V Domingo de Pascua, Ciclo C

Juan 13, 31-33a. 34-35: Jesús nos enseña a amarnos como Él nos amó
Autor: + Mons. Carmelo Juan Giaquinta
Arzobispo emérito de Resistencia, Argentina


Apuntes de monseñor Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia para la homilía del quinto domingo de Pascua (6 de mayo de 2007)

 

  

I. UN AMOR SIN MEDIDA

 

1. El Evangelio de este quinto domingo de Pascua nos descubre la cima más alta de la enseñanza de Jesús: amar a los demás como él nos ama. “Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros” (Jn 13,34-35). Hasta entonces Jesús había enseñado algo conocido, que los judíos sabían de memoria: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lc 10,27; cf Lev 18,5). O la llamada regla de oro: “Hagan por los demás lo que quieren que los hombres hagan por ustedes” (Lc 6,31; cf Tb 4,15). Pero en su última Pascua, Jesús propone a sus discípulos amar con un amor sin medida: como él nos ama.

 

2. El amor de Cristo es desmedido porque no responde a ningún metro conocido. Tomemos, por ejemplo, el metro del amor entre los esposos. Es un amor maravilloso, pero comprensible. El esposo contempla a su esposa y se extasía, y viceversa. Ambos se reencuentran de manera nueva en el otro, estableciéndose entre ellos una misteriosa reciprocidad y complementariedad. Suelen decirse “mi media naranja”. En el lenguaje amoroso se escucha: “me hiciste varón”, “me hiciste mujer”. Y es así no sólo por el acto sexual, sino porque el varón en nadie comprende mejor lo que él es que en su mujer, y viceversa.

 

3. El amor de Cristo supera infinitamente el amor esponsal. Los esposos encuentran en el otro lo amable, y lo abrazan confiadamente. Cristo, en cambio, encuentra en nosotros todo lo contrario, lo no amable, el pecado, que no causa atracción, sino repulsa. Pero aquí está lo maravilloso del amor de Cristo: él nos purifica de toda mancha y nos hace amables para que poder amarnos. El apóstol San Pablo escribió: “Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella (cuando todavía era humanidad inmunda), para santificarla. Él la purificó con el bautismo del agua y la palabra, porque quiso para sí una Iglesia resplandeciente, sin mancha ni arruga y sin ningún defecto, sino santa e inmaculada” (Ef 5,25-27). Cristo no encuentra su media naranja. Él crea a su Esposa, la Iglesia.

 

 

II. AMAR PRIMERO

 

4. Quizá podríamos comparar el amor que Cristo nos tiene con el amor de los padres. Cuando el hijo todavía no existe, los padres lo aman y le dan la vida. Aman primero. San Juan nos advierte que Dios ama primero: “Este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero, y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados… Nosotros amamos porque él nos amó primero” (1 Jn 4,10.19). En otro momento escribe: “En esto hemos conocido el amor: en que él entregó su vida por nosotros” (1 Jn 3,16).

 

 

III. UNA MANERA EXIMIA DE PRACTICAR EL MANDAMIENTO DEL AMOR: AMAR PRIMERO, ORANDO POR LOS QUE NOS HACEN EL MAL

 

5. Podríamos continuar deleitándonos con la Palabra de Dios que nos dice cuánto nos aman el Padre y su Hijo Jesucristo. Pero hoy hemos de escuchar a Jesús que nos dice que hemos de amarnos como él nos ama. De lo contrario, burlaríamos el mensaje dominical. ¿Cómo amar a nuestros hermanos con un amor como el de Cristo? ¿Cómo amar primero? ¿cómo dar la vida?

 

6. Les propongo una manera práctica de hacerlo. ¿Quién de nosotros no tiene alguien que lo haya ofendido gravemente? Muchas veces nuestra respuesta es el rencor: volver y volver sobre la ofensa, hasta enfermarnos. Actuemos, en cambio, como nos enseña Jesús en el Sermón del Monte: “Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos” (Mt 5,44). Oremos para que Dios lo perdone y lo bendiga. Es lo que hizo Jesús por nosotros en la cruz: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34). El apóstol San Pablo enseña a los romanos una especie de santa venganza a los que les hacen el mal. ¿Cuál? Escuchen: “Bendigan a los que los persiguen, bendigan y no maldigan… No devuelvan mal por mal. Procuren hacer el bien delante de todos los hombres. En cuanto dependa de ustedes, traten de vivir en paz con todos. Queridos míos, no hagan justicia por sus propias manos… Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber… No te dejes vencer por el mal. Por el contrario, vence el mal, haciendo el bien” (Rom 12,14.17-21). ¿Qué les parece?

 

 

IV. BENEDICTO XVI EN BRASIL

 

7. Esta semana comienza la visita del Papa a la Iglesia del Brasil. Y el próximo domingo, en Aparecida, se inaugura la V Conferencia General del Episcopado de América Latina y del Caribe, con el lema “Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan vida”.

Todo me dice que en el mundo, y también en América Latina, se avecinan días difíciles para la Iglesia y los cristianos. No de sangre, sino de ridiculización. ¿Cómo habremos de reaccionar?

Que Aparecida nos oriente por los caminos del Evangelio: despojarnos de todo espíritu de venganza y amar a los perseguidores, bendiciéndolos y orando por ellos. Días dolorosos, pero aptos para que todos conozcan que somos discípulos y misioneros de Jesús, que nos amó y dio su vida.

 

Fuente: AICA.org con permiso del Sr. Arzobispo