XXXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 12:38-44

Autor: Padre Carmén Mele O.P

 

 

(I Reyes 17:10-16; Hebreos 9:24-28; Marcos 12:38-44)

La viuda pobre tenía a muchos hijos y muchos más nietos. Ella rezaba por todos constantemente – un hecho que explica, en parte, el hecho que todos sus matrimonios quedaban intactos. A menudo la viuda cuidaba a una o dos nietas en la rectoría donde ella cocinaba por una comunidad de religiosos. Mientras ella daba apoyo a sus hijas y nueras, enseñaba a los chicos la bondad. También la viuda dirigía las actividades de las guadalupanas de la parroquia. Además de venerar a la Virgen este grupo recaudaba fundos por varias causas caritativas. Sobre todo la viuda se distinguía por la bondad que demostraba a los religiosos donde trabajaba. Les compraba comestibles con su propio dinero porque no quería pedir reembolso de los recursos de la parroquia. Esta mujer nos recuerda de la viuda que Jesús señala como generosísima en el evangelio hoy.

El pasaje no dice mucho de la viuda. Simplemente que ella echa dos moneditas – según Jesús, todo lo que tiene para vivir – en la alcancía del templo. Sin embargo, las pocas palabras revelan a una persona de inmensa dignidad. Estamos acostumbrados a pensar en la dignidad humana como algo una vez dada para siempre como la fecha de nuestro nacimiento. Sin embargo, la verdad es otra. Sí, se basa la dignidad humana en la creación con la capacidad de reflexionar y actuar libremente. Hacemos hincapié en estas facultades cuando hablamos del humano como creado en la imagen de Dios. Pero se puede aumentar la dignidad. No lo hacemos por llevar ropajes elegantes u ocupar puestos de honor en el estilo de los escribas. Más bien, crece la dignidad cuando usamos nuestras facultades para realizar lo bueno. La viuda hace exactamente esto en dos maneras.

En primer lugar ella reconoce necesidades aparte de las suyas. No se sabe si los donativos a la alcancía ayuden directamente a los pobres o sean para el mantenimiento del templo glorificando a Dios. De todos modos la viuda no se refrena a apoyar al otro. Si es cierto que nosotros no nos paramos más altos que cuando nos agachamos para ayudar al otro, esta pobre viuda mide dos metros de altura.

Pero la viuda no regala sólo una porción de sus recursos sino todo lo que tiene para vivir. Es un donativo extraordinario porque puede resultar en la pérdida de su propia vida. Expresa su confianza completa en la providencia de Dios. Este acto aumenta la dignidad humana porque demuestra la convicción acertada que tan grandes como seamos, últimamente dependemos en la bondad de Dios para la vida. En esta manera la viuda anticipa a Jesús que se entrega a sí mismo a la muerte en obediencia de Dios Padre.

Nosotros deberíamos preguntarnos si estamos dispuestos a confiar en Dios también. O ¿es que no queremos ni pensar en dejar la comodidad de nuestras casitas? Muchos no quieren hablar de la fe con otros parroquianos, mucho menos con los ancianos en un asilo o los prisioneros en la cárcel. Pero Jesús nos sugiere que tomemos a la viuda como modelo para el seguimiento de él mismo. Hay más modos para cumplir tomar este reto que hojas en un árbol, pero tal vez uno sobresalga en este momento.

Nuestro país (EEUU) está terminando un gran debate sobre la reforma de los pagos para el cuidado médico. Algunas propuestas ofrecen mejoramiento significante para el sistema. Sin embargo, las propuestas más probables a ser aprobadas financiarán el aborto. Ya es el momento para levantar la voz. Una ley que facilite el aborto matará el espíritu si o no salve el cuerpo. Para defender la dignidad de la vida desarrollando en el vientre nos opondremos a estas propuestas. Para aumentar nuestra propia dignidad diremos a nuestros congresistas, “Por favor, no” a las propuestas corrientes.