XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Lucas 21, 5-19: El cristiano en el mar de la historia
Autor: + Mons. Carmelo Juan Giaquinta
Arzobispo emérito de Resistencia, Argentina


Apuntes de monseñor Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia, para la homilía del 33º domingo durante el año (18 de noviembre de 2007)

 

I. “No llegará tan pronto el fin”

 

1. La lectura del Evangelio de hoy (Lc 21,5-19) forma parte del discurso escatológico de Jesús, cuya última parte leímos el primer domingo de Adviento al comenzar el año litúrgico que está por terminar.

“Escatológico”: viene de palabra griega “ésjaton”, “lo final”. “Escatológico”, “lo concerniente a lo final”.

 

2. A la ponderación que algunos hacen de la belleza del Templo de Jerusalén, Jesús responde con el anuncio de su destrucción: “De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido” (v. 6). Lo cual a los apóstoles, que eran judíos, les sonó como una gran desgracia. Como si fuese un anticipo del fin del mundo. Y no era para menos. La destrucción aconteció en el año 70 de nuestra era, a manos de Tito, general romano.

Ante tal anuncio sobreviene la curiosidad de los apóstoles: “Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?” (v. 7). Como otras veces, Jesús no responde a curiosidades sobre el futuro. Y les advierte sobre las dificultades del día a día que habrán de discernir y superar. Especialmente las relativas a falsos anuncios: “Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo ‘Soy yo’; y también: ‘El tiempo está cerca’. No los sigan” (v.8).

 

3. Periódicamente aparecen en la Iglesia rumores sobre grandes cataclismos y castigos divinos, atribuidos especialmente a revelaciones de la Virgen María. Por ejemplo, en la década del cincuenta se anunciaban tres días de tinieblas, de los que uno se podría salvar proveyéndose a tiempo de una vela. O nuevamente ahora, exhortaciones a luchar para que las naciones sean consagradas al corazón de María, y así evitar grandes castigos divinos; etc. Todos, falsos remedios que distraen al cristiano, pues le impiden vivir en la fe y en el amor.

En mis andares apostólicos he visto a gente espantada por tales revelaciones, anunciadas en hojitas distribuidas sin autorización al salir del Templo. “Padre, ¿es cierto esto?”. “No hijo, les respondía; eso no es conforme al Evangelio de Jesús. Mejor que gastes tu tiempo en amar a tu mujer, educar a tus hijos en la fe cristiana, hacer bien tu trabajo, ser un buen vecino, actuar como honesto ciudadano todos los días y no sólo en las elecciones; y mantenerte en la fe, pese de todas las dificultades”.

 

4. Jesús continúa describiendo los tiempos que sus discípulos habrán de vivir hasta el final de la historia: “Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra, pero no llegará tan pronto el fin” (v. 9). ¿Escucharon bien lo que dice Jesús? “No vendrá tan pronto el fin” (v.9).

 

II. “Antes los perseguirán para que den testimonio de mi”

 

5. Tenemos que fijarnos muy especialmente en la frase de Jesús que sigue: “Antes de todo eso los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas, y serán encarcelados: los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre para que puedan dar testimonio de mí” (vv. 12-13).

El encargo que nos da Jesús es precioso: “dar testimonio de él”. ¿Recuerdan lo que le escuchamos en su Ascensión? “Y serán mis testigos hasta los confines de la tierra” (Hch 1,8). Así como Cristo es “el testigo fiel” (Ap 1,5) del amor que Dios Padre tiene a nuestra humanidad pecadora, así nosotros estamos llamados a ser los testigos del amor que Cristo le tiene. ¿Misión más hermosa nos podría caber?

 

6. La catequesis sobre el testimonio se suele hacer para la Confirmación. Pero ¿ésta incluye siempre la posibilidad de tener que sufrir por Cristo?

 

III. “Ni siquiera un cabello se les caerá”

 

7. Lo hermoso de la misión no excluye el dolor. Todo lo hermoso cuesta. Los ricos racimos cuestan la poda de la vid. A una madre un parto le cuesta angustias. No en vano el refrán español dice: “El que quiere celeste que le cueste”. No hemos de extrañarnos que nos sobrevengan tribulaciones por vivir conforme al Evangelio.

El apóstol Pedro, escribiendo a los cristianos en tiempos del emperador Nerón, les decía: “Queridos míos, no se extrañen de la violencia que se ha desatado contra ustedes para ponerlos a prueba, como si les sucediera algo extraordinario. Alégrense en la medida en puedan compartir los sufrimientos de Cristo” (1 Pe 4,12-13).

Las dificultades pueden ser de todo tipo. Externas, como ya vimos. O internas: “Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por su parientes y amigos” (Lc 21,17). Según el apóstol Pedro, lo único que ha de dolernos es ser perseguidos por ser malos cristianos: “Que nadie tenga que sufrir como asesino, ladrón, malhechor o delator. Pero si sufre por ser cristiano, no se avergüence y glorifique a Dios por llevar se Nombre” (vv. 15-16).

 

8. ¿Es posible que un cristiano viva en la alegría en medio de las tribulaciones? Lo es si pone toda tu confianza en Dios. Recordemos la promesa de Jesús: “Ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza” (v.18), sin que Dios lo permita. Entonces, ¿qué podemos temer?

 

Mons. Carmelo Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia

Fuente: AICA.org con permiso del Sr. Arzobispo