Solemnidad: Domingo de Pentecostés

San Juan 20:19-23

Autor: Padre Carmén Mele O.P

 

 

(Hechos 2:1-11; I Corintios 12:3-7; John 20:19-23)

¿Recuerdan el Antiguo Testamento? Esto no es una pregunta completamente ridícula. No hemos leído del Antiguo Testamento, al menos en la misa, por las últimas siete semanas. Durante el Tiempo Pascual la Iglesia escoge lecturas para la misa solamente del Nuevo Testamento para demostrar que como Jesús es el nuevo vino que nos hace alegres, se necesita odres nuevos para contenerlo. Sin embargo, la Iglesia jamás ha rechazado el Antiguo Testamento como algo de poca importancia. Al contrario, mira hacia el Antiguo Testamento como la palabra de Dios a la cual Jesús da la plenitud.

La venida del Espíritu Santo en la Pentecostés sobre los discípulos encuentra referencia en al menos dos pasajes del Antiguo Testamento. Tal vez muchos hayamos oído cómo la nueva capacidad de los discípulos para hablar en diferentes idiomas repara el pandemonio en Babel. Todos recordamos la historia. Los hombres de Babel, pensando en sí mismos tan grandes como Dios, deciden a construir una torre para hablar con Dios cara a cara. Entonces Dios los confunde por dar a cada uno un lenguaje diferente. No fue un acto celoso de parte de Dios sino misericordioso. Pues, no quería que los hombres de Babel se hicieran daño a sí mismos por intentar a hacer lo imposible.

Hay otro pasaje del Antiguo Testamento, tal vez más al caso, que da contexto a la venida del Espíritu Santo sobre los discípulos. La fiesta de Pentecostés origina en la celebración de los judíos de la entrega de la Ley en el Monte Sinaí. Pusieron la fecha de esta fiesta al cincuenta día de la Pascua según la antigua tradición que Dios le presentó la Ley a Moisés cincuenta días después del éxodo de Egipto. Como Sinaí era lugar de trueno y humo, así el Espíritu viene a los discípulos con gran ruido y lenguas del fuego. Como los israelitas entraron en un pacto con Dios que les formara como Su pueblo, así el Espíritu forma a gentes de los rincones del mundo en el nuevo pueblo de Dios.

Se ha dicho que el Espíritu Santo comprende la nueva ley de Dios. Pero es una ley distinta de todas las otras. Siempre se ha impuesto la ley para refrenar a la persona desde afuera. Eso es, le prohíbe de hacer lo malo por recordarle del correcto. Sin embargo, el Espíritu Santo trabaja dentro de la persona moviéndola a hacer lo bueno. Es la diferencia entre golpearlo al niño cada vez que desobedezca y darle un abrazo cuando responda a una situación con la disposición apropiada.

El Espíritu Santo nos impulsa, como a los discípulos en la lectura, a contar a otras personas de Jesús. No es que quiera que nos paremos en las esquinas gritando a la gente que se arrepienta. Pero, sí, quiere que recemos por los extraviados que andan lejos de Dios. Además, cuando la oportunidad se nos presente, quiere que les ofrezcamos palabras de preocupación y apoyo. Un hombre Pakistaní católico ha establecido una organización dedicada a la paz entre las religiones en su país. La organización fomenta la práctica de la fe entre los cristianos que siempre están en peligro de extraviarse en una cultura 99 por ciento musulmán. También, patrocina eventos para apoyar el bien común donde representantes de ambas religiones comparten sus ideas. Nosotros también podemos compartir con otras personas y apoyarles en la búsqueda del bien común. Es lo que el Espíritu Santo hoy nos mueve a hacer.