XIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Lucas 12, 32-48: Decididos a construir la convivencia social
Autor: + Mons. Carmelo Juan Giaquinta
Arzobispo emérito de Resistencia, Argentina


Apuntes de monseñor Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia para la homilía del 19º domingo durante el año (12 de agosto de 2007) 

 

1. El pasaje del Evangelio de hoy (Lc 12,32-48) tiene cuatro partes. La primera (vv 32-34), concluye el discurso de Jesús sobre la confianza en la Providencia. Éste, que no se leyó este año, se leerá el próximo en la versión de San Mateo. La segunda (vv 35-38), contiene la parábola del Señor que sirve a sus servidores. La tercera (vv 39-40), trae una parábola muy empleada en la catequesis apostólica: el Señor que viene como un ladrón, y por ello hemos de estar siempre preparados. La cuarta (vv. 41-48), trae la parábola del servidor bueno y del malo. Me detendré en la segunda y cuarta partes.

 

I. Jesús mismo servirá a su buen servidor

 

2. La segunda parte es uno de los pasajes evangélicos más consoladores. Me encanta leerlo, escucharlo y, sobre todo, imaginar su cumplimiento: “¡Felices los servidores a quienes el señor encuentre velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos” (v.37). ¿Se imaginan Ustedes a Jesús quitándose el saco, vestir el delantal, invitarnos a su mesa y ponerse él mismo a servirnos?

Las mamás saben lo lindo que es preparar la comida para los seres queridos y servirla ellas mismas. Quizá casi ni coman, pero gozan cocinando y sirviendo, como mi cuñada. En la Argentina tenemos una hermosa costumbre donde el varón hace eso mismo: el dueño de casa suele hacer el asado y servirlo. Esto, en grado superlativo, es lo que Jesús quiere hacer con sus servidores si permanecen despiertos para abrirle apenas llegue.

Oremos para que el Señor, al llegar, nos encuentre despiertos. Cuando me muera, recen por mis pecados, pero no me lloren, porque, si lo espero despierto, el Señor me hará sentar a su mesa y él mismo me servirá. ¡Maravilloso! ¿No querés que haga lo mismo con vos y los tuyos?

 

II. La vocación “política” es constitutiva de todo hombre

 

3. Vengamos un momento a la cuarta parte de la lectura. El apóstol Pedro quiere saber qué significa eso de permanecer despiertos y para quién lo está diciendo Jesús. Se refiere a todo el que tenga algún tipo de responsabilidad: en la Iglesia, en la familia, en la sociedad. Por eso Jesús propone dos parábolas: la del servidor bueno y la del malo. El buen servidor es como el capataz bueno que cuida a sus peones. Mientras estos trabajan, él les prepara la comida. Y cuando llega el mediodía la tiene preparada. El mal servidor, en cambio, es como el capanga explotador, que se aprovecha de su cargo para cebar su egoísmo y expresar sus odios. “Si este servidor piensa: ‘Mi señor tardará en llegar’, y se pone a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse, su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles” (vv. 45-46).

 

4. Conviene que nos preguntemos: ¿soy un buen servidor o uno malo? En mi casa: ¿cuido a mi esposa, a mi esposo, a mis hijos, a mis padres ancianos, a mi personal de servicio, a mis patrones? ¿Ayudo a mi vecino? En la comunidad parroquial: ¿yo, pastor, cuido a los fieles? ¿yo, catequista, cuido a mis catecúmenos? ¿yo, maestro católico, actúo con responsabilidad de los niños que se me encomiendan? ¿yo, agente de Caritas, cuido a mis hermanos caídos? ¿yo, visitador de los enfermos soy solícito con ellos? En mi trabajo, manual o profesional: ¿hago mi trabajo con responsabilidad? ¿Lo realizo como expresión de mi amor al prójimo? ¿Soy consciente que sólo así me da derecho a comer mi pan? Si tengo en la sociedad una especial responsabilidad económica, cultural o política: ¿soy conciente cuánto de mí depende el bien de mis conciudadanos? ¿O abuso del cargo para mi ego y los intereses de mi sector?

 

5. Si uno hiciese caso sólo a lo que nos dicen los medios, uno pensaría que el hombre, en vez de ser el guardián de su hermano, “se ha vuelto un lobo para el hombre”. Barras bravas que se matan. Empleados aeroportuarios que te roban impunemente la valija. Altos empleados nacionales y allegados al presidente bolivariano, arribados de madrugada, que escoltan una valija con casi ochocientos mil dólares. Una bolsa con dinero de origen desconocido en el baño de la ministra de economía. La vida pública pareciera al arbitrio de mafias tenebrosas capaces de treparse al poder económico, cultural o político, y usar a los conciudadanos para fines inconfesables. Esto de ningún modo es de ahora. Es una especie de subcultura enquistada en nuestra idiosincrasia. Lo que se ve es sólo la punta del iceberg de la corrupción en la que estamos inmersos, que asoma cada tanto y la prensa sale a fotografiar y a mostrar.

 

6. ¿Cómo frenar esta rapiña de unos pocos con poder contra la multitud de ciudadanos inermes? El cristiano espera contra toda esperanza. No opta por el camino fácil y cobarde de despreciar la política porque esté manchada de corrupción. Esta última es fruto, en gran parte, de una infinitud de actos que han llevado a los argentinos a desinteresarse de la cosa pública, dejándola a merced de hombres sin conciencia. La política, sin embargo, como decisión de construir la ciudad (pólis) o convivencia social en verdad, justicia, igualdad y solidaridad, continúa siendo la vocación más honda de todo hombre. Y Dios Padre en nada se complace más que en ver a sus hijos esforzarse por realizar su vocación política.

 

Fuente: AICA.org con permiso del Sr. Arzobispo