V Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Marcos 1:29-39

Autor: Padre Carmén Mele O.P

 

 

(Job 7:1-4.6-7; I Corintios 9:16-19.22-23; Marcos 1:29-39)

Un hombre de setenta y cinco años dice que su vida es como la de todos ancianos. Pasan la mayoría de su tiempo aguardando los médicos en sus consultorios. No es fácil hacerse viejo. Los mayores sufren de dientes blandos, de piel delgada, de ojos débiles, y de un montón de otros problemas. En la literatura se compara el anciano con un perro dispuesto a morder a personas contrarias o con un mono a lo cual se ríen los niños. En la primera lectura encontramos a Job que sufre todas las indignidades de la ancianidad.

Cuando pensamos en el sufrimiento, tenemos que considerar a Job. Recordemos su historia. Era un hombre rico, feliz, y justo de modo que Satanás pidió a Dios que le permitiera a poner a Job a prueba. Entonces se vuelve sin propiedad, sin hijos, y sin salud. Como dice la lectura hoy, ni puede tener una noche de sueño. Pero jamás maldice al Señor. Solamente Le pregunta, “¿Por qué me hace vivir tan miserable?”

Entonces Dios responde a Job de una tormenta. Dice con gran fuerza que Job no es capaz de recibir la razón para el sufrimiento de los justos. Como Job no estaba allí cuando se creó el universo ni sabe de cosas como las estrellas del cielo o las bestias de la jungla, él no puede entender una aclaración. Entonces se calla Job. Queda satisfecho porque Dios ha visto su sufrimiento y ha escuchado su lamento. Sin embargo, estos no son las últimas palabras de Dios acerca del tema. Entrega una respuesta más adecuada en la vida de Jesús.

Jesús no habla de una tormenta sino al lado nuestro. Su manera no es fuerte sino suave. Aunque es Dios, ha entrado en la atmósfera del sufrimiento junto con nosotros. En primer lugar, muestra en el evangelio hoy como Dios se opone al sufrimiento de los justos. Cura a los enfermos y rescata a los poseídos. Muy significativo también, Jesús sufre junto con los demás. Soporta las incesantes demandas de parte del pueblo. En tiempo, va a sufrir una de las torturas más horribles jamás inventadas – la crucifixión. “¿Por qué sufrimos?” nosotros preguntamos junto con Job. Podremos discernir la respuesta definitiva de la cruz. Jesús nos contesta, “Nuestro sufrimiento queda un misterio pero no se desanimen. Por ello vamos a conquistar la maldad y la muerte.”

No vamos a escapar del sufrimiento en esta vida. Es parte de nuestra existencia vida como el hielo es parte de las regiones árticas. Sin embargo, podemos aliviar su peso por imitar a Jesús en el evangelio. En lugar de gemir, que nos vayamos a un lugar solitario para rezar. Que digamos al Señor como nos cuesta soportar el dolor de artritis o ver a un ser querido sacudirse con la fiebre. Que Le pidamos a socorrernos en nuestra necesidad. Y que sigamos predicando el evangelio por obras de caridad.