VI Domingo de Pascua, Ciclo C

Juan 14, 23-29: "No se inquieten, ni teman"
Autor: + Mons. Carmelo Juan Giaquinta
Arzobispo emérito de Resistencia, Argentina


Apuntes de monseñor Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia para la homilía del sexto domingo de Pascua (13 de mayo de 2007)

 

I. EL DESCONCIERTO DE LOS CRISTIANOS DE AYER

 

1. Las palabras de Jesús, que acabamos de escuchar (Jn 14,23-29), son su respuesta a una inquietud del apóstol Judas Tadeo, que se encuentra en el versículo inmediato anterior, que no hemos leído: “Judas –no el Iscariote- le dijo: “Señor, ¿por qué te vas a manifestar a nosotros y no al mundo?” (Jn 14,22). Pregunta que, su vez, fue provocada por una frase de Jesús: “El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama, y el que me ama será amado por mi Padre y yo lo amaré y me manifestaré a él” (v.21).

 

2. Los cristianos de fines del siglo I vivían inquietos. Por momentos, los mataban como moscas. “Cristianos esse non licet”, “no está permitido que existan los cristianos”. Era una norma que, aunque no escrita, existía en la práctica. No se la urgía todos los días. Pero cuando a uno se le atravesaba un cristiano, pobre de él. Bastaba armar la parodia de un juicio donde el cristiano debía renegar públicamente su fe o recibía la sentencia a morir en un espectáculo popular.

Los cristianos miran entonces al apóstol Juan, el único superviviente de los Doce. Y, con tono de reproche, le preguntan: “Juan, ¿esta es la suerte que nos toca por amar al Señor? ¿Cuándo se manifestará no sólo a nosotros, sino a todos, y destruya a los que nos hacen sufrir?”. El apóstol recuerda, entonces, que también su compañero Tadeo le hizo a Jesús una pregunta semejante momentos antes de la Pasión. Y le viene a la memoria la respuesta que le dio. Toma la pluma y se pone a escribirla: “No se inquieten, ni teman… Me voy y volveré a ustedes. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre” (v. 27-28).

 

 

II. EL DESCONCIERTO DE LOS CRISTIANOS DE HOY

 

3. Las palabras del Evangelio de hoy nos vienen como anillo al dedo. No estamos menos desconcertados que los cristianos de fines del siglo I. Quizá más. Hace poco, al celebrar los dos mil años del Nacimiento de Jesucristo, sentimos que dos milenios nos habían cargado de mucho lastre. Y queriendo tirarlo por la borda para evangelizar el nombre de Jesucristo en el nuevo milenio, nos pusimos a pedir perdón a medio mundo por el mal que les hicimos: a los judíos, a los cristianos ortodoxos, a los que obligamos a abrazar la fe cristiana, a los que no defendimos en su dignidad y derechos esenciales. ¿A quién no hemos pedido perdón? Que levante la mano. Y lo haremos de inmediato. Y de corazón. En el 2000 los católicos argentinos lo hicimos en forma solemne en Córdoba.

 

4. Pero lo que muchos quieren no es que pidamos perdón de nuestros yerros, sino que reneguemos de nuestra fe, y, sobre todo, de vivir conforme a ella. Que, como ellos, aplaudamos el divorcio y lo propongamos como ideal de libertad; que bendigamos el aborto y la muerte de los viejos inútiles; que brindemos porque el matrimonio ya no es más sólo entre varón y mujer; que los curas rompamos nuestras promesas. Que el “Amén” signifique “No”. Y que el “No” sea el nuevo “Amén”. No les inquietan nuestros pecados, sino que el testimonio de nuestra vida santa los presione a convertirse.

 

 

III. “EL PARÁCLITO LES ENSEÑARÁ TODO”

 

5. Esto, en cambio, es lo que quiere Jesús. Por eso le da a Judas Tadeo una respuesta que habla de otra manifestación, interior, anterior a la definitiva: “El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él” (Jn 14,23). Como si le dijese: “No te inquietes por mi manifestación definitiva. Goza de la manifestación que te hago ahora en lo íntimo de tu corazón y en tu comunidad cristiana. Y ustedes, por el nuevo estilo de vida que llevan, hagan adivinar al mundo que yo soy el Salvador de todos los hombres. Y así preparen mi manifestación definitiva”.

 

6. Descubrir esta manifestación de Jesucristo no es difícil si guardamos su palabra y lo amamos. La frase completa de Jesús, que inquietó a Tadeo, es ésta: “El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él” (v. 21). ¿Qué ha de importarnos más? ¿Sentir que el mundo deja de importunarnos? ¿O saber que Jesús nos ama? Yo elijo lo último.

 

7. Es cierto que los dolores que nos causa el mundo pueden distraernos y hacernos olvidar el amor que Cristo nos tiene. Y así dejarlo de amar nosotros a él. Por ello nos envía un asistente fidelísimo, que nos recuerde y haga sentir ese amor. De allí que Jesús prosiga: “El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñara todo y les recordará todo lo que les he dicho” (v.26).

 

 

IV. LA V CONFERENCIA DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO

 

8. Hoy se cumplen 26 años del atentado a Juan Pablo II. Se lo quiso suprimir porque recordaba el Evangelio de Jesús y vivía conforme a él. Hoy, también, comienza la V Conferencia General del Episcopado latinoamericano con el lema “Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan vida”. Oremos fervientemente. No tanto para que Cristo adelante su manifestación gloriosa, sino para que los cristianos, siendo cada vez mejores discípulos, descubramos la maravillosa manifestación que él quiere hacernos, y seamos sus misioneros para que el mundo crea. Y se salve. 

 

Fuente: AICA.org con permiso del Sr. Arzobispo