XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Lucas 17,11-19: Acordarnos de los excluidos
Autor: + Mons. Carmelo Juan Giaquinta
Arzobispo emérito de Resistencia, Argentina


Apuntes de monseñor Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia, para la homilía del 28º domingo durante el año (14 de octubre de 2007)

 

I. El leproso agradecido

 

1. La figura bíblica que, junto a la de Jesús, domina en las lecturas de este domingo es la del leproso curado: ver 2 Reyes 5,14-19 y Lc 17,11-19.

La palabra “lepra” designaba en la antigüedad un universo de enfermedades cutáneas. En el libro del Levítico se habla incluso de lepra de los vestidos y de las casas (c.c 13-14). Más que la fealdad de la piel o de los miembros, lo grave de la lepra era que afectaba la relación con los hombres y con Dios. De allí que el sacerdote debía comprobar la enfermedad. Si persistía, esa persona era impura. Debía ser separada de la comunidad. No podía adorar a Dios junto con los demás. Por ello que en el Evangelio se dice que los leprosos “se detuvieron a distancia, y empezaron a gritarle: ‘¡Jesús, maestro, ten compasión de nosotros!’” (Lc 17,12-13).

 

2. Hasta no hace mucho se creía que la lepra era una enfermedad incurable y contagiosa. Los leprosarios estaban lejos de las ciudades. En las afueras de Posadas, conocí el Hospital Pedro Baliña, atendido con exquisita caridad por las Siervas del Espíritu Santo. Y en la Isla del Cerrito, en el Chaco, (en la confluencia de los ríos Paraguay y Paraná), hubo otro leprosario, cuyos edificios, de muy buen estilo, se han convertido en lugar para el turismo.

 

3. En ambas lecturas el leproso es un extranjero. En la primera se trata de Naamán, un general del rey de Arám (2 Re 5,1). En la segunda, es un samaritano (Lc 17,16). En ambas lecturas el leproso curado se muestra agradecido. Naamán, al no aceptarle el profeta Eliseo un regalo, le pide poder llevarse un poco de tierra de Israel porque en adelante quiere adorar sólo al Dios que cuida a ese pueblo. En el Evangelio la gratitud del leproso es manifiesta. El hecho que sean diez los leprosos curados hace resaltar mejor la figura del único agradecido.

 

II. El grito de los excluidos

 

4. En la escena evangélica vale la pena destacar el grito de piedad de los leprosos. Es idéntico al del ciego de Jericó. Es un eco del grito de piedad que brota permanentemente de la humanidad. Nada más doloroso que ser un excluido. De allí el grito humano. Desde el llanto del bebe para que no se olviden de él. Hasta el acurrucarse del anciano sin fuerzas que ya no grita para hacerse escuchar.

La exclusión de una persona es admisible sólo como parte de su proceso de inclusión. No, como gesto de inhumanidad. De lo contrario, habríamos inventado tal vez algo peor que la pena de muerte. Si apartamos a un enfermo es para que se cure. Si recluimos a un reo es para que se regenere.

 

5. Aquí se abre todo un capítulo de reflexión: quiénes son hoy los excluidos. Y cómo los tratamos. Y esto en la sociedad y en la Iglesia; incluso en nuestra familia.

Cuando decimos “excluidos”, hoy pensamos en el mundo laboral: los que no tienen trabajo para ganarse el pan. Es una forma de exclusión terrible, que en los últimos años se vino a sumar a otras que ya existían, de las que muchas veces no tenemos ni la más pálida idea. Anotemos aquí muchos hospitales psiquiátricos, públicos y privados. Muchas cárceles y alcaidías. Verdaderos “lager” donde depositamos a seres como nosotros y los abandonamos a su suerte, que son una afrenta a los derechos humanos.

 

6. Y aquí una sugerencia. Ya que el nombre de Villa Devoto está asociado también al de la cárcel, haríamos bien en esta comunidad parroquial de San Antonio que cada domingo, en la oración de los fieles, recordásemos a los que están presos bastante cerca de nosotros. Es un modo de incluirlos en nuestro corazón. Y de hacer que nuestra sociedad no se olvide de aquellos a quienes ha recluido.

 

III. Domingo de las Misiones: los excluidos de Evangelio necesitan que nos acordemos

 

7. En las dos lecturas vimos que el leproso agradecido es un extranjero, alguien que no pertenecía a la comunidad de Israel. Jesús lo resalta: “¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios sino este extranjero?” (v. 18). Seríamos necios si leyésemos esto en clave antijudía y no en clave eclesial. Lectura en clave antijudía sería que “los judíos son unos desagradecidos”. En clave eclesial es que la ingratitud mostrada entonces por los miembros del pueblo elegido curados por Jesús, puede ser suceder también con nosotros los cristianos practicantes de hoy. San Lucas redactó su Evangelio para la comunidad eclesial primitiva, muchos de cuyos miembros eran judíos; no, contra ellos.

Los nueve leprosos judíos curados se comportaron como si la curación fuese algo que Jesús les debía. No supieron verla como un regalo de cielo. Por ello recibieron sólo la salud del cuerpo, pero no el regalo de la salvación que recibió el extranjero agradecido: “tu fe te ha salvado”.

 

8. Este Domingo, segundo de octubre, la Iglesia lo dedica en todo el mundo a orar por la Misiones Católicas y a hacer una colecta universal en favor de ellas. Nosotros, que fuimos purificados por Jesús de la lepra espiritual del pecado mediante la fe y el bautismo, mostrémosle nuestro agradecimiento, orando por los que hoy están excluidos del Evangelio, y haciendo nuestro aporte generoso. 

 

Mons. Carmelo Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia

Fuente: AICA.org con permiso del Sr. Arzobispo