Solemnidad: Todos los Santos
San Mateo 5:1-12

Autor: Padre Carmén Mele O.P

 

 

(Apocalipsis 7:2-4.9-14; I Juan 3:1-3; Mateo 5:1-12)

Si vas a Nueva Orleans, tienes que visitar Preservation Hall. En este salón los mejores músicos negros interpretan la música jazz. Se pone un letrero en el medio de la escena que dice que los músicos tocarán cualquiera canción que quisieras por cinco dólares. Y por diez dólares tocarán la canción “Los santos”. ¿Por qué diez dólares para “Los santos”? A lo mejor el recargo tiene que ver con el ánimo con que los negros interpretan esta canción. Sin embargo, se sospecha que tiene que ver también con la estima que tienen para los santos.

Realmente le cuesta a uno hacerse santo. En el evangelio Jesús indica la dificultad. La persona tiene vaciarse de todo lo pretencioso como un mendigo pidiendo limosna. O tiene que buscar la justicia como un profeta después de escuchar la palabra de Dios. O tiene que purificarse de corazón como un niño preparándose para la primera comunión. Nos parece imposible hacerse santo porque los santos se muestran perfectos como Dios. ¿Quién aquí quiere reclamar que ha llegado a esta altura?

Sin embargo, hay muchos santos. La lista oficial de los santos, llamada el martirologio romano, contiene más de siete mil nombres. La primera lectura de la Apocalipsis dice que el vidente Juan cuenta ciento cuarenta cuatro mil de personas marcadas con el sello de santidad. Pero ciertamente este número sólo es un símbolo para decir que hay millones de santos. A lo mejor todos aquí hemos conocido por lo menos a una persona que por años visitaba toda semana a los prisioneros en la cárcel, que jamás mentía ni para ahorrarse de una multa injusta, que daba gracias a Dios en sus rodillas toda noche. Tal vez fuera tu madre o tu tiíto. Yo recuerdo a la mamá de unos compañeros de niñez que ayudaba a todos sin criticar a nadie. Cuando nuestro vecindario cambió con gente de otra raza habitando las casas, ella acogía a sus nuevos vecinos con la misma caridad que había tenido por nosotros.

No hace mucho un americano se enteró de un pariente que fue declarado como santo por el papa Juan Pablo II en 2005. Cuenta el hombre la historia del padre Gaetano Catanoso, el primo de su abuelo, que predicó el evangelio a los pobres en el sur de Italia, fundó escuelas y orfanatos para los niños sobrevivientes de dos guerras mundiales, y aún desafió la mafia. Ya el Padre Gaetano queda como una marca de la fe a mucha gente en Italia. También su herencia ha afectado la vida del americano que cuenta su historia. Dice este hombre que él era católico infiel, pero ahora, por enterarse de su pariente, el santo Gaetano, él trata de vivir más en conforme a la fe.

Podemos ver aquí el propósito de reconocer a los santos, sea oficialmente en el martirologio romano o más popularmente como cuando nombremos a nuestras madres como cerca de Dios. Los santos nos llenan con la esperanza de acercarnos a Dios. Ciertamente nos hace falta la gracia para compartir nuestro pan con el mendigo o arrodillarnos toda noche como un niño. Pero Jesús nos promete al Espíritu Santo; sólo tenemos que aceptarlo. Las historias de los santos en medio de nosotros nos muestran que hacer esto no es imposible. No, no es imposible hacernos santos.