XXXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C.

Lucas 20, 27-38: Desde Pampa del Indio a los confines del mundo
Autor: + Mons. Carmelo Juan Giaquinta
Arzobispo emérito de Resistencia, Argentina


Mensaje dominical de Mons. Carmelo Giaquinta, arzobispo de Resistencia
7 de noviembre de 2004 - Trigésimo segundo domingo durante el año



I. DESDE PAMPA DEL INDIO A LOS CONFINES DEL MUNDO



1.
El domingo antepasado (24 octubre) dejé Pampa del Indio, donde estuve durante cinco días haciendo la visita pastoral, y, tras un breve paso por Resistencia para rehacer la valija, seguí viaje hacia Roma, para participar del Primer Congreso Mundial de Organismos eclesiales que trabajan por la Justicia y la Paz, que se realizó del 27 al 31 de octubre. Hoy, (2 de noviembre cuando escribo esto), ya estoy de regreso, pero con toda la carga que significa haberme encontrado con cristianos de 93 países: Afganistán, Albania, Angola, Australia, Austria, Bangladesh, Belarus, Bélgica, Benin, Bosnia-Herzegovina, Brasil, Bulgaria, Burkina Faso, Burundi,... Y no sigo enumerando, para que esto no parezca una clase de geografía. Cada país entraña un dolor, una injusticia, muchas veces en grado desgarrador, como los tres millones de muertos en la región de los Grandes Lagos de África, y los cuatro millones de desplazados. Pero también, una posibilidad para que cada comunidad cristiana y cada uno de sus miembros, como también todos los hombres de buena voluntad, muestren su capacidad de compartir los dones que Dios les ha regalado, lo cual hace a la verdadera solidaridad y a la posibilidad de construir una sociedad basada en la amistad social.



II. ¿C
OMPETIR O COMPARTIR?


2.
La conclusión que uno saca de escuchar tantos dolores e injusticias, es que los problemas de este mundo tienen solución, por graves que fueren, si se los enfoca desde el espíritu de compartir los dones que Dios nos ha dado con tanta liberalidad. Y si se los produce con esfuerzo, se los usa con moderación y se los comparte con justicia y equidad. Y que, en cambio, tienden a agravarse enormemente cuando se impone el espíritu de la pura competencia, según el cual el más fuerte tendría derecho a acaparar todo lo que está a su alcance, depredándolo si fuere necesario, revendiéndolo luego al precio que dicta su interés


3.
“¿Competir o Compartir? Desafío para el tercer milenio”: así intitulamos el primer capítulo de la carta que los Obispos dirigimos sobre “Compartir la multiforme gracia de Dios, sobre el sostenimiento de la obra evangelizadora de la Iglesia” (31 octubre 1998). Fue un título profético. Todavía no había acontecido el 11 de septiembre, ni el 20 de diciembre de 2001, ni la guerra de Afganistán, ni la de Irak, ni tantos otros hechos lamentables que muestran que los grandes de este mundo pretenden construirlo sobre el espíritu del “competir” más que sobre el de “compartir”. De primera impresión, la situación del mundo es descorazonadora. Pero el cristiano y la Iglesia están en él mundo como un poco de levadura para fermentar la masa humana con el espíritu del “compartir”. ¿Qué vale ese poco de levadura? A simple vista es algo despreciable. Pero ¡qué poder tiene! ¡Y cuán comible se vuelve el pan con ella! Aquí vale la pregunta: ¿los cristianos argentinos compartimos todo lo que somos y tenemos para que el Evangelio de Jesucristo sea anunciado? Porque de lo contrario ¿cómo seríamos levadura?



III. ¿L
OS CATÓLICOS ARGENTINOS COMPARTIMOS?


4.
La respuesta a la pregunta no puede ser apodíctica por el sí o por el no. Depende del ángulo en el que nos pongamos. Si nos ubicamos en el de la gente que trabaja apostólicamente en nuestras parroquias: ésta muchas veces “comparte” en grado notable y digno de elogio. Si nos ubicamos en el de la gente que sólo frecuenta la Iglesia en forma regular, la cosa cambia. No siempre hay correspondencia entre lo que recibe de la Iglesia y lo que le aporta. Muchas veces ni toma a su cargo la educación en la fe de sus hijos. Y esto no es un reproche, sino una constatación. Tal vez nunca se les enseñó a gustar el gozo que ello es capaz de provocar. De allí la importancia que la jornada nacional del 4-5 diciembre sobre el sostenimiento de la obra evangelizadora de la Iglesia sea dedicada especialmente a este sector del pueblo cristiano. Y si nos ubicamos en el ángulo de la inmensa mayoría que se profesa católica, pero que no participa semanalmente de la Eucaristía: este tipo de cristiano tiene con respecto a la Iglesia la misma actitud mágica que el ciudadano argentino tiene frente al Estado. Ésta lo puede todo, lo tiene todo. Por tanto se le puede exigir todo, sin aportarle nada a cambio. Ni se le ocurre que a la Iglesia ha de construirla también él, con su participación activa, poniendo a su disposición su ser, con sus talentos, tiempo y dinero. Y todo ello según la propia vocación.


5.
Un estudio nacional realizado por Gallup en julio de 2002 sobre 1251 casos, mostró que: a) el 80% se profesa católico; b) el 79% se percibe como una persona religiosa; c) el 46% de los encuestados tiene una imagen positiva de la jerarquía de la Iglesia (regular: 29%; negativa: 18%). Pero el 46% dice no saber nada de donde proviene la principal fuente de financiamiento de la Iglesia Católica argentina. Lo más llamativo es que ante la pregunta sobre “cuál debería ser la principal fuente de financiamiento de la Iglesia”, un 42% señaló al Vaticano, mientras que un 33% señaló a los fieles, el 18% al Estado, el 14% a inversiones que debería hacer la Iglesia, el 7% a donaciones a recibir del exterior, otro 7% a alguna empresa argentina, un 2% a otras fuentes, mientras un 16% dice no saber cómo podría ser financiada. Ante este tipo de respuesta, el calificativo de “mentalidad mágica” no pareciera excesivo. ¿Cómo superarla?


6.
Primeramente, tomando conciencia de cuán hondo es el convencimiento colectivo de que la Iglesia no necesita del aporte de los fieles. Ante una pregunta sobre el porcentaje de ingreso familiar que deberían aportar los fieles a la Iglesia: el 58% respondió no saber; el 23%, que nada; el 11%, que del 1 al 5%; el 6%, del 6 al 10%; el 1%, del 11 al 25%; y otro 1%, 26% o más. La cuesta a remontar es empinada. Pero no imposible si se asume el tema con una catequesis adecuada, con sinceridad, sin maniqueísmo, y sin caer en la mentalidad de este mundo con respecto al dinero.

 

Fuente: AICA.org con permiso del Sr. Arzobispo