Solemnidad del Corpus Christi, Ciclo C

Lucas 9, 11b-17 : La misa dominical, centro de la vida cristiana
Autor: + Mons. Carmelo Juan Giaquinta
Arzobispo emérito de Resistencia, Argentina


Apuntes de monseñor Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia para la homilía de Corpus Christi (10 de junio 2007)

 

I. LA MULTIPLICACIÓN DE LOS PANES

 

1. En la solemnidad del Corpus Christi la Iglesia nos lee la escena de la multiplicación de los panes, que trae San Lucas (9,11b-17). Es el único milagro de Jesús que traen los cuatro evangelistas, y dos de ellos, en dos versiones. Lo cual indica la importancia que tuvo en la catequesis apostólica sobre la Eucaristía.

 

2. En cuanto a la escena en San Lucas, éste la ubica inmediatamente después de la pregunta de Herodes sobre Jesús (Lc 9,7-9), y poco antes de la respuesta que a esa pregunta dará la voz del Padre en la transfiguración: “Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo” (Lc 9,35). El milagro responde, a su manera, a la pregunta quién es Jesús. “Yo soy el Pan vivo bajado del cielo” (Jn 6,51), dice él en el sermón del Pan de Vida, que sigue a la multiplicación en San Juan. En la Misa de cada domingo Jesús nos dice quién es él.

 

3. Advirtamos, también, que la multiplicación está precedida de una larga exposición de la Palabra de Dios: “La multitud se dio cuenta y lo siguió. Él los recibió, les habló del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser curados” (Lc 9,11). Lo mismo sucede en escenas similares de San Lucas: en la institución de la Eucaristía (Lc 22,15-39) y en la cena con los discípulos de Emaús (Lc 24,25-35). De allí, también, que la celebración de la Misa dominical conste de dos partes: primero se parte el Pan de la Palabra de Dios, y luego el Pan sacramentado.

 

4. Tercero, el escenario de la multiplicación es inhóspito, similar al desierto en el que peregrinaron los israelitas. Y símbolo, a la vez, del mundo en el que los cristianos podríamos morir de inanición. “Despide a la multitud, porque estamos en un lugar desierto” (v. 12), le dicen los discípulos a Jesús. La necesidad de pan es perentoria, pero se carece de toda solución humana. Sólo podrá remediarla una intervención divina, como la del maná.

 

5. Entonces Jesús da una orden aparentemente sin sentido: “Denles de comer ustedes mismos” (v. 13). Los discípulos se excusan por creerla imposible de cumplir. Sin embargo, colaboran con Jesús aportando cinco panes y dos pescados, y ayudando a acomodar a la gente. El Señor bendiga a todos los que colaboran para que la celebración dominical sea bella y fraternal: acólitos, cantores, lectores, guía, ministros de la comunión, los que recogen la colecta y traen las ofrendas, los que limpian y adornan el templo.

 

6. Viene, por fin, el centro de la escena: “Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que los sirvieran a la multitud” (v. 16). Son notables los parecidos con los gestos de Jesús en otras dos escenas ya mencionadas: la institución de la Eucaristía: (Lc 22,19-20) y la cena con los discípulos de Emaús (Lc 24,25-35). Gestos que repite el sacerdote cada domingo.

 

7. El resultado fue maravilloso: “Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas” (v. 17). Una por cada uno de los Apóstoles, para que no se arredren nunca más en cumplir la orden de Jesús: “Denles de comer ustedes mismos” (v. 13). Orden que Jesús nos da hoy a los pastores.

 

 

II. APARECIDA, CORPUS CHRISTI Y MISA DOMINICAL

 

8. Con este trasfondo de la multiplicación de los panes, y en la solemnidad del Corpus Christi, me parece oportuno leerles un párrafo del discurso con que el Papa Benedicto XVI inauguró la asamblea episcopal latinoamericana de Aparecida, concluida hace pocos días. Se refiere a la importancia que tiene la Misa dominical en la Nueva Evangelización. Dice así: “De aquí la necesidad de dar prioridad, en los programas pastorales, a la valorización de la Misa dominical. Hemos de motivar a los cristianos para que participen en ella activamente y, si es posible, mejor con la familia. La asistencia de los padres con sus hijos a la celebración eucarística dominical es una pedagogía eficaz para comunicar la fe y un estrecho vínculo que mantiene la unidad entre ellos. El domingo ha significado, a lo largo de la vida de la Iglesia, el momento privilegiado del encuentro de las comunidades con el Señor resucitado. Es necesario que los cristianos experimenten que no siguen a un personaje de la historia pasada, sino a Cristo vivo, presente en el hoy y el ahora de sus vidas. Él es el Viviente que camina a nuestro lado, descubriéndonos el sentido de los acontecimientos, del dolor y de la muerte, de la alegría y de la fiesta, entrando en nuestras casas y permaneciendo en ellas, alimentándonos con el Pan que da la vida. Por eso la celebración dominical de la Eucaristía ha de ser el centro de la vida cristiana. El encuentro con Cristo en la Eucaristía suscita el compromiso de la evangelización y el impulso a la solidaridad; despierta en el cristiano el fuerte deseo de anunciar el Evangelio y testimoniarlo en la sociedad para que sea más justa y humana. De la Eucaristía ha brotado a lo largo de los siglos un inmenso caudal de caridad, de participación en las dificultades de los demás, de amor y de justicia. ¡Sólo de la Eucaristía brotará la civilización del amor, que transformará Latinoamérica y el Caribe!”.

 

Fuente: AICA.org con permiso del Sr. Arzobispo