Solemnidad de Cristo Rey, Ciclo C

Lucas 23, 35-43: Cristo Reina desde la Cruz
Autor: + Mons. Carmelo Juan Giaquinta
Arzobispo emérito de Resistencia, Argentina


Apuntes de monseñor Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia, para la homilía de la Solemnidad de Cristo Rey(25 de noviembre de 2007)

 

I. “Los soldados también se burlaban: `Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!’”

 

1. El ministerio evangelizador de Jesús comenzó con un desafío del demonio: “Si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí a abajo” (Lc 4,9). Y termina de manera semejante, con el desafío de los jefes del pueblo y de los soldados, en tono de burla: “Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!” (Lc 23,37).

 

2. Es extraño celebrar la solemnidad de Cristo Rey leyendo el pasaje de la pasión según San Lucas, que recuerda la burla que se hace de la salvación que Cristo trae y de su reino. Pero nada mejor que la Palabra de Dios para entender su Reinado, cuál es el estilo del Rey que servimos, qué suerte nos espera reconociéndolo como tal.

 

3. Si tenemos presente todo el capítulo 23 de San Lucas, advertimos que Jesús, cuando es llevado delante del gobernador romano, ya no disimula su convicción de que es rey. Ante la acusación que le hacen, e interrogado “¿eres el rey de los judíos?”, responde sin vacilar: “Tú lo dices” (v.3). Y hasta pareciera sentirse cómodo suspendido en cruz bajo un cartel que dice en tono burlesco: “Este es el rey de los judíos” (v.38). Desde allí comienza a dispensar sus favores reales. Ante la súplica del buen ladrón, “Jesús, acuérdate de mi cuando vengas a establecer tu reino”, le concede la gracia al instante: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso” (vv. 42-43).

 

4. Mirada desde afuera la escena pareciera de manicomio. Nada corresponde a lo que los antiguos esperaban de un rey. En vez de trono, una cruz. Y en lugar de una corte aduladora, una banda que lo insulta. Ni siquiera corresponde a lo que esperaban los apóstoles. Nos lo muestra San Lucas, en el libro de los Hechos, cuando el día de la ascensión le preguntan: “Señor, ¿es ahora que vas a restaurar el reino de Israel?” (Hch 1,6). Seguían esperando un rey terreno, con medios terrenos, estrategias terrenas, glorias terrenas. ¿Qué de extrañar si también nosotros cedemos más de una vez a concepciones terrenas del reinado de Cristo?

El apóstol San Pablo, escribiendo a los corintios, reconoce la apariencia demencial del reinado de Cristo: “Nosotros predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos” (1 Co 1,23). Pero en esa locura descubre la gran sabiduría de Dios: “La locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres” (v.25).

 

5. Cristo reina de modo muy diferente a los reyes de la tierra. Reina sirviendo, según la lección que dio a sus discípulos en la última cena cuando competían por la primacía: “Los reyes de las naciones dominan sobre ellas… Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario: el que es más grande, que se comporte como el menor, y el que gobierna, como un servidor” (Lc 22,25-26). Reina perdonando: “Lo crucificaron con los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23,33-34). Reina dejándose arrebatar su Reino por un ladrón en el que descubre una brizna de bondad: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso” (v.43).

 

II. Orar por las nuevas autoridades

 

6. En quince días asumen las autoridades electas del poder legislativo y ejecutivo, a nivel nacional, provincial y municipal.

La fe nos enseña a orar por las autoridades civiles. San Pablo lo inculca a su discípulo Timoteo: “Te recomiendo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, y por los reyes y todas las autoridades, para que podamos disfrutar de paz y de tranquilidad, y llevar una vida piadosa y digna. Esto es bueno y agradable a Dios” (1 Tm 2,1-3). La Iglesia lo inculca en la liturgia, y en el Misal Romano provee varios formularios para ello. Esta súplica tiene lugar, de ordinario, en la Plegaria universal u oración de los fieles. Conviene que el 10 de diciembre, y siempre, hagamos esta oración. Y ello al margen de que hayamos dado el voto o no a las autoridades que asumen ese día.

 

7. El apóstol Pablo enseña que “no hay autoridad que no provenga de Dios y las que existen han sido establecidas por él” (Rom 13,1). No es Dios, pero lo representa, y merece respeto. Representar a Dios es tarea difícil, que necesita de sabiduría. Por ello oramos pidiendo este don para los constituidos en autoridad. Como todo ser humano, éstos soportan tentaciones: para no ejercerla, ejercerla mal o abusar de ella. Y muchas veces caen. De allí, la necesidad que tienen de humildad para reconocer los yerros y enmendar el rumbo. Por nuestra parte, los ciudadanos necesitamos honestidad, para colaborar, obedecer y formular la sana crítica (no la maledicencia). Y si la autoridad pretendiere suplantar a Dios, resistirla pacíficamente. Como dijo el apóstol Pedro a los senadores judíos: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5,29).

 

8. Respetar sinceramente la autoridad y resistir pacíficamente sus abusos: son actitudes inseparables, que expresan la conducta democrática del cristiano.

Mons. Carmelo Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia

Fuente: AICA.org con permiso del Sr. Arzobispo