XXIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Lucas 15, 1-32: Del Congreso Eucarístico al Sínodo Pastoral Nacional
Autor: + Mons. Carmelo Juan Giaquinta
Arzobispo emérito de Resistencia, Argentina


Mensaje dominical de Mons. Carmelo Giaquinta, arzobispo de Resistencia
12 de setiembre de 2004 - Vigésimo cuarto domingo durante el año



I. ¿DEL CONGRESO EUCARÍSTICO AL SÍNODO PASTORAL NACIONAL?


1. El domingo pasado concluyó el X° Congreso Eucarístico Nacional. ¿No sería ya tiempo de ir pensando en el próximo, en 2014? Alguien dirá: ¿para qué tan temprano? Así sería si se tratase de una celebración destinada exclusivamente al culto eucarístico público. Para eso basta un par de años de preparación. Pero si se tratase de revisar cada diez años el caminar de la Iglesia argentina, y ver en qué medida la evangelización que realiza enfrenta los desafíos que el mundo le presenta, y todo ello en el marco de una celebración eucarística, dos años de preparación serían escasos.


2. La tradición existente en la Argentina de un Congreso Eucarístico decenal y la iniciativa que se viene afirmando desde la Visita de Juan Pablo II en 1987 de que los Obispos cada diez años propongamos Líneas Pastorales comunes: pareciera que tienden a converger en algo nuevo. Tal vez en una Asamblea o Sínodo Pastoral Nacional, coronado con un Congreso Eucarístico Nacional. El último, si bien tuvo muy presente la situación del País a evangelizar, no se inspiró directamente en las recientes Líneas Pastorales “Navega Mar Adentro”, que actualizan las de 1990, ni tuvo el propósito de proponer directivas pastorales.


3. Si se decidiese la modalidad que sugiero, llevaría a definir mejor varias cosas. En primer lugar, el perfil de los congresistas. Estos deberían ser elegidos en gran medida entre los agentes pastorales más capaces y activos de las diversas Diócesis y entre los cristianos que son observadores atentos de la realidad socio-cultural. Igualmente, los trabajos preparatorios deberían ser muy concienzudos, a la vez que abiertos al enriquecimiento que harían los congresistas. Habría que insistirse, sobre todo, en que el Sínodo-Congreso sería un tiempo de gracia y un llamado a la conversión para que la Iglesia en la Argentina escuche lo que el Espíritu le quiere decir (cf. Ap. 2,11). Y, por lo mismo, habría de insistirse mucho en la oración preparatoria. La coronación de la Asamblea pastoral con un Congreso Eucarístico, le daría un marco litúrgico óptimo. Pues, además de crear un ambiente excepcional de comunión, nos recordaría dos dimensiones del misterio de Cristo que son el fundamento de toda acción pastoral: a) que Jesús, en el momento supremo de su vida, se entregó libremente por amor a nosotros, y se convirtió en pan y bebida espiritual para nuestro caminar por el mundo; b) que hemos de vivir preparados para recibirlo amorosamente cuando él vuelva, y que todo apostolado debe estar orientado a apurar su Venida (cf. 2 Pe 3,11).


4. Todo esto exigiría otro tipo de organización. Tal vez que la Iglesia diocesana que sea sede del “Sínodo-Congreso” se ocupe más del aspecto eucarístico, y que las Iglesias de la Región, o de la Nación, se ocupen más del aspecto pastoral.

Soñar no cuesta nada. Pero es un sueño que suscitó en mí el reciente Congreso Eucarístico. Y antes de que el tiempo lo borre lo consigno por escrito. Dentro de algunos años Obispos más jóvenes quizá juzguen que es un sueño digno de ser realizado y decidan llevarlo a la práctica.



II. ADMIRACIÓN Y GRATITUD A LA IGLESIA DE CORRIENTES
ESTÍMULO PARA LA IGLESIA DE RESISTENCIA


5. Los días vividos en Corrientes durante el Congreso Eucarístico serán inolvidables. En primer lugar, por el clima de comunión y de fraternidad, generado especialmente por la Iglesia anfitriona de Corrientes. Los participantes nos hemos sentido en casa. El clima que se vivía, en particular durante la Misa vespertina de cada día, me llevó a pensar en la Casa definitiva del Cielo y me acicateó a prepararme para ello.

En segundo lugar, por la organización a todos los niveles, de la que participaban innumerables colaboradores, aportando cada uno su granito de arena, y siempre con mucho afecto y eficiencia. Los servidores, los que atendían la liturgia, los del protocolo, los del coro, los seminaristas, etc. Ha habido también numerosos colaboradores chaqueños, unos permaneciendo en el terruño, otros cruzando el puente. No puedo menos de expresar mi admiración y gratitud por todo el trabajo hecho, su organización y sincronización. Y también por la colaboración civil que empalmaba perfectamente con la eclesial.


6. En los años venideros, muy probablemente se le ofrecerá a Resistencia ser la sede de algún evento eclesial de importancia. Tal vez otra visita a la Argentina de éste Papa o del futuro, y se decida que su visita a la Región se realice con una estadía en Resistencia. U otro evento. ¿Se animarán los resistencianos a poner el hombro? Santiago del Estero lo hizo en 1994. Corrientes lo hizo ya por dos veces: en 1987, con la visita del Papa, y en 2004, con el reciente Congreso. Ambas Iglesias vecinas lo han hecho de manera ejemplar. ¿Por qué no habríamos de ser capaces los chaqueños? Pero todo habrá de hacerse de manera que ese esfuerzo extraordinario brote del esfuerzo cotidiano por evangelizar y lo impulse a una renovación profunda. Lo extraordinario en la acción pastoral no debe ser como un impulso espasmódico, sin mucha relación con lo anterior y lo posterior, sino como el salto que se da en una carrera, que le ayude a sortear dificultades y dar un renovado impulso hacia delante.


7. Y volviendo a la gratitud: aprovecho esta ocasión para expresar una vez más mi admiración y gratitud a la familia correntina por el aporte que hizo a la evangelización del Chaco. Con esto no niego el aporte de la familia cristiana de otros orígenes: paraguayo, santafesino, friulano, etc. Pero siento que me corresponde destacar el aporte que la familia correntina, humilde y trabajadora, hizo a la evangelización del Chaco, porque se lo da por supuesto y se lo menciona menos. Y esto es otra lección que me queda del Congreso Eucarístico Nacional. ¿Qué sería de la evangelización sin el esfuerzo cotidiano, callado de todo el pueblo de Dios, en especial de sus miembros más humildes, por trasmitir la fe a sus hijos y por ejercitar la caridad con los que sufren?

 

Mons. Carmelo Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia
Fuente: AICA.org con permiso del Sr. Arzobispo