XIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Lucas 9, 51-62: Seguir al Señor
Autor: + Mons. Carmelo Juan Giaquinta
Arzobispo emérito de Resistencia, Argentina


Apuntes de monseñor Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia para la homilía deL 13º domingo durante el año (1 de julio 2007)

 

I. El camino del Maestro hacia Jerusalén

 

1. A partir de este domingo, entramos en una sección del Evangelio según San Lucas que abarca buena parte de los capítulos 9 al 19, compuesta por el evangelista como una larga marcha de Jesús hacia Jerusalén: “Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de él” (Lc 9,51). Frases como estas se repiten en los capítulos siguientes. “Mientras iban caminando, Jesús entró en un pueblo, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa” (Lc 10,38), leeremos el domingo 16º. “Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén. Una persona le preguntó…” (Lc 13,22), leeremos el domingo 21º. “Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos” (Lc 17,11), leeremos el domingo 28º. Y así otros pasajes: “Porque estaba cerca de Jerusalén y ellos pensaban que el reino de Dios iba a aparecer de un momento a otro, les dijo…” (19,11).

 

II. El camino del discípulo

 

2. A poco que uno se familiarice con San Lucas, descubre la intención catequística de esta manera de redactar. No se trata sólo de un camino físico por donde Jesús marcha, sino de un estilo de vida que el discípulo abraza siguiendo al Maestro. Él “se encaminó decididamente hacia Jerusalén” (Lc 9,50). Así ha de hacerlo todo el que quiera ser su discípulo.

Jerusalén es el lugar de la crucifixión y glorificación de Jesús, no sólo el término material de la caminata. Importa que el discípulo abrace su misma suerte de gloria, pero también de humillación.

3. El primer paso de esta larga marcha de Jesús es un obstáculo que se le interpone: “Envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron porque iba a Jerusalén” (vv. 52-53). Nos cuesta admitir que Jesús, todo bondad, pudo ser rechazado por la gente que él amaba. Pero es la realidad.

¿Cuán presente está en nuestra catequesis y predicación que la vida según el Evangelio acarrea rechazo? Con frecuencia olvidamos la experiencia de San Pablo: que “el mensaje de la cruz es una locura para los que se pierden” (1 Co 1,18). De allí, nuestra perplejidad ante las contradicciones que hemos de sufrir por el Evangelio. Y, por tanto, la tentación de enfrentar esas situaciones con los mismos criterios que criticamos.

4. Esto sucedió con dos de los discípulos que Jesús preparó especialmente: “Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: ‘Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?’. Pero él se dio vuelta y los reprendió” (vv.54-55). San Lucas no maquilla la conducta de los discípulos. Tan cercanos físicamente, y, sin embargo, tan distantes espiritualmente del Maestro. ¡Cuánto camino han de andar todavía para asemejarse a él!

¿No es esta nuestra situación? El evangelista nos enseña a mirarnos en ellos, no para desanimarnos, sino todo lo contrario, para seguir a Jesús con más decisión. Toda nuestra vida es una marcha en pos de él, que terminará sólo cuando le demos el abrazo final. San Pablo habla de una carrera en pos de Jesús: “Esto no quiere decir que yo haya alcanzado la meta, ni logrado la perfección, pero sigo mi carrera con la esperanza de alcanzarla, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús” (Flp 3,12).

 

III. Decisión en el seguimiento

 

5. A lo largo del camino se van sumando discípulos. El pasaje de este domingo refiere tres casos, que bien pueden ser tres situaciones en las que podemos encontrarnos. El primero, es un hombre entusiasta: “¡Te seguiré adonde vayas!” (Lc 9,57). Jesús no le niega la posibilidad de seguirlo, pero le hace ver la radicalidad con que ha de hacerlo: “Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza” (v. 57).

El segundo caso es uno a quien Jesús invita a seguirlo, como antes invitó a Leví (Lc 6,27). Pero al contrario de éste, que “dejándolo todo, se levantó y lo siguió” (Lc 6,28), pretende seguirlo más adelante, una vez que su padre muera (Lc 9,59).

El tercer caso se parece a los anteriores. Tiene el entusiasmo del primero: “Te seguiré” (v. 63). Y pretende la dilación del segundo: “permíteme antes despedirme de los míos” (v. 63). La respuesta de Jesús es tajante: “El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios” (v. 62).

6. Todos los que tenemos alguna responsabilidad pastoral, en especial los catequistas, maestros, confesores, directores espirituales, hemos de respetar el proceso interior que sigue cada uno de los que nos son encomendados hasta hacer su opción de fe. Pero a la vez han de ver en nosotros un testimonio claro de que el seguimiento de Jesús exige decisión y no es compatible con componendas o dilaciones.

Fuente: AICA.org con permiso del Sr. Arzobispo