Parece interesante. Dicen que es maravilloso. Sin embargo, algunos
han levantado dudas sobre su valor. El espectáculo titulado “Cuerpos
– una exposición” se ha trasladado a diferentes ciudades en los
últimos años. Destaca el interior del cuerpo humano de manera que se
vea la interacción entre los huesos y los músculos. Un arzobispo
describe la exposición como “inapropiada” porque muestra cadáveres
plasticizados sin identificar quien fueran las personas.
Recientemente ha dicho otro obispo que “Cuerpos” le parece como la
taxidermia humana – eso es, mostrar el cuerpo humano como si fuera
una ardilla desecada. Ciertamente el cadáver humano merece mucho más
respeto. Por este motivo de respetar el cuerpo humano las mujeres
llegan al sepulcro de Jesús “muy de mañana” en el evangelio hoy.
Las mismas mujeres han acompañado a Jesús desde su predicación del
Reino en Galilea. Siempre le han proveído pan, queso y vino para
facilitar su misión. Ahora vienen como las más fieles seguidoras
suyas. No quieren demorar ni un minuto más que sea necesario después
del día de descanso. Desean lavar la sangre de su cuerpo y ungirlo
con perfumes para que la fama de su maestro y señor no sufra mayor
indignidad. En nuestra sociedad los familiares no preparan el cuerpo
del fallecido para el entierro. Pero, sí, le arreglan el funeral con
cuidado.
Por siglos la tradición católica -- y de todas comunidades
cristianas – ha sido enterrar a los muertos con decoro. Respetamos
el cuerpo humano como símbolo de la persona fallecido. Desde que
todos humanos son creados en la imagen de Dios, queremos tratar los
restos de un muerto como sagrados. (Tal vez nos recordemos a
nuestras madres diciéndonos no pisotear la tierra sobre la fosa de
un muerto por respeto.) Otro motivo para soportar la dificultad y el
costo del entierro es la esperanza cristiana que un día el cuerpo se
levante de la muerte. Dicen los dos ángeles en el sepulcro de Jesús
que él ha resucitado. Haber creído en él, esperamos el fin de los
tiempos cuando nuestros huesos se encarnarán de nuevo.
Sin embargo, ahora cada vez más los familiares piden que se cremaran
los restos de sus seres queridos. Podría ser que los fallecidos
habían favorecido la cremación. O, tal vez, escogen la cremación por
razones económicas o simplemente porque es la moda. O podría ser que
en varios casos a los familiares les ha perdido la fe en la
resurrección de la muerte. Prefieren la cremación porque parece
cerrar la vida de una persona nítidamente. En su parecer ya la
persona es solamente memoria así como su cuerpo se ha reducido a los
elementos. La Iglesia no prohíben la cremación, pero, sí, ordena
varias reglas por los cenizas para apoyar la fe en la resurrección.
En el evangelio Pedro anda “asombrado” después de oír el testimonio
de las mujeres y de ver el sepulcro vacío. A lo mejor no cree
todavía en la resurrección porque no ha visto al resucitado. Pero se
le ha suscitado la inquietud. Mucha gente en nuestra sociedad está
como Pedro. Han oído de la resurrección de Jesús, pero les parece
que la ciencia la niega cuando dice que todas las cosas tienden a
desbaratarse, no a ordenarse. Entonces, ¿por qué nosotros seguimos
creyendo en la resurrección de la muerte? ¿Por qué estamos aquí
celebrando la resurrección de Jesús?
En primer lugar, creemos en la resurrección porque hemos
experimentado el amor de Dios. Como Jesús indica en el evangelio,
Dios nos ha proveído pan como a los pájaros y vestido como a los
lirios. No nos parece factible que un Dios tan bueno se nos
olvidaría en el momento de nuestra mayor vulnerabilidad. También,
tenemos el testimonio no sólo de los apóstoles que dieron sus vidas
para anunciar la resurrección sino también de una miríada de santos
y santas incluyendo a nuestros propios antepasados. Como los hijos
de familias que tienen boletos para los partidos de los Vaqueros de
Dallas los guardan una vez que muera el padre de la familia y las
hijas guardan las recetas de sus madres para hacer mermeladas, así
nosotros guardamos la fe de nuestras familias como el ítem más
necesario para vivir como personas cumplidas y caritativas.
Finalmente, sabemos que muchas cosas pasan en el universo que la
ciencia no puede explicar y esperamos que Dios, el autor del
universo, vaya a rescatarnos del desorden aunque no sabemos ni cómo
ni cuándo.
Se habla de una alfombra hecha por un navajo en el siglo diecinueve
y recientemente encontrada en el desván de una familia. Aunque el
tejido nítido de la alfombra no es gastado por el tiempo, sus
colores y designio no llamaban mucha atención de modo que la familia
la usara para cubrir una butaca. Un día la llevó a un evaluador para
determinar su valor. Se sorprendió escuchar que la alfombra vale
media millón de dólares. Así es con la fe en la resurrección. En
estos días de maravillas científicas a algunos no les vale ni el
precio de pan y queso. Pero para nosotros la resurrección es más
preciosa que todos los espectáculos del universo.