compasivo, lleno de amor y fiel" del Padre. En la petición de Moisés: "Venga el Señor a nosotros" se vislumbra un primer paso hacia la encarnación y la revelación del Hijo, "Enmanu-El", Dios con nosotros. Este misterio de la encarnación es revelado solemnemente en el Evangelio: "Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único". Al final de la segunda carta a los Corintios Pablo recoge una fórmula trinitaria de la liturgia cristiana primitiva: "La gracia de Jesucristo, el Señor, el amor del Padre y la comunión en los dones del Espíritu Santo, estén con todos vosotros". 

MENSAJE DOCTRINAL

Estamos acostumbrados a escuchar y a decir la expresión: "misterio", "misterio trinitario". Pienso que la fiesta litúrgica nos invita a meditar en él con sencillez y con inmenso respeto.

El misterio de la Trinidad es algo oculto, escondido en el corazón mismo de Dios. No está oculto en la tierra ni en el espacio, de modo que con el tiempo el hombre pudiera encontrarlo. Está anidado en el mismo Dios. ¿Y quién puede conocer los pensamientos de Dios? Dios, desde hace cientos de miles de años, creó primeramente el mundo, luego al hombre, pero no manifestó este misterio. Eligióse después un pueblo, estableció con él una alianza, sin todavía revelar esta grandeza de Dios. Sin embargo, en el designio divino se dan ya los primeros pasos en la misma vida y experiencia histórica de Israel. El texto de la primera lectura, donde Dios es llamado "clemente y compasivo, lleno de amor", ¿no es una intuición primeriza de que Dios es Padre? Es una semilla por ahora, que habrá de fructificar al llegar con Jesucristo la plenitud de los tiempos mediante su encarnación y su enseñanza sobre Dios.

El misterio de la Trinidad está por encima de cualquier mente humana. La Trinidad de Dios no ha sido obra ni de teólogos ni de místicos, menos de un "think tank" como se dice hoy. El misterio de la Trinidad no es una invención del genio humano para humillar nuestra pobre inteligencia. No es una idea, es una Realidad, la Realidad más sublime y más apasionante, que existe desde siempre y para siempre. Si Dios mismo no nos la hubiese revelado por medio de su Hijo, continuaría siendo una Realidad, pero ignorada por el hombre y por lo tanto absolutamente ajena a su existencia. El gran Amor de Dios reside en que decidió revelarnos su misterio (Evangelio).

El misterio trinitario se nos revela sobre todo mediante la acción de Dios en la historia. Dios se nos revela como Padre enviando, movido de amor, a su Hijo a nuestro mundo pecador para redimirnos y abrirnos los brazos acogedores de Padre. Jesucristo se nos revela como Hijo en su íntima oración filial, en su perfecta obediencia a la Voluntad de su Padre, en su muerte y resurrección redentoras para destruir un pecado cuya mancha sólo el Hijo podía borrar, y para alcanzarnos la gracia de la salvación. El Espíritu Santo se nos revela como enlace de Amor entre el Padre y el Hijo, como don de comunión a los hombres a fin de que vivan a imagen de la Trinidad, por más que sea de un modo imperfectísimo. Esta es la revelación que Jesucristo nos hizo y que la liturgia recoge en la segunda lectura. 

SUGERENCIAS PASTORALES 

Quisiera hacer una breve consideración sobre dos aspectos de carácter pastoral ante el misterio insondable de la Santísima Trinidad.

Las actitudes del hombre ante este inmenso misterio. Ante el misterio de Dios la actitud más inmediata es la adoración, la sumisión sincera al Padre que tanto nos ama, al Hermano que ha dado su vida por nosotros, al Espíritu que nos acompaña y sostiene en el curso de nuestra historia. Más importante que reflexionar, darle vueltas al misterio, es adorar y rendir todo honor y gloria a nuestro Dios. Otra actitud es la de agradecer a Dios el que sea un misterio y siga siendo un misterio, incluso después de la revelación. Siendo misterio, no es manipulable por el hombre ni puede éste instrumentalizarlo. Agradezcamos a Dios que sea Dios, y no hombre, que sea misterio. Finalmente, una actitud de humilde aceptación del misterio, evitando sea una postura racionalista que lo excluye porque no lo entiende (en este caso, ¿no tendría que excluir otras muchas cosas de su existencia?), sea la postura irracionalista que, más que aceptarlo, sucumbe bajo su peso.

A imagen de la Trinidad. En la Trinidad se da primero el amor entre las divinas personas, pero además el amor hacia fuera, hacia las creaturas, hacia la humanidad. Tenemos en Dios el modelo de la vida humana. Hemos de amar en primer lugar los seres que nos son más cercanos, más íntimos: los miembros de la familia, de la parroquia, del movimiento eclesial al que se pertenece, etc., pero hemos de amar igualmente a todos los demás, a nuestros hermanos en la fe, a los creyentes en Dios, a todos los hombres sin distinción alguna; a nuestros amigos y a nuestros enemigos, a los de mi parroquia y a los de la parroquia vecina. A todos. A imagen y semejanza de Dios.