XXV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Lucas 16, 1-13: La Eucaristía, tema del Sínodo de los Obispos
Autor: + Mons. Carmelo Juan Giaquinta
Arzobispo emérito de Resistencia, Argentina


Mensaje dominical de Mons. Carmelo Giaquinta, arzobispo de Resistencia
19 de setiembre de 2004 - Vigésimo quinto domingo durante el año



I. LA EUCARISTÍA, TEMA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS


1. Ya pasó el X Congreso Eucarístico Nacional. Pero no pasará el misterio central que éste celebró. Ni tampoco la importancia que el mismo tiene para la vida de la Iglesia y la evangelización del mundo. Porque sin Eucaristía no hay Iglesia ni apostolado.

A mantener la Eucaristía en el primer plano de la conciencia eclesial contribuirá ahora el Sínodo de los Obispos, cuya XI Asamblea Ordinaria se realizará en Roma en octubre de 2005. El tema será, precisamente, “La Eucaristía, fuente y cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia”. A lo cual sucederá la exhortación apostólica correspondiente.

Esta persistencia en el tiempo de un tema tan capital es una circunstancia que los cristianos, y en especial los pastores y catequistas, debemos aprovechar con sabiduría. Una pastoral inteligente saca provecho de todo lo que la Iglesia reza y piensa en el mundo entero. Esto, más que complicar, facilita enormemente la tarea pastoral.



II. ¿QUÉ ES EL SÍNODO DE LOS OBISPOS?


2. Muchos se preguntarán ¿qué es el Sínodo de los Obispos?
Hace cuarenta años, durante el Concilio, cuando se discutía sobre los deberes pastorales de los Obispos y de su corresponsabilidad con respecto a la Iglesia universal y a la evangelización del mundo, se sugirió instituir un instrumento que, sin esperar a un Concilio Ecuménico, reuniese periódicamente a los representantes de los Episcopados de todo el mundo, junto con el Papa, para deliberar sobre temas fundamentales. Pablo VI, que con su genio le dio forma al Concilio, asumió la idea como propia, e instituyó inmediatamente el Sínodo de los Obispos. Éste tiene una secretaría permanente, y se reúne en Asamblea Ordinaria cada tres años con los Obispos elegidos por los diversos episcopados.

Llamó la atención la rápida puesta en marcha del Sínodo. No era una institución conciliar que quedaba en los papeles. Y más cuando, con ocasión de la Asamblea sobre la Evangelización (1974), se comenzaron a hacer públicas las líneas (Lineamenta) para la reflexión preparatoria y el instrumento de trabajo, fruto de la reflexión previa de toda la Iglesia. Y así facilitar a todo el Pueblo de Dios participar del Sínodo con su oración y consejo.


3. Como todas las cosas humanas, el Sínodo también se erosiona. Signo de ello es que hoy no rezamos por él como lo hacíamos en 1974, ni como entonces formamos equipos de reflexión sobre el tema a tratar. Y esto nos pasa a todos: pastores y fieles. Por una parte, es explicable que, pasada la primera novedad, el Sínodo no interese hoy como en aquellos inicios, y que nos dejemos distraer por el aluvión de novedades que nos tensionan cada día. Pero, por otra, la necesidad de reforma permanente de la Iglesia es un principio siempre válido. Vale también con respecto al Sínodo: el aprecio a tenerle, la oración por él, los aportes a presentarle. El Sínodo, como otras instituciones eclesiales, puede interesar en la medida en que lo concibamos como instrumento de escucha de lo que las Iglesias del mundo quieran decirse recíprocamente, y, sobre todo, de lo que el Espíritu de Dios quiera decirles a ellas por medio de él.



III. IMPORTANCIA DE ESTE SÍNODO


4.
La Eucaristía, tema del próximo Sínodo, no es un tema teológico entre tantos, ni una simple cuestión litúrgica, o canónica, o pastoral. Es el máximo bien de la Iglesia peregrina: el sacramento de Cristo que, en el momento supremo de su vida y yendo a la muerte por nosotros, se nos da como pan y bebida espiritual para caminar sin desfallecer por esta vida hacia la patria del cielo. Sin este sacramento la Iglesia no existiría, y todo lo que hacemos en ella no tendría sentido. Guardada la proporción, me animo a comparar el próximo Sínodo con el Concilio Vaticano II. Gracias a que éste comenzó por la renovación de la Liturgia, cuya expresión máxima es la Eucaristía, resultó el Concilio que tenemos. Sin la constitución conciliar sobre la Liturgia no habría habido la constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo de hoy. De la misma manera, pienso que la evangelización del nuevo milenio dependerá muchísimo de la celebración eucarística en las comunidades cristianas. Y para ello puede resultar providencial el próximo Sínodo. Algunas razones invocadas para su realización tal vez puedan parecer menores (abusos que se cometen), pero la materia es como un astro arrollador capaz de transformar toda la vida de la Iglesia. Así como las razones que tuvo Juan XXIII para convocar el Concilio fueron desbordadas por su realización, del mismo modo puede acontecer con el próximo Sínodo. Ello dependerá de cuán fiel al Espíritu de Dios sea la Iglesia de esta generación.



IV. INVITACIÓN A ORAR


5.
Para motivar nuestra oración por el Sínodo, es conveniente partir de nuestra incapacidad para entender el misterio de Cristo y de la Eucaristía. Nosotros no somos mejores que los discípulos de Jesús que no entendieron la multiplicación de los panes (cf. Mc 6,52; 8,17-21). Ni que aquellos que saciaron su vientre con el pan y los pescados multiplicados por Jesús, pero no entendieron su significado (cf Jn 6,14-15. 26). Ni que los doce apóstoles que durante la última cena se disputaban la primacía, ajenos a lo que Jesús decía y hacía con la bendición sobre el pan y el vino (cf. Lc 22,24-27). Y hasta podemos asemejarnos a los cristianos de Corinto que reducían la celebración eucarística a una comilona y borrachera egoísta (cf. 1 Co 11,17-22).

Nuestra incapacidad y torpeza, más que deprimirnos, deben llenarnos de humildad y llevarnos a suplicar insistentemente la comprensión de este misterio. Más que por el raciocinio teológico o iniciativas pastorales, ésta se obtiene por el gusto o sabor espiritual que da la oración.

Por eso el Sínodo necesita de mucha plegaria. Y a ella invito a todos.

 

Mons. Carmelo Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia
Fuente: AICA.org con permiso del Sr. Arzobispo