XXX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C.

Lucas 18, 9-14: Prepararnos a la Navidad
Autor: + Mons. Carmelo Juan Giaquinta
Arzobispo emérito de Resistencia, Argentina


Mensaje dominical de Mons. Carmelo Giaquinta, arzobispo de Resistencia
24 de octubre de 2004 - Trigésimo domingo durante el año



I.
PREPARARNOS A LA NAVIDAD:
A
ADMIRAR EL INTERCAMBIO ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA


1. "
La Iglesia necesita tu ayuda”. Así comienza la carta que los Obispos dirigimos a los católicos, y que será distribuida en las Misas del segundo domingo de Adviento (4-5 de diciembre). Y continúa: “En estos días intensos de Adviento, nos preparamos con fe y esperanza para celebrar el nacimiento del Salvador. Te escribimos esta carta para compartir la alegría de ser Iglesia evangelizadora, llamada a proclamar la Buena Noticia, y a procurar que Jesús siga naciendo en el corazón de todos”. No se trata de realizar ninguna colecta extra, sino de promover una Jornada especial de reflexión en el Pueblo de Dios, pastores y fieles, en torno al maravilloso intercambio de dones entre el cielo y la tierra que celebramos en la Navidad, y las consecuencias prácticas que de ello dimanan para la evangelización, especialmente la responsabilidad que los cristianos hemos de asumir en ella.


2.
Confieso que durante muchos años no entendía lo que rezábamos en la Misa de Navidad cuando decimos: “Señor, que por este sagrado intercambio nos asemejemos a tu Hijo”. ¿De qué “sagrado intercambio” se trata?, me preguntaba. Y menos cuando lo decíamos en latín (“sacrum commercium”). Pero nunca resolvía mi curiosidad. Y cada año me volvía la misma dificultad. Hasta que un día se me hizo la luz: “Pero si es más claro que el agua. Nosotros le ofrecemos a Dios el pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre, y él nos lo devuelve transformado en Pan del cielo”. ¿Intercambio de dones más maravilloso que éste? Por un poquito de pan, todo el cielo nos es dado; reconociendo, además, que el poquito de pan tampoco es del todo nuestro, porque también nos lo da Dios. ¡Un negocio redondo!

Este “sagrado intercambio” alcanzó en el Nacimiento de Jesús una dimensión inimaginable. El Hijo muy amado de Dios vino a nosotros y asumió nuestra carne mortal gracias al Sí de la Virgen María. Y, en recompensa, él nos comunica su naturaleza divina. Porque él se hace hijo del hombre, nosotros podemos ahora volvernos hijos de Dios.

Y hay mucho más. En Jesús el “sagrado intercambio” no es una acción que pasa. Él, Verbo de Dios hecho carne, verdadero Dios y, a la vez, verdadero hombre, es el “sagrado intercambio” definitivo, pues en él se intercambian permanentemente el cielo y la tierra. Aunque pueda sonar difícil, conviene recordar cuanto aprendíamos en el viejo catecismo: las dos naturalezas de Cristo, la divina y la humana, sin confundirse ninguna en la otra, se unen e intercambian en su única persona divina.


3. Hace seis años, casi en esta misma fecha, los Obispos publicamos otra carta, mucho más extensa, “Compartir la multiforme gracia de Dios, sobre el sostenimiento de la Obra evangelizadora de la Iglesia” (31-10-1998). Y la comenzábamos aludiendo también al misterio de la Navidad, del cual nos preparábamos a celebrar los 2000 años, y transcribíamos otra oración de la Misa de la fiesta: “Señor, concédenos compartir la vida divina de aquél que se dignó compartir nuestra humanidad”. Y la concluíamos con una frase del apóstol San Pablo referida también al misterio de la encarnación: “Ustedes ya conocen la generosidad de nuestro Señor Jesucristo que, siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza” (1 Co 8,9).

A seis años de aquella carta, los Obispos queremos insuflar nuevo espíritu a aquellos propósitos. Y nada mejor que ponernos a contemplar el misterio de la Navidad. Por eso hemos elegido el segundo domingo de Adviento para esta Jornada de Reflexión nacional.



II. SI JESUCRISTO SE NOS DIO DEL TODO,
¿CÓMO LE RESPONDEREMOS NOSOTROS?


4. De la contemplación del misterio navideño, es fácil que surja imperiosa una pregunta: Si Jesucristo vino a darnos todo lo suyo (su divinidad) y asumir todo lo nuestro (nuestra humanidad), ¿cómo debemos empeñarnos sus discípulos en su seguimiento y en el anuncio de esa Buena Noticia? No queda otra respuesta que la siguiente: tenemos que seguirlo del todo y brindarnos del todo a la evangelización.


5. En la carta de 1998 decíamos: “Si creemos y amamos de veras a Jesucristo, no hemos de titubear en ofrendarnos por completo para evangelizar su Nombre a los hombres de tercer milenio. Por lo mismo, hemos de poner al servicio de los demás los dones que hemos recibido, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios” (n. 1). Y más adelante añadíamos: “Cuando hablamos de bienes a compartir o poner a disposición de la Evangelización, no dudamos en incluir nuestras personas, con todo lo que somos y tenemos: talentos, tiempo y dinero” (n. 7).


6. Para entender bien esto de ofrendarnos a Cristo “del todo”, tengamos presente dos cosas. Primero, la humildad de reconocer que nuestro seguimiento siempre será pequeño y pobre, y nunca podrá contrabalancear la totalidad con que Cristo se nos brinda. Nuestra entrega “del todo” siempre será un fruto de la suya. Segundo, nuestra entrega “del todo” se concretiza en las múltiples vocaciones a las que Dios llama a sus hijos. Como escribió San Francisco de Sales: “La devoción se ha de ejercitar de diversas maneras, según se trate de una persona noble o de un obrero, de un criado o de un príncipe, de una viuda o de una joven soltera, o bien de una mujer casada. La devoción se ha de acreditar de un modo acomodado a las fuerzas, negocios y ocupaciones particulares de casa uno. Dime, te ruego, si sería lógico que los obispos quisieran vivir entregados a la soledad, al modo de los cartujos; que los casados no se preocuparan de aumentar su peculio más que los religiosos capuchinos; que un obrero se pasara todo el día en la iglesia como un religioso; o que un religioso, por el contrario, estuviera continuamente absorbido, a la manera de un obispo, por todas las circunstancias que atañen a las necesidades del prójimo. Una tal devoción ¿por ventura no sería algo ridículo, desordenado e inadmisible?”.

 

Fuente: AICA.org con permiso del Sr. Arzobispo