(Jeremías 17:5-8; I Corintios 15:12.16-20; Lucas 6:17.20-26)
Hay un sacerdote que se describe a sí mismo como teniendo
“un ministerio a los ricos”. Parece raro, ¿no?, “ministerio a los
ricos”. No es que a los ricos no les falte el apoyo de la palabra de
Dios. Ellos cometen pecados y sufren el dolor como todos. Pero
parece extraña la frase porque Jesús en el evangelio se dirige a los
pobres. Dice que en su venida se cumple la profecía de Isaías que se
predicará la buena noticia a los pobres.
En el pasaje hoy Jesús tiene palabras para ambos los pobres y los
ricos. Dice a los pobres que de ellos es el Reino de Dios. Tal vez
algunos querrían saber, ¿qué tanto vale el Reino? Pero esta pregunta
no se le ocurre al pobre del Reino porque sabe cómo su tesoro
consiste precisamente en la persona de Jesús. Los pobres son
dichosos cuando conocen a Jesús como la roca que estabilice la vida.
Estos pobres siguen el evangelio de manera que no se entreguen a los
vicios que vuelven la vida en un basurero. Más bien, siempre
recurren al Señor donde encuentran el apoyo como un río trayendo
todos los recursos de la vida. ¿Todos los pobres son así? No, pero
los pobres son más probables a confiar en Dios porque no duermen
encima de lechos rellenos con dólares para apoyar sus sueños.
El rico también puede tener a Jesús como amigo. Pues, Jesús enviaría
a todos hoy una tarjeta de felicitación pintada con un gran corazón
rojo, “Que seas mi amigo”. Sin embargo, a veces el rico se absorbe
en sus propios proyectos tanto que no se fíe del Señor. Tiene un mil
de citas que no le permiten a rezar. Su seguro, su pertenencia al
club de sport, y su dieta de bajos carbohidratos le permiten
olvidarse del Señor como el primer recurso de la vida. Con demasiada
frecuencia ignoran el hecho que Jesús se dirige a los pobres entre
los cuales se le puede encontrar todavía.
Una vez dos famosos escritores estaban platicando sobre la pobreza.
Dijo el primero, “Hay una diferencia entre los pobres y los ricos”.
El otro comentó, “Sí, el dinero”. Pero dinero es sólo la primera de
muchas desigualdades entre los ricos y los pobres. Los pobres
pierden más años de la salud perfecta que los fumadores, y los niños
pobres son dos veces más probables a ausentarse de la escuela. Los
pobres son menos probables a casarse y más probables a tener a hijos
fuera del matrimonio. Una mujer chicana que se había criado pobre
pero se había educado y se había casado con un comerciante dijo con
franqueza: “He sido pobre y he sido rica, y es mucho más fácil ser
rica”. Esta mujer no se olvidaba ni de sus orígenes pobres ni de
Dios que le apoyaba. Una vez por semana cruzaba la frontera entre El
Paso y Ciudad Juárez para enseñar a las mujeres indigentes las
materias para cumplir la secundaria.
Hoy la Iglesia recuerda a los grandes misioneros a los eslavos
santos Cirilo y Metodio. Sin embargo, es otro santo que nos llama la
atención. San Valentino era sacerdote romano que soportó el martirio
en el siglo tres. No se sabe nada más de él con certeza. Sin
embargo, desde que una leyenda cuenta que él ayudaba a los novios
cristianos casarse, pensamos en el Padre Valentino como el patrono
del amor. Pero es un amor anónimo porque no sabemos de Valentino y,
por eso, digamos un amor inclusivo a todos. Que imitemos este amor
inclusivo, por amar a todos, particularmente a los pobres.
Estaríamos siguiendo a Jesús en el evangelio. Estaríamos siguiendo a
Jesús.