III Domingo de Pascua. Ciclo C.
San Juan 21:1-19

Autor: Padre Carmén Mele O.P

 

 

(Hechos 5:27-32.40-41; Apocalipsis 5:11-14; Juan 21:1-19)

San Pedro no es el discípulo modelo. Esta distinción pertenece al “discípulo amado por Jesús”. Pero Pedro es el discípulo con quien más nos identificamos. Es así porque los cuatro evangelios retratan a Pedro en varias situaciones – de ganar la vida hasta cuestionar a Jesús sobre sus enseñanzas. También, vemos a nosotros reflejados en Pedro porque él se presenta como persona falible. Comienza a dudar cuando camina sobre las aguas, cae en sueños cuando Jesús le pide a orar en el jardín, y niega a Jesús. Tal vez el Evangelio según San Juan incluye el episodio de Pedro que hallamos en la misa hoy para refortalecer nuestra fe como el Señor se lo hace a Pedro.

La triple negación de Pedro es muestra de la cobardía particularmente lamentable porque Pedro se jactó como diera su vida por Jesús. Para ayudarle compensar su fracaso, Jesús le pide tres veces si lo ama. Podemos escuchar cada pregunta como una prueba de quien es Jesús. También deberíamos percibir que Jesús está exigiendo a nosotros junto con Pedro algo cada vez más profundo.

Primero, Jesús pregunta a Pedro, “¿…me amas más que éstos?” “Éstos” pueden referir a los otros discípulos de modo que la pregunta sea si Pedro ama a Jesús más que los otros discípulos lo aman. O posiblemente “éstos” señalen los aparatos de pescar. Tal interpretación haría la pregunta si o no Pedro ama al Señor más que ama su manera de vivir. Supongamos por un momento que la segunda posibilidad es la correcta y preguntémonos si amamos a Jesús más que las cosas que nos satisfacen. ¿Amamos a Jesús más que nuestros empleos – construyendo casas o cuidando a niños? ¿Lo amamos a Jesús más que nuestros placeres – tomando un baño caliente o viendo un partido de fútbol? Y ¿lo amamos más que nuestras alegrías – ver a los hijos licenciarse? Ciertamente, sí. Por eso, apacentaremos a los corderos de Jesús por contarles que bueno es el Señor. Un hombre reconoce a sus padres para el éxito que ha tenido en su vida. Así no deberíamos faltar a acreditar a Jesús por su guía y su gracia en nuestras carreras.

La segunda pregunta de Jesús a Pedro es más sencilla pero a la vez más profunda. Pregunta simplemente, “¿Simón, hijo de Juan, me amas?” Posiblemente Jesús quiera que Pedro se dé cuenta de quien es que lo acompaña. ¿Ama a Jesús con quien caminaba senderos y comía el pan? Se puede dirigir la misma pregunta a nosotros. ¿Amamos a Jesús como nuestro compañero en la vida? Parece extraño hablar de una persona que vivió hace dos mil años como un amigo. Sin embargo, muchos mantienen el afecto por un esposo o esposa muerta por décadas y algunos, por un personaje histórico como Marilyn o Elvis. La clave aquí, como en todas relaciones, es permitirle a Jesús entrar en nuestra conciencia. Tenemos que recordar sus palabras e imaginarnos en diálogo con él. La presencia de Jesús a nosotros afectará nuestra manera de relacionar con otros humanos. Cumpliendo el mandato a apacentar sus ovejas, trataremos a todas personas con la gentileza como si Jesús fuera a nuestro lado observando. Un vendedor de carros exitoso una vez reveló su secreto – no despreciar a nadie aún la persona vestido de harapos sino tratar a todos como personas de medios. Tenemos mucho más razón para cuidar a todos que encontremos, particularmente a los necesitados.

La tercera vez que Jesús pregunta a Pedro, él va al fondo de su propia identidad. ¿Ama Pedro a Jesús como Dios? Jesús ha mostrado su origen divino definitivamente por entregarse a la cruz y por levantarse de la muerte. Amamos a Jesús como Dios cuando ponemos la celebración de la muerte y resurrección en el centro de nuestras vidas. Si no podemos asistir en la misa diaria, participaremos en la liturgia dominical como un momento privilegiado de la semana. Un teólogo escribió cómo sus padres – campesinos negros que trabajaban duro seis días de la semana – siempre iban a iglesia el domingo vestidos de traje y vestido especial. De esta manera se daban cuenta que eran hijos de Dios hechos iguales a todos – blancos tanto como otros negros. Apacentamos a las ovejas del Señor por rezar que él fortalezca nuestros esfuerzos por los demás.

Hace unos años se publicó la novela Cena con un perfecto desconocido. Describe el encuentro entre un hombre de negocio y la persona que le envió invitación a un restaurante. Al principio no se sabe quien sea el anfitrión. Tiene barbita y se viste de traje como muchos otros hombres. Pero después de comer la ensalada se hace cada vez más claro que es personaje conciente de todo y amoroso sobre todo. Exige en su propia manera – mostrando la necesidad de vivir coherente y auténticamente. Es como Jesús encuentra a Pedro en el evangelio hoy. Es como él nos encuentra a nosotros si lo permitimos entrar en nuestra conciencia.