IV Domingo de Pascua, Ciclo B.

Juan 10:11-18

Autor: Padre Carmén Mele O.P

 

 

(Hechos 4:8-12; I Juan 3:1-2; Juan 10:11-18) 

Se ha dicho que los predicadores no deberían usar la palabra “ovejas” para describir el pueblo de Dios. Por extensión se puede proponer que no hablen de Jesús como el “buen pastor” tampoco. La razón detrás estas prohibiciones es que supuestamente la gente moderna es educada, no indefensa como una oveja. Además, la gente hoy viviendo en ciudades lejanos del campo no puede apreciar las imágenes rústicas como ovejas, rebaños, y pastores.

Es posible que otras imágenes bíblicas para Jesús parezcan más apropiadas para la vida contemporánea. En el Evangelio según San Lucas, por ejemplo, Jesús se refiere a sí mismo como “médico.” Ciertamente todo el mundo conoce situaciones en que se urge la ayuda de un doctor. De hecho, nos encontramos ahora mismo envueltos en un tal apuro con la epidemia de la gripe porcina. Como consultaríamos a un médico pronto si nuestra hija tendría fiebre alta con vómitos, nos acercamos a Jesús cuando sentimos afligidos por dificultades que amenazan nuestras vidas.

Sin embargo, recorrer a Jesús como el buen pastor todavía tiene relevancia. No sólo en la Biblia existen imágenes de pastores y ovejas sino también en películas documentales y en anuncios como la foto de ovejas atestando un camino en Escocia. También, las ovejas no son tan ignorantes como se les piensa. Pueden encontrar pasto como una abeja y anticipar una tormenta con la facilidad de un meteorólogo. Más a caso, a nosotros nos hacen falta un guía y un protector tan dedicado como el pastor ante su rebaño.

La vida está llena de elecciones en las cuales la vía correcta no está evidente. Cuando amenaza la gripe porcina, ¿debería una anciana inclinada a problemas médicas resumir su puesto como voluntario en la primaria? o ¿debería un obispo encomendado con el cuidado de medio millones de personas suspender las misas dominicales en su diócesis si el Departamento de Salud cierra las esquelas? En ambos casos los actores tienen que peticionar al buen pastor para que les ayude proceder prudentemente.

Dependeremos al buen pastor también para rescatarnos en el apuro más extremo. Más tarde o más temprano, el lobo de la muerte va a llevarse nuestras vidas, sea por la gripe porcina, el cáncer, u otra causa. Entonces, contaremos con el buen pastor a retomarnos de sus fauces para ponernos a su lado en la gloria. Dice Jesús en el evangelio hoy que tiene poder para dar su vida y volverla a tomar. Igualmente tiene el la capacidad de volver a tomar las vidas nuestras. Entonces, que no tengamos vergüenza a llamar al buen pastor como ovejas indefensas. Que no tengamos vergüenza a llamar al buen pastor.