XXXI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Lucas 19:1-10

Autor: Padre Carmén Mele O.P

 

 

Identifican a Zaqueo como “jefe de publicanos y rico.” Hoy día dirían “jefe de policía y rico.” Gana sólo $40 mil pero maneja un nuevo Mercedes el domingo y un Toyota SUV el resto de la semana. “¿Cómo puede mantener estos dos carros?” pregunta la gente. La respuesta más común es que acepta sobornos. Ya Zaqueo quiere ver a Jesús. O, más bien -- piensa la gente -- quiere verse con Jesús. Según la opinión general, como un político trata de ganar el apoyo de los católicos con una foto con el Papa, Zaqueo trata ganar el respeto de la gente por asociarse con el santo Jesús.

Pero Zaqueo no se comporta como un pudiente aquí. Sube un árbol como un niño para coger una vislumbre del santo. Al menos, se puede decir que Zaqueo tiene otros intereses en la vida que contar sus pesos.

Hemos oído que en los ojos de Dios todos somos iguales. Ciertamente a Jesús aquí no le importa que Zaqueo tenga millones. Le trata del mismo modo como nos trata a nosotros; eso es, le hace exigencias. “Zaqueo, bájate pronto,” dice el Señor, “hoy tengo que hospedarme en tu casa.” Los ricos también tienen sus deberes ante Dios. De veras, porque disfrutan de muchos recursos, los ricos tienen que preocuparse por los pobres. Los Papas hablan del “hipoteca social” que tienen que pagar al bien de todos. Aún más de los humildes los ricos son obligados por Dios.

Zaqueo se percata de estos deberes. “Voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes,” él dice a Jesús. Pero esta porción es doble lo que requiere la Ley judía. Significa el abandono de sí mismo por una persona que ha encontrado el cumplimiento de sus sueños. Es como el hombre que vende su casa y su carro para pagar a los médicos por la operación de su querida esposa.

La proclamación de Jesús nos mueve como un temblor. “Hoy ha llegada la salvación a esta casa,” le dice a Zaqueo. No sólo está bendiciendo a Zaqueo sino también a su familia y sirvientes. Además los pobres han sido bendecidos con el dote de Zaqueo. La acción de gracias abriga a todos. La caridad no sólo pone frijoles en la mesa de los pobres sino también sosiega el corazón del donador y siembra paz en la casa.