IV Domingo de Pascua, Ciclo A

Juan 10:1-10

Autor: Padre Carmén Mele O.P

 

 

Una vez, no hace muchísimos años, hubo una discusión en una iglesia. Una mujer, hablando por los mayores de la comunidad, dijo que su generación aceptaría a los jóvenes cuando se hicieran cristianos. Quiso decir que cuando los jóvenes mostraran la voluntad de negarse a sí mismo para seguir los mandamientos, ganarían el respeto de los demás. Sí, la dama pareció arrogante en sugerir que los jóvenes, y jamás los mayores, rechazan hacer la voluntad de Dios. Sin embargo, más preocupante aún fue la respuesta de una joven refiriéndose al último versículo de la lectura evangélica de hoy. “…Cristo vino,” dijo ella, “para que tuviéramos la vida y la tuviéramos en abundancia.”

Para algunos la vida en abundancia es tener todo para su complacencia. Es aún más que tener un sueldo de seis cifras, una casa de dos pisos, y un equipo de tres carros para cualquiera ocasión. Es no estar limitados ni por los mandamientos de Dios, ni por las leyes civiles, ni por las costumbres del pueblo. Por supuesto, no van a matar a nadie, pero tampoco van a pagar los impuestos si pueden esquivarlos ni van a cohibirse de ver la pornografía si les da la gana. Podemos decir que para estas personas, la vida en abundancia es la ficción de ser amados tanto por Dios que no tengan que hacer caso ni de Su voluntad. Una vez San Pablo se dirigió a este error. Escribió a los romanos: “…el hecho de que ya no estemos bajo la Ley sino bajo la gracia, ¿nos autoriza a pecar? Claro que no” (Rm 6:15).

Sin embargo, hay otro sentido de la vida en abundancia más en conforme con nuestra fe. En este evangelio Jesús se identifica con la puerta del redil. Para tener la vida en abundancia tenemos que pasar por él. Eso es, que lo conozcamos y aprendamos de él. Es tener como él un corazón puro y una mano servicial. Por ejemplo hay el empacador llamado Juanito que trabaja en un supermercado. Juanito tiene el Síndrome Down que algunos llaman el mongolismo. Un día se le ocurrió a Juanito que podía apoyar a los clientes por poner un pensamiento inspirador en las bolsas que empacara. Con la ayuda de su padre escribió con la computadora el pensamiento que encontró o inventó, e hizo muchas copias. Entonces Juanito puso una copia en las bolsas de cada cliente por quien ayudó con sus provisiones. Dentro de poco la fila del cajero donde Juanito empacaba estuvo siempre la más larga. Cuando el jefe informó a los clientes que había filas cortas, ninguno quería dejar la fila donde recibiría el pensamiento de Juanito. En tiempo se transformó el supermercado. Todos querían cooperar en hacer el ambiente más amable posible.

“¿Cómo Jesús va a acompañarnos hoy?” algunos preguntan, “si murió hace dos mil años.” Buena pregunta. Sí, Jesús murió en la cruz pero también se resucitó para estar con nosotros siempre. Está presente en las Escrituras que nos aseguran de su amor. Queda con nosotros también por los sacramentos que nos fortalecen para hacer lo bueno y evitar lo malo. Finalmente nos acompaña por los pastores – particularmente el papa y los obispos. Dice el evangelio que también el pastor tiene que entrar el redil por la puerta. Eso es, el papa, los obispos, y nosotros sacerdotes tenemos que conformarnos a Jesús si vamos a guiar a la gente bien. Es cierto. Sobre todo nosotros pastores tenemos que recurrir al Señor. Así Jesús transmite la vida en abundancia.