XXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Romanos 12:1-2

Autor: Padre Carmén Mele O.P

 

 

El reverendo doctor Martin Luther King, Jr., solía alentar a la gente que rindieran el mejor trabajo posible. Decía: “Si un hombre es llamado a ser un barrendero, debería barrer las calles como Miguel Ángel pintaba o como Beethoven componía música o como Shakespeare escribía poesía.” Este consejo da eco al mensaje de San Pablo en la segunda lectura hoy.

Pablo quiere que los cristianos vivan su elección no sólo al domingo sino todos los días de la semana. Desea que hagan lo correcto no sólo en la oración y al trabajo sino también al recreo y entre la familia. “No se dejen transformar por los criterios de este mundo,” escribe en la sección de la carta a los romanos que leemos hoy, “sino dejen que una nueva manera de pensar los transforme internamente…” Tomando en serio este consejo, una joven dejó su trabajo de servicio civil porque el ambiente era crudo. Dice ella que casi todos en la oficina usaban palabrotas todo el tiempo de modo que no pudieran aguantarla más que unas meses.

Mañana nosotros americanos observamos el Día de Trabajo. Transformados por el Espíritu Santo, deberíamos tomar este día en una manera diferente. Sí, deseemos descansar como todos y, tal vez, hacer una merienda con la familia. Sin embargo, también deberíamos reflexionar sobre el significado de trabajo – cómo nos permite participar con Dios en la creación de un mundo mejor. Asimismo, deberíamos agradecer a Dios por nuestro empleo que pone pan en la mesa y nos hace posible desarrollar nuestros talentos individuos. Finalmente, querremos echar una petición al Señor por aquellas personas sin empleo y aquellas cuyos trabajos apenas les proveen un techo para dormir seguros, mucho menos el cuidado médico para sobrevivir los trastornos de la vida.