III Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Lucas 1, 1-4; 4, 14-21: Jesús nos enseña a leer la Santa Escritura
Autor: + Mons. Carmelo Juan Giaquinta
Arzobispo emérito de Resistencia, Argentina


Apuntes de monseñor Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia para el tercer domingo durante del año (21 enero de 2007)

   

I. LA LECTURA CORRIDA DEL EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS

 

1. Si bien desde el primer Domingo de Adviento estamos leyendo el Evangelio según San Lucas, la lectura corrida del mismo comienza hoy. Hasta el Domingo pasado su lectura estuvo condicionada por el Ciclo de Adviento y de Navidad. En ese tiempo litúrgico, la Iglesia quiere que pongamos los ojos en el misterio de la Venida y Nacimiento de Jesucristo. Lo mismo sucede durante el tiempo de Cuaresma y de Pascua, cuando contemplamos su Muerte y Resurrección. Fuera de esos tiempos, conviene que nos aprovechemos al máximo de los cuatro Evangelios. Para ello la Iglesia ha ideado la lectura corrida.

 

2. Pocos de ustedes recuerdan cómo, antes del Concilio, la lectura de los Evangelios se repetía cada año. Y se leían sólo algunos párrafos. Con la reforma litúrgica, la lectura de la Palabra de Dios en la Misa se ha enriquecido. Ahora, en el lapso de tres años, leemos los cuatro Evangelios, los demás escritos del Nuevo Testamento, y los pasajes más significativos del Antiguo. Tenemos el Leccionario, o Biblia para leer en la Liturgia, que mandó preparar Pablo VI, que consta de tres tomos. Su contenido es tan rico que muchos hermanos protestantes lo han adoptado para sus celebraciones.

 

 

II. JESÚS LEE LA ESCRITURA EN LA SINAGOGA DE NAZARET

 

3. El pasaje evangélico de este Domingo consta de dos partes. Primera, el prólogo que San Lucas pone a su escrito (1,1-4), que no habíamos leído todavía. Allí nos dice cómo se esmeró en la redacción del tercer Evangelio. Luego saltamos a la segunda parte, al capítulo 4, con la escena de Jesús en la Sinagoga de Nazaret, que hace la lectura del profeta Isaías (4,14-21). Los capítulos 1 al 3 ya han sido leídos, o lo serán oportunamente.

 

4. ¿Cuál es el mensaje que se desprende de este párrafo del Evangelio? Recuerden lo que les digo siempre. El mensaje dominical surge casi espontáneamente de la comparación entre la primera lectura del Antiguo Testamento y el Evangelio. La primera lectura es como una bandeja sobre la cual la Iglesia pone el pan del Evangelio.

 

5. La primera lectura hoy está tomada de Nehemías (8,2-10). Este era un personaje importante entre los judíos desterrados en Babilonia. Jerusalén está en ruinas. El culto no se celebra. Se ha dejado de leer al pueblo la Santa Escritura. Entonces Nehemías le pide autorización al rey Artajerjes para ir a reconstruir las murallas de Jerusalén, el Templo y restaurar el culto a Dios. Éste lo autoriza, y Nehemías pone manos a la obra.

Concluido el trabajo material, viene la fiesta. ¿Cuál es el centro de la misma? La lectura de la Palabra de Dios. El pueblo se asombra. Hacía mucho que no escuchaban cuánto Dios ama a su pueblo. Y cómo ha perdonado los pecados de sus padres. Por eso se pone a llorar. Pero Esdras, que es el sacerdote, los consuela. "Éste es un día consagrado al Señor… No estén tristes ni lloren" (8,9).

A esta lectura de Nehemías hemos respondido con el Salmo 18, cantando un hermoso estribillo: "Tu Palabra, Señor, es la verdad, y la luz de mis ojos".

 

 

III. APRENDER DE JESÚS A LEER LA SANTA ESCRITURA

 

6. En este contexto viene la lectura el Evangelio. Aquí Jesús aparece leyendo la Escritura al pueblo en la sinagoga. ¿Se dan cuenta cómo la Iglesia, armando así la lectura de la Palabra de Dios, nos quiere dar a entender que esta escena no es un cuentito piadoso, sino que está llena de significado para nosotros? Es Jesús el que nos enseña a leer la Escritura.

 

7. San Lucas dice: "Jesús, el sábado, entró como de costumbre en la sinagoga" (4,16). Era una de las costumbres religiosas que había aprendido de sus padres. Y continúa: "Jesús se levantó para hacer la lectura" (4,16). Lo mismo que acaban de hacer tres de ustedes, que se acercaron al ambón.

 

8. Dejemos, por un momento, que nuestro espíritu se deleite con esta sencilla escena: Jesús leyendo la Santa Escritura. Si lo contemplamos con fe y amor, él nos enseñará cómo se la lee. Primero, leer con inteligencia, procurando comprender lo que se lee. Cuando uno lee así, el que escucha entiende aunque el texto parezca difícil.

Segundo, leer saboreando la Palabra de Dios.

Tercero, leer amando a quienes se lee la Palabra. ¿Hay algo más lindo que regalarle a nuestros hermanos la Palabra de Dios? Tengo muchos recuerdos de mi vida pastoral que me confirman que es así. Por ejemplo, he visto a papás llorar de emoción cuando, en una celebración de Catequesis, yo les entregaba a ellos el libro del Nuevo Testamento, y ellos, a su vez, se lo entregaban a sus hijos.

Por fin, leer con la voz y el tono adecuados. La lectura de la Palabra de Dios que se hace en la Liturgia, o en la Catequesis, o en pequeños grupos, se parece a las demás lecturas, pero difiere totalmente de ellas. No es como la lectura de un diario, o de un cartel, ni siquiera como la lectura de un texto filosófico profundo.

Es la lectura de la Palabra de Dios. ¿La hacemos así? 

 

Fuente: AICA.org con permiso del Sr. Arzobispo