XXVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Lucas 17, 5-10: “¡Señor, auméntanos la fe!”
Autor: + Mons. Carmelo Juan Giaquinta
Arzobispo emérito de Resistencia, Argentina


Apuntes de monseñor Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia, para la homilía del 27º domingo durante el año (7 de octubre de 2007)

 

I. “El justo vivirá por la fe”

 

1. El pasaje del Evangelio de hoy (Lc 17,3-10) contiene tres enseñanzas de Jesús sobre: a) el perdón al que se arrepiente; b) el poder de la fe; c) la humildad ante los éxitos apostólicos.

Podría discutirse si San Lucas hilvana las tres enseñanzas, o simplemente las yuxtapone. Sea lo que fuere, el poder de la fe es el mensaje central que la Iglesia desea trasmitirnos. Lo sugiere al proponernos la primera lectura del profeta Habacuc (1,2-3; 2,2-4). Éste disputa con Dios, pues se resiste a que los impíos sean su instrumento para purificar a Israel. A la espera de su respuesta, escucha la voz divina: “El que no tiene el alma recta sucumbirá, pero el justo vivirá por su fe” (Hab 2,4).

 

2. Este versículo del profeta se ha hecho famoso porque el apóstol San Pablo lo transcribe al comienzo de la carta a los Romanos (cf Rom 1,17), donde trata de la fe que nos salva. Años después el autor de la carta a los Hebreos también lo cita cuando exhorta a la comunidad cristiana de origen judío a no desanimarse por las penurias que debe sufrir: “Ustedes necesitan constancia para cumplir la voluntad de Dios y entrar en posesión de la promesa. Porque todavía falta un poco, muy poco tiempo, y el que debe venir vendrá sin tardar. El justo vivirá por la fe, pero si se vuelve atrás, dejará de amarlo” (Hb 10,36-38).

 

3. ¡Cuánto necesitamos hoy escuchar esta exhortación a permanecer en la fe! El cristiano sufre hoy no menos que los cristianos judíos ayer o el profeta Habacuc. En medio de la estupidez general, ¿vale la pena ser recto? Por momentos todo principio moral pareciera derrumbado. Los Diez Mandamientos ya no valen. Los derechos humanos, que brotan de la dignidad con que Dios revistió al hombre, son cambiados por otros seudo-derechos que los poderosos se arrogan según su capricho. Jesucristo pareciera superado. Lo reemplazan con mayor éxito juglares vulgares de la TV que todo el día catequizan con idioteces al pueblo.

 

II. “Si tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza…”

 

4. Sea que a los apóstoles les pareció excesiva la enseñanza de Jesús de perdonar siempre al que se arrepiente, o por lo que fuere, éstos se dan cuenta que su fe es muy poca. Y entonces exclaman: “¡Auméntanos la fe!” (Lc 17,5). Jesús les responde con el elogio de la fe: “Si tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: ‘Arráncate de raíz y plántate en el mar’, ella les obedecería” (Lc 17,6). La fe es, según Jesús, algo pequeño pero poderoso, como una especie de átomo primordial antes del Big Bang. A lo largo de todo el Evangelio, la fe es la fuerza que pone en marcha el poder salvador de Cristo: “Hija, tu fe te ha salvado, vete en paz” (Lc 8,48). La fe viva es todo lo que hace falta para salvarse: “No temas, basta que creas y (tu hija) se salvará” (Lc 8,50). Conviene que hoy hagamos nuestra la súplica de los Apóstoles, y que de lo hondo del corazón le digamos al Señor: “¡Auméntanos la fe!”.

 

5. Se trata por cierto de la fe viva, íntegra, aquella con la que adherimos a Cristo con todo nuestro ser, con la mente y con el corazón. Como dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “Por la fe, el hombre somete plenamente su inteligencia y su voluntad a Dios. Con todo su ser, el hombre da su asentimiento a Dios que se revela. La Sagrada Escritura llama ‘obediencia de la fe’ a esta respuesta del hombre a Dios que se revela” (142).

 

III. “Peregrinación a Luján: Kilómetros de Fe”

 

6. Ayer el noticiero intitulaba así la toma desde un helicóptero de la larga columna que marchaba por la ruta hacia Luján. Estoy seguro que en ella caminaba mucha gente de corazón sencillo cuya fe Jesús alabaría, como la de la mujer enferma que se acercó para tocarle los flecos del manto (cf Lc 8,43-48). Una fe que a muchos cultos tal vez pudo parecer supersticiosa, pero cuya autenticidad Jesús supo valorar.

 

7. Sin embargo, si bien la peregrinación a Luján es una demostración de fe, la marcha por si sola no es un acto de fe. Nosotros necesitamos demostrar la fe. El mismo Jesús lo hizo cada año cuando peregrinaba a Jerusalén para la Pascua. Pero nuestras demostraciones no son garantía de que tengamos una fe viva, capaz de poner en marcha el poder salvador de Jesucristo. La fe puede expresarse en kilómetros caminados, pero no es medible en kilómetros. Siempre es algo pequeño como un grano de mostaza. Es un don del Espíritu Santo sembrado en nuestro corazón con el cual le creemos a Dios con todo nuestro ser y nos confiamos totalmente a él, no importa la oscuridad en que vivamos o los sufrimientos que debamos soportar para mantenernos en el camino del bien.

 

8. En la Argentina cuidamos bastante bien las demostraciones extraordinarias de la fe de la gente. ¿Cuidamos con igual o mayor esmero los medios ordinarios para cultivarla, como son la educación familiar, la escolar, la catequesis y la predicación? ¿Los pastores alentamos a los padres, catequistas, maestros, a cultivar la fe viva de los que les están encomendados?

 

Mons. Carmelo Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia
Fuente: AICA.org con permiso del Sr. Arzobispo