Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor, Ciclo C
San Lucas 24:1-12

Autor: Padre Carmén Mele O.P

 

 

Parece interesante. Dicen que es maravilloso. Sin embargo, algunos han levantado dudas sobre su valor. El espectáculo titulado “Cuerpos – una exposición” se ha trasladado a diferentes ciudades en los últimos años. Destaca el interior del cuerpo humano de manera que se vea la interacción entre los huesos y los músculos. Un arzobispo describe la exposición como “inapropiada” porque muestra cadáveres plasticizados sin identificar quien fueran las personas. Recientemente ha dicho otro obispo que “Cuerpos” le parece como la taxidermia humana – eso es, mostrar el cuerpo humano como si fuera una ardilla desecada. Ciertamente el cadáver humano merece mucho más respeto. Por este motivo de respetar el cuerpo humano las mujeres llegan al sepulcro de Jesús “muy de mañana” en el evangelio hoy.

Las mismas mujeres han acompañado a Jesús desde su predicación del Reino en Galilea. Siempre le han proveído pan, queso y vino para facilitar su misión. Ahora vienen como las más fieles seguidoras suyas. No quieren demorar ni un minuto más que sea necesario después del día de descanso. Desean lavar la sangre de su cuerpo y ungirlo con perfumes para que la fama de su maestro y señor no sufra mayor indignidad. En nuestra sociedad los familiares no preparan el cuerpo del fallecido para el entierro. Pero, sí, le arreglan el funeral con cuidado.

Por siglos la tradición católica -- y de todas comunidades cristianas – ha sido enterrar a los muertos con decoro. Respetamos el cuerpo humano como símbolo de la persona fallecido. Desde que todos humanos son creados en la imagen de Dios, queremos tratar los restos de un muerto como sagrados. (Tal vez nos recordemos a nuestras madres diciéndonos no pisotear la tierra sobre la fosa de un muerto por respeto.) Otro motivo para soportar la dificultad y el costo del entierro es la esperanza cristiana que un día el cuerpo se levante de la muerte. Dicen los dos ángeles en el sepulcro de Jesús que él ha resucitado. Haber creído en él, esperamos el fin de los tiempos cuando nuestros huesos se encarnarán de nuevo.

Sin embargo, ahora cada vez más los familiares piden que se cremaran los restos de sus seres queridos. Podría ser que los fallecidos habían favorecido la cremación. O, tal vez, escogen la cremación por razones económicas o simplemente porque es la moda. O podría ser que en varios casos a los familiares les ha perdido la fe en la resurrección de la muerte. Prefieren la cremación porque parece cerrar la vida de una persona nítidamente. En su parecer ya la persona es solamente memoria así como su cuerpo se ha reducido a los elementos. La Iglesia no prohíben la cremación, pero, sí, ordena varias reglas por los cenizas para apoyar la fe en la resurrección.

En el evangelio Pedro anda “asombrado” después de oír el testimonio de las mujeres y de ver el sepulcro vacío. A lo mejor no cree todavía en la resurrección porque no ha visto al resucitado. Pero se le ha suscitado la inquietud. Mucha gente en nuestra sociedad está como Pedro. Han oído de la resurrección de Jesús, pero les parece que la ciencia la niega cuando dice que todas las cosas tienden a desbaratarse, no a ordenarse. Entonces, ¿por qué nosotros seguimos creyendo en la resurrección de la muerte? ¿Por qué estamos aquí celebrando la resurrección de Jesús?

En primer lugar, creemos en la resurrección porque hemos experimentado el amor de Dios. Como Jesús indica en el evangelio, Dios nos ha proveído pan como a los pájaros y vestido como a los lirios. No nos parece factible que un Dios tan bueno se nos olvidaría en el momento de nuestra mayor vulnerabilidad. También, tenemos el testimonio no sólo de los apóstoles que dieron sus vidas para anunciar la resurrección sino también de una miríada de santos y santas incluyendo a nuestros propios antepasados. Como los hijos de familias que tienen boletos para los partidos de los Vaqueros de Dallas los guardan una vez que muera el padre de la familia y las hijas guardan las recetas de sus madres para hacer mermeladas, así nosotros guardamos la fe de nuestras familias como el ítem más necesario para vivir como personas cumplidas y caritativas. Finalmente, sabemos que muchas cosas pasan en el universo que la ciencia no puede explicar y esperamos que Dios, el autor del universo, vaya a rescatarnos del desorden aunque no sabemos ni cómo ni cuándo.

Se habla de una alfombra hecha por un navajo en el siglo diecinueve y recientemente encontrada en el desván de una familia. Aunque el tejido nítido de la alfombra no es gastado por el tiempo, sus colores y designio no llamaban mucha atención de modo que la familia la usara para cubrir una butaca. Un día la llevó a un evaluador para determinar su valor. Se sorprendió escuchar que la alfombra vale media millón de dólares. Así es con la fe en la resurrección. En estos días de maravillas científicas a algunos no les vale ni el precio de pan y queso. Pero para nosotros la resurrección es más preciosa que todos los espectáculos del universo.