II Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Juan 2, 1-11: Las bodas de Caná: Revelación del amor de Cristo
Autor: + Mons. Carmelo Juan Giaquinta
Arzobispo emérito de Resistencia, Argentina


Apuntes de monseñor Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia para el segundo domingo durante del año (14 enero de 2007)

 

 

I. LA TRIPLE MANIFESTACIÓN DE CRISTO: LA VISITA DE LOS MAGOS, SU BAUTISMO, LAS BODAS DE CANÁ

 

1. Si bien el Domingo pasado comenzamos la lectura del Evangelio según San Lucas, en este segundo Domingo del Tiempo Ordinario se lee siempre un trozo del Evangelio según San Juan. ¿Por qué? Una razón menor es que el Evangelio según San Juan trae pasajes del comienzo del ministerio de Jesús que no traen los otros Evangelios. La verdadera razón, sin embargo, es otra. Este domingo, junto con el anterior dedicado al Bautismo de Jesús, y con la solemnidad de la Epifanía, constituyen un trío inseparable. Los tres nos manifiestan el misterio de Jesús. De la Epifanía, lo sabemos. Desde siempre escuchamos que es la manifestación de Cristo a los pueblos paganos. Del Bautismo de Jesús lo sabemos menos. Pero el mismo Juan Bautista se encarga de explicárnolo: “Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel” (Jn 1,31). La escena de las Bodas de Caná la explica el evangelista San Juan en el mismo sentido: “Este es el primero de los signos de Jesús… Así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él” (Jn 2,11).

Por ello en la solemnidad de la Epifanía, en el rezo de Laudes, decimos: “Hoy la Iglesia se ha unido a su celestial Esposo, porque en el Jordán, Cristo ha lavado los pecados de ella, los magos acuden con regalos a las bodas del Rey y los invitados se alegran por el agua convertida en vino”. Algo semejante rezamos en las Vísperas.

 

 

II. SIN JESÚS, LA VIDA DE LOS HOMBRES ES UNA FIESTA TRISTE:

CON VINO ESCASO Y DE MALA CALIDAD

 

2. Hay, por cierto, muchas maneras de comentar el pasaje de las Bodas de Caná. Por ejemplo. a) Jesús que se alegra por el casamiento de dos amigos; y, a partir de allí, hacer el elogio del matrimonio; b) el poder convincente de María: “La madre de Jesús le dijo: ‘no tienen vino’”; “Hagan todo lo que él les diga” (Jn 2,3.5); y, a partir de allí, hacer el elogio del papel intercesor de María. El predicador es libre de hacerlo, de acuerdo a las necesidades pastorales que advierta.

Sin embargo, el mensaje de este Domingo es otro. Lo deducimos relacionando el Evangelio con la primera lectura tomada del profeta Isaías. Israel es mostrado bajo la imagen de una novia con la que Dios se desposa. Novia que le ha sido infiel, pero de quien Dios no dejó de estar perdidamente enamorado. Por eso él le expresa su amor: “Serás una espléndida corona en la mano del Señor, una diadema real en las palmas de tu Dios. No te dirán más “Abandonada”, ni dirán más a tu tierra “Devastada”, sino que te llamarán “Mi deleite”, y a tu tierra “Desposada”. Porque el Señor pone en ti su deleite y tu tierra tendrá un esposo. Como un joven se casa con una virgen, así te desposará el que te reconstruye; y así como la esposa es la alegría de su esposo, así serás tú la alegría de tu Dios” (Is 62,3-5). Es decir, sin Dios, Israel ha sido como una mujer desgraciada. En cambio, si le permanece fiel, será como una novia siempre de fiesta.

Algo semejante nos dice el evangelista Juan. Sin Jesús la vida humana ha sido una fiesta triste: con vino escaso y de mala calidad. En cambio, con él hay alegría verdadera, pues él nos trae el vino de mejor calidad y en abundancia.

 

 

III. LAS BODAS DE CANÁ: SIGNO DE LAS BODAS DEFINITIVAS

 

3. Para el evangelista Juan el milagro de las bodas de Caná es mucho más que un milagro, o algo sólo para admirar. A los milagros siempre los llama “signos”. Lo que Jesús hace son señales que nos da, y que nosotros debemos interpretar: “Éste fue el primero de los signos de Jesús… Así se manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él” (Jn 2,11).

 

4. En la escena de las Bodas de Caná hay algunos elementos a tener en cuenta, pues, a su manera, nos muestran que el milagro del agua convertida en vino es signo de algo más profundo. Destaquemos tres.

Primero, el vino. En el Antiguo Testamento, es señal de alegría. El Salmo 104, que da gracias a Dios por sus beneficios, recuerda “el vino que alegra el corazón del hombre” (Sal 104,15). El mismo Jesús, en la última cena, se refiere al vino como símbolo de la felicidad perfecta: “Yo les aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día en que lo beba nuevo en el Reino de Dios” (Mc 14,25).

Segundo elemento: el papel de María, la madre de Jesús. En el Evangelio de San Juan aparece dos veces: en las Bodas de Caná y al pie de la cruz (cf Jn 2,3-4; 19,25-27). Las dos veces Jesús la llama “mujer”, como Adán llamó a Eva: “porque ella es la madre de todos los vivientes” (Gen 3,20). Las dos veces María tiene que ver con los discípulos: “Y sus discípulos creyeron en él” (Jn 2,11). “Mujer, he ahí a tu hijo” “Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa” (Jn 19,27).

Tercer elemento: la “hora” de Jesús. En Caná, Jesús dice: “Mujer, todavía no ha llegado mi hora” (Jn 2,4). ¿Cuándo será la hora de Jesús? Jesús mismo nos lo revela. Al final de la última cena, en la oración de acción de gracias, Jesús dice: “Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo” (Jn 17,1). Es decir, la “hora” de Jesús es la de su pasión y glorificación, el inicio de sus Bodas definitivas con la humanidad. Allí todo será alegría, habrá vino en abundancia y de la mejor calidad.

 

5. ¡Hermanos! Que nadie se pierda esta fiesta. Y para ello seamos siempre fieles a Cristo Jesús.

 

Fuente: AICA.org con permiso del Sr. Arzobispo