I Domingo de Adviento, Ciclo C
San Lucas 21:25-28.34-36

Autor: Padre Carmén Mele O.P

 

 

(Jeremías 33:14-16; I Tesalonicenses 3:12-4:2; Lucas 21:25-28.34-36)

La vieja viuda quería morir. Vivía en un asilo bien ordenado. Comía bien y estaba cómoda. Pero no tenía la gana a seguir la rutina. Cuando la visitaba un sacerdote, ella le preguntó si estaría bien orar por su propia muerte. Dijo que esperaba a unirse con su esposo que había fallecido hacía algunos años. En una manera la viuda es como nosotros al principio de Adviento.

Desde que se pone el Adviento antes de la Navidad, todo el mundo piensa que el propósito del tiempo es prepararse para la celebración de la venida del niño Jesús. Sin embargo, durante el Adviento deberíamos estar pensando también en el fin de los tiempos cuando Jesús vendrá de nuevo para juzgar al mundo. Por esta razón se coloca el Adviento al fin del año. Particularmente, al principio de Adviento deberíamos hacer caso a esta segunda venida de Jesús.

“No seas tan serio, Padre” dirán algunos, “el mundo durará por millones años más.” Lo puede ser, pero ¿va a estar habitado por todo este futuro? Es posible que haya cambios catastróficos en el clima que extinguirán la gran mayoría de animales incluyendo a todos seres humanos. Ha tenido lugar en el pasado. Por esta razón los dinosaurios no existen ahora. Aún más probable es un fin precipitado por nosotros humanos. El número de países con armas nucleares siguen creciendo. Hacía diez años la India y Pakistán se hicieron poderes nucleares. Recientemente Corea Norte se ha integrado en el club nuclear. Ahora Irán está desarrollando la capacidad de ser miembro. Entretanto los Estados Unidos, el líder del grupo, en vez de disminuir su poder nuclear quiere construir armas más fuertes.

Sea o no la humanidad termine por un desastre de naturaleza y sea o no acabe por el capricho de las naciones, todos tendremos que dar cuenta al Señor por nuestras vidas. A lo mejor la mayoría de nosotros vamos a morir de causas regulares – el cáncer, un ataque al corazón, la influenza. Entonces el juicio será más pronto. El Adviento nos propone que preparémonos para ese momento cuando ocurra. El evangelio hoy nos amonesta: “Estén alerta, para que los vicios, con el libertinaje, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida no entorpezcan su mente...” Es el último ítem que puede naufragar a muchos aquí. No somos homicidas pero sí estamos inclinados a pensar siempre más en nuestro propio bien que en la justicia para los demás, más en los partidos de fútbol que en la oración al Señor.

El Adviento nos prepara para la venida del Señor como los novios ensayan para sus bodas. Sin embargo, el Adviento no es ensayo sino parte de la liturgia de la Iglesia en la cual siempre encontramos al Señor. Es así porque Jesucristo no ha dejado a su pueblo solo. Más bien, por su muerte y resurrección está con nosotros por cada paso que caminemos, por cada aliento que respiremos. Por eso, los recuerdos de su retorno para juzgarnos durante el Adviento nos sirven como su mano en nuestra espalda. Eso es, nos presentan a él en la plenitud de su poder. Jesús está presente en cada momento litúrgico para socorrernos en nuestra necesidad. Jesús está presente para socorrernos.