XX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mateo 15:21-28

Autor: Padre Carmén Mele O.P

 

 

El papa San Gregorio Magno era moralista celebre. En un escrito San Gregorio hace hincapié en la humildad. La llama “madre y maestra de toda virtud.” Como madre, la humildad nos advierte del egoísmo, que estorba el crecimiento de la virtud como mala hierba la vid de sandía. Como maestra, la humildad no teme hacer errores que nos enseñan segura si difícilmente. En el evangelio hoy la humildad permite a una mujer conocer el poder salvador de Jesús.

La mujer cananea viene humildemente a Jesús. Aunque no es judía, lo saluda como el Mesías esperado. Grita: “Señor, hijo de David, ten compasión de mi….” Que no faltemos a imitarla. Que no seamos ni tímidos ni orgullosos a pedir al Señor su apoyo cuando andamos apurados. Ninguna tarea es demasiado frívola y ninguna causa es demasiado desesperada para rezar, “Señor, ten compasión de mí.”

Cuando Jesús se entera de la hija endemoniada, él no responde. Queremos saber ¿qué lo cohíbe? Jesús mismo nos contesta que no ha sido enviado sino a los Israelitas. Hace sentido cuando nos damos cuenta que cada vez que Jesús realiza un acto de poder le causa dificultad. La gente viene en cantidades tan numerosas que no puede entrar los pueblos ni descansar en las afueras. Si comenzara a curar a los no judíos, le desviaría completamente de su misión prioritaria a los judíos.

Pero la mujer no se permite a ser vencida. Si la humildad es un aprecio verdadero de sí misma, ella humildemente se reconoce como persona dependiente de Dios. Le dice de pura necesidad, “Señor, ayúdame.” Tanto como ella, nosotros tenemos que estar humildes ante Dios. Humilde viene de la palabra latina humus que quiere decir tierra. Todos nosotros humanos quedamos dependientes de Dios el cual nos formó de la tierra y nos guarda en existencia.

La respuesta de Jesús a la mujer casi nos escandaliza. Dice, “No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselos a los perritos.” En nuestro mundo orientado a ser políticamente correcto este comentario parece rudo. Sin embargo, los judíos a menudo referían a los no judíos como perros al tiempo de Jesús como algunos hoy en día llamamos a nuestros seres queridos por el sobrenombre “gordo” o “viejo.” De todos modos la mujer no oye las palabras como un insulto sino como prueba de fe. Una vez más responde humildemente, “…también los perros comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.”

Entonces Jesús se revela no sólo compasivo sino también flexible en sus diseños. Él arriesga la posibilidad de hacerse inundado de peticiones por conceder lo que suplica la mujer. Nos sirve como un ejemplo cuando sentimos agotados o sobrecogidos. Casi siempre podemos acomodar a una persona de más, sea a la mesa si somos amos de casa o sea al confesionario si somos sacerdotes. Ciertamente, tenemos que poner límites pero muchas veces estos admiten excepciones.

El marinero con pelo bien esquilado sostuvo la puerta abierta para los extranjeros en el día de su graduación del entrenamiento básico. A lo mejor dos meses anteriormente les habría dado la espalda. Sin embargo, la humildad que viene con el buen corte de pelo le ha servido como gran maestra. Le ha sido la entrada a la disciplina y la cortesía tanto como nos permite a pedir al Señor por nuestras necesidades. Como una vid de sandía depende de agua, somos dependientes de Dios. Que no faltemos a pedirle ayuda.