II Domingo de Cuaresma, Ciclo C

Lucas 9, 28b-36: Escuchar a Cristo, la Voz del Padre
Autor: + Mons. Carmelo Juan Giaquinta
Arzobispo emérito de Resistencia, Argentina


Apuntes de monseñor Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia para el segundo domingo de Cuaresma (4 de marzo de 2007)

 

I. La pedagogía de la Cuaresma
 

1. Así como el primer domingo de Cuaresma se lee todos los años la escena de las tentaciones de Jesús, en el segundo se lee siempre su transfiguración (cf Lc 9,28-36). En ello hay una intención pedagógica de la Iglesia: la meta última del hombre probado (tentado) es la gloria, la felicidad eterna, no el dolor. Estos dos domingos son una síntesis del camino cristiano: “por la cruz a la luz”.

2. Esta intención se aprecia también en el mismo evangelista San Lucas. Ubica la escena de la transfiguración de Jesús a continuación del primer anuncio de su pasión y muerte, y de la que ha de sufrir todo discípulo suyo.

Al volver a casa, les recomiendo que tomen el Evangelio según San Lucas, lo abran en el capítulo 9, y lean los versículos del 18 al 27, anteriores al pasaje que leímos hoy. Y advertirán fácilmente esto que les estoy diciendo.

 

II. Escuchar a Cristo
 

3. Pero el pasaje de la transfiguración tiene su propia riqueza, y conviene que la apreciemos durante la semana.

* Primero: la oración. Así como el primer anuncio de su pasión Jesús lo hace después de orar a solas (v. 18), así también ahora para anticipar la gloria de su resurrección: “Subió a la montaña para orar” (vv. 28).

* Segundo: en la oración, en el cara a cara con Dios su Padre: “su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante” (v.29). ¿Dónde nosotros podremos encontrar la luz que ilumine y transforme nuestra vida, sino en la oración?

*Tercero: aparecen Moisés y Elías, símbolos vivientes de la Ley y los Profetas; es decir, de todo lo que está dicho en las Escrituras antiguas. Ellos también “aparecían revestidos de gloria” (v. 31), participando de la gloria de Jesús.

* Cuarto: los dos “hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén” (v. 31). Es decir, de su muerte, resurrección y ascensión al cielo. ¿Recuerdan ustedes que Jesús resucitado les explica a los discípulos que la Ley y los Profetas hablan de él? Pues aquí se dice lo mismo, pero no con palabras, sino de manera plástica.

* Quinto: los discípulos “vieron la gloria de Jesús”, porque, aunque “tenían mucho sueño…, permanecieron despiertos” (v. 32). Es decir, vigilaron y oraron, al revés de lo que hicieron durante la agonía en el Monte de los Olivos.

* Sexto: en un momento los dos personajes han cumplido su misión y les toca retirarse: “Mientras estos se alejaban…” (v.33).

* Séptimo: la escena culmina con el Mesías solo, acompañado de los tres apóstoles: “Una nube los cubrió con su sombra… Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: ‘Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo’. Y cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo” (vv.34-35).

4. Escuchar a Jesús, “escúchenlo”: este es el mandato que Dios Padre nos trasmite en el monte de la Transfiguración. Todo lo que quiere decirnos, él nos lo dice ahora por Jesús. Como nos enseña la carta a los Hebreos: “Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras, ahora en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo” (Hb 1,1-2).

5. No se trata, por cierto, de escuchar la materialidad de la voz de Jesús. Mientras vivió en la tierra, muchos la escucharon, pero no entendieron nada. Incluso, no pocos de los conocedores de las Escrituras se trenzaron en disputas con él, porque rechazaban abiertamente lo que enseñaba. Abrir, pues, el oído espiritual a la voz de Cristo, es la gracia que más necesitamos. Y la Iglesia nos enseña a pedirla durante la Cuaresma.

 

III. Escuchar a Cristo, para ser discípulos y misioneros

 

6. El lema de la V Conferencia General del Episcopado de América Latina, a celebrarse en mayo, es “Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan Vida”. Ello implica que el discípulo acreciente su capacidad de escuchar al Maestro. De ningún modo se ha de retroceder en auscultar los signos de los tiempos, praxis que nos enseñó el Papa Juan XXIII, y mucho antes de él el mismo Jesús: “¡Hipócritas! Ustedes saben discernir el aspecto de la tierra y del cielo; ¿cómo entonces no saben discernir el tiempo presente?” (Lc 12,56). Para ello no basta la constatación de lo que sucede. Ésta sólo dice que un hecho existe, pero no explica su significado, ni lo descubre como signo de los tiempos. Para tal descubrimiento, el cristiano necesita interpretarlo a la luz del gran signo que Dios nos dio en Jesús de Nazaret. Y lo escuchemos a él.

7. A tal fin es preciso que en la Iglesia, también en América Latina, superemos una antinomia mal planteada: realismo versus intimismo. El “intimismo” es la patología de la interioridad o espiritualidad. Pero ésta es el alma de la realidad. Sin ella, la realidad es una fantasía, y no hay manera de interpretarla. Un tema a tenerlo presente en Aparecida (Brasil). 

 

Fuente: AICA.org con permiso del Sr. Arzobispo