XXI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Lucas 13, 22-33: Ser cristiano en todos los órdenes
Autor: + Mons. Carmelo Juan Giaquinta
Arzobispo emérito de Resistencia, Argentina


Apuntes de monseñor Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia para la homilía del 21º domingo durante el año (26 de agosto de 2007)

 

I. Caminar resueltos con Jesús

 

1. Varios domingos hemos leído algún pasaje de San Lucas que se refiere al camino de Jesús a Jerusalén, donde consumará su obra mediante su muerte y resurrección. Durante su camino, enseña y cura. Muchos pretenden sumarse a su marcha, pero no siempre con determinación.

2. El pasaje de hoy nos muestra a una persona curiosa de la religión: “Mientras se dirigía a Jerusalén, una persona le preguntó: ‘Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?” (Lc 13,23). Se parece al doctor de la Ley que quería saber quién era su prójimo, pero no actuar como tal. Lo mismo que entonces, Jesús no responde directamente a la pregunta del curioso, sino que le propone entrar por la puerta estrecha en la sala del banquete: “Él respondió: ‘Traten de entrar por la puerta estrecha…’” (v.24). El texto original griego es más expresivo que la traducción argentina: “luchen por entrar por la puerta estrecha”. Hay que esforzarse para no quedar afuera.

3. Les dije muchas veces que Jesús no enseñó nada sólo para que lo conozcamos y tengamos cultura religiosa. O para que refutemos los errores teológicos de los demás. Todo lo enseñó para que, acogiéndolo en nuestro corazón con fe y amor, lo pongamos en práctica. Y así nuestra vida se transforme a imagen de la suya. Y seamos constructores de su Reino. Si nos enseña que Dios es nuestro Padre es para que cultivemos hacia él una actitud de hijos y de hermanos hacia los hombres creados por él. De lo contrario ese conocimiento religioso se vuelve contra nosotros, pues nos hace doblemente responsables de una conducta no conforme al Evangelio.

 

II. Ser cristiano no es “tener facha de…”

 

4. La parábola de la puerta estrecha nos dice que la vida cristiana no es compatible con una componenda imposible: estar bien con Dios y con el diablo. San Mateo, que también trae la parábola de la “puerta estrecha”, recuerda la enseñanza de Jesús que “nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo” (Mt 6,24; cf Mt 7,13-14).

5. La parábola del dueño de casa que cierra la sala del banquete, del que quedan excluidos muchos que lo conocen, refuerza la misma idea. Ser cristiano no es “tener facha” de tal: “Hemos y comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas” (Lc 13,26). Si bien puede ser útil pertenecer a una familia de tradición católica, ello no basta para ser de veras cristiano. Tampoco basta frecuentar ambientes religiosos: parroquia, colegio católico, trato amistoso con algún miembro del clero. Ninguna tradición familiar ni trato con ambientes o personas religiosas nos exime de la adhesión personal a Cristo, que se expresa en la conversión de vida. Es decir, en la transformación de los criterios con que nos regimos y de los comportamientos o conductas que adoptamos.

6. Y esto en todos los ámbitos de nuestra vida: personal, familiar, profesional, social, eclesial. No es posible ser cristiano en la vida personal, y no serlo en la profesional. No pega bendecir la mesa en casa, y no tratar con responsabilidad a mi prójimo a quien sirvo con mi trabajo o profesión: alumno, cliente, paciente. No pega frecuentar la Misa todos los domingos y ser un mal ciudadano. Como dice el apóstol Santiago: “Aunque uno cumpla toda la Ley, si peca contra un solo precepto, quebranta toda la Ley” (Sant 2,10).

 

III. Corresponsables en la Iglesia y en la ciudad terrena

 

7. La semana pasada se reunió la Comisión Permanente del Episcopado, y creyó oportuno reiterar los conceptos expresados por la Asamblea Plenaria a fines de abril, en “la exhortación al Pueblo de Dios sobre el compromiso ciudadano y las elecciones”. El punto de partida de la misma es la constatación pastoral que los católicos vivimos muchas veces en la ambivalencia: como cristianos en lo religioso, y como paganos en la vida social. Lo cual repugna. O se es cristiano en toda la línea, o no se lo es. Por ello decimos: “La fe en Jesús resucitado nos impulsa a renovar nuestra vida, viviéndola con verdad, libertad, justicia y solidaridad, en la Iglesia y en la sociedad política de la que formamos parte. Somos miembros de las dos, y en las dos la fe nos llama a vivir nuestra vocación… En estas circunstancias históricas, la fe nos exige crecer aun más en nuestro compromiso ciudadano… De allí la necesidad urgente que todos los argentinos, y especialmente los cristianos, descubramos mejor nuestra vocación por el bien común, y así nos convirtamos ‘de habitantes en ciudadanos’, corresponsables de la vida social y política”.

8. Algunos espíritus ligeros salieron a criticar la exhortación de los Obispos a los católicos a la coherencia de vida. Más que como un acto de amor al Pueblo de Dios, la toman como una afrenta personal. Como si los Obispos no tuviesen por misión evangelizar. Pero no polemicemos. Aunque los índices económicos digan que la Argentina está bien, “políticamente” sigue muy mal, porque la mayoría de los argentinos nos decimos católicos desde siempre, “ponemos facha” de tales, pero en la práctica no siempre vivimos como ciudadanos responsables. 

 

Fuente: AICA.org con permiso del Sr. Arzobispo