Solemnidad del Corpus Christi, Ciclo A

Autor: Padre Antonio Izquierdo   

 

 

Primera lectura: Dt 8, 2-3.14-16; Segunda: 1Cor 10, 16-17; Evangelio: Jn 6, 51-58

NEXO entre las LECTURAS

Maná, pan (carne) y vino (sangre) son los términos que abundan en este domingo en que se celebra la solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo. Según el Deuteronomio (1a. lectura), Moisés dice al pueblo: "(El Señor tu Dios) te ha alimentado con el maná, un alimento que no conocías, ni habían conocido tus antepasados". Jesús en el evangelio afirma: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que come de este pan, vivirá para siempre. Y el pan que yo os daré es mi carne. Yo la doy para la vida del mundo". Por su parte, Pablo en su primera carta a los corintios (2a. lectura) les pregunta: "El pan que partimos, ¿no nos hace entrar en comunión con el cuerpo de Cristo?" 

MENSAJE DOCTRINAL

Entre los diversos aspectos de la doctrina católica que se podrían tocar, me quiero fijar en que se trata, en la Eucaristía, de un alimento no conocido.  

El maná del desierto o el pan de la Eucaristía es un pan que el hombre no conoce. Quiere esto decir que es un pan que no está en el poder del hombre producir para satisfacer su hambre, cuando sienta necesidad. Quiere decir, en otros términos, que es Dios, únicamente Él, quien lo otorga. No es, por tanto, un pan disponible a nuestro antojo, un objeto más de nuestro capricho, aunque éste tenga apariencia "religiosa". Está disponible sólo a nuestra oración humilde, a nuestro clamor sincero de gran penuria y de viva y urgente necesidad.

Es también un pan no conocido, porque no existía y porque se ignoraban sus efectos. El maná no existía para los israelitas durante su permanencia en Egipto, únicamente en el desierto Dios se lo dio para que no murieran de hambre, en la marcha hacia la tierra prometida. La eucaristía no existía antes de que Jesús la instituyese en la Última Cena, y la hiciese instrumento santísimo de su presencia personal entre los hombres. Sus efectos son extraordinarios: "Sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad, banquete pascual, en el cual se recibe como alimento a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria futura" (Sacrosanctum Concilium 47). 

El conocimiento del que se trata es un conocimiento completo, referido tanto a la inteligencia como a la experiencia y al corazón, a fin de desembocar en las obras. En punto a experiencia, se ha de llegar a apreciar y experimentar el valor singular y extraordinario de este alimento que Dios nos concede. Junto a la experiencia, se ha de llegar a conocer toda la riqueza teológica, espiritual y moral que este alimento encierra en sí. Pero no podrá en modo alguno faltar el conocimiento por vía del corazón, mediante una sintonía amorosa muy amplia con quien nos da este alimento y con quien se nos da como alimento, Jesucristo Nuestro Señor. Con este conocimiento integral de la eucaristía nos sentiremos impelidos a participar en ella con fervor y frecuencia, y lograremos formar un solo cuerpo, en la fe común y en el amor recíproco. Aquel que logre conocer la Eucaristía con todo su ser, vivirá ciertamente de la Eucaristía y producirá las obras de la Eucaristía: unidad, comunión, fuerza espiritual, santidad de vida, celo apostólico, intimidad con Dios, etc. 

SUGERENCIAS PASTORALES

Conocer la Eucaristía. Se requiere una catequesis permanente y periódica, mediante las homilías, las clases de religión, los contactos personales, para que un conocimiento integral del pan de vida constituya el sustrato básico de la piedad cristiana, que tiene en la Eucaristía su cumbre y su fuente. En este conocimiento subrayaría algunos aspectos: 1) la presencia real de Jesucristo en el tabernáculo, y por consiguiente el respeto y el sentido de lo sagrado dentro de la iglesia. La iglesia es y debe ser un lugar de oración, de silencio, de recogimiento, de adoración, de encuentro con Dios. ¡Qué ingente labor hay que hacer para que los fieles conozcan y vivan este aspecto de la Eucaristía! 2) La explicación teológica, pero de modo sencillo, claro, ejemplificado y convincente, de los frutos de la Eucaristía. Luego de la explicación, se puede hablar del fomento de las visitas eucarísticas, sobre todo al inicio de la mañana y al final de la tarde para ofrecer a Jesucristo las horas de trabajo y para agradecerle su ayuda y su conforto; del fomento de la exposición del Santísimo Sacramento y de la adoración, de la fuerza transformante de la Eucaristía en quienes la reciben con rectitud y con fervor. 3) La preparación para recibir fructuosamente a Jesucristo Eucaristía. Una preparación que implica la recepción del sacramento de la reconciliación, si se está en pecado; que implica además la lectura y meditación de la Palabra de Dios, como también el perdón, la reconciliación y el servicio a los hermanos.

Quitar aquellos obstáculos que dificultan el conocimiento del pan vivo, que da la vida al mundo. El primer obstáculo es tal vez la tentación de reducir el alimento a las puras necesidades corporales y materiales, marginando o incluso prescindiendo de cualquier otro alimento. Quien se alimenta sólo de las realidades terrestres, no puede elevarse a conocer el pan del cielo, le parecerá un lenguaje sin sentido y carente de valor. Otra posible dificultad es hacer de la recepción de la Eucaristía "una costumbre social", como puede ser el felicitar a los novios en su boda, o el asistir a la fiesta del cumpleaños de un amigo. La Eucaristía es ciertamente un acontecimiento social, es decir, eclesial, pero es sobre todo un encuentro personal con Jesucristo. No pequeña dificultad puede ser, sobre todo para los hombres, el respeto humano, el qué dirán, el temor a la opinión de los demás. ¡Casi como si la Eucaristía fuera cosa de mujeres! ¿No es signo de hombría el obrar por convicción y prescindir del parecer ajeno?