XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Lucas 14, 25-33: Culminación del X Congreso Eucarístico Nacional
Autor: + Mons. Carmelo Juan Giaquinta
Arzobispo emérito de Resistencia, Argentina


Mensaje dominical de Mons. Carmelo Giaquinta, arzobispo de Resistencia
5 de setiembre de 2004 - Vigésimo tercer domingo durante el año



I. CULMINACIÓN DEL X CONGRESO EUCARÍSTICO NACIONAL


1. Hoy culmina en Corrientes el X Congreso Eucarístico Nacional. He venido refiriéndome a él desde el domingo de Corpus Christi (13 junio). Escribo “culmina” porque, si bien el Congreso concluye en su exterioridad, su materia es inagotable, y ésta nunca puede concluir. De la Eucaristía vale lo que el evangelista San Juan escribió de las demás obras de Jesús: “Si se las relatara detalladamente, pienso que no bastaría todo el mundo para contener los libros que se escribirían” (Jn 21,25).

A esto se suma que el Sínodo de los Obispos prepara su XI Asamblea Ordinaria para octubre de 2005, sobre el tema “La Eucaristía, fuente y cumbre de la vida y misión de la Iglesia”. A lo cual sucederá la exhortación apostólica postsinodal sobre el mismo tema. De esta manera, la Eucaristía permanecerá explícitamente en el primer plano de la conciencia de la Iglesia argentina durante mucho tiempo. Es ésta una circunstancia que los pastores y catequistas, junto con todos los cristianos, deberemos aprovechar con sabiduría.



II. “JESÚS AUTOR DE NUESTRO COMPROMISO CIUDADANO”
PRIMER FRUTO DEL CONGRESO


2. Por caminos impensados, la situación desastrosa de nuestra Patria se ha colado en la oración preparatoria del Congreso Eucarístico, y hemos rezado cientos de miles de veces, y tal vez millones, que éste “nos devuelva a Jesús como autor de nuestra fe y de nuestro compromiso ciudadano”. La fe cristiana, que supera ampliamente este compromiso, carece de este fruto en la mayoría de los cristianos argentinos. Y de rebote en nuestra Patria hay escasa conciencia de que somos ciudadanos corresponsables del bien común. Nos paremos más a una nación feudalizada en miles de grupos de intereses contrapuestos, que no a una Patria de hermanos en la que nuestros hijos puedan crecer sanos de cuerpo y de espíritu.

Podemos pensar con razón que, con ocasión del Congreso, la necesidad del compromiso ciudadano se haya abierto camino en la conciencia de muchos cristianos. Y que cultivado con esmero puede redundar en una conciencia ciudadana nueva, con la que todos los argentinos nos hagamos cargo de todos.



III. “PROCLAMAR LA MUERTE DEL SEÑOR”
SEGUNDO FRUTO DEL CONGRESO


3. Aunque parezca de Perogrullo, confío que el Congreso Eucarístico y el próximo Sínodo de los Obispos pongan en evidencia lo que es fundamental de la celebración de la Eucaristía. Como decía el apóstol San Pablo, esto consiste en “proclamar la muerte del Señor hasta que él vuelva” (1 Co 11,26).

En la celebración dominical, podríamos desvivirnos por miles de aspectos relativos a la Eucaristía: que es una fiesta, que es un convite, que es comida espiritual, que es un compartir, que es una reunión de hermanos, etc. Pero si olvidásemos, o relegásemos al segundo plano, que es la celebración del memorial o sacramento de Jesucristo que aceptó ir a la muerte por amor a nosotros, no sería una celebración eucarística cristiana. Para una celebración eucarística veraz es fundamental volver siempre a los gestos y palabras de Jesús: “Tomó el pan, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: ‘Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía’. Después de la cena hizo lo mismo con la copa, diciendo: ‘Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi Sangre, que se derrama por ustedes” (Lc 22,19-20).

Esto es lo que debe brillar ante los ojos de los fieles que participan de la Eucaristía y de los catecúmenos que son iniciados en ella. Incluso, todas las prácticas eucarísticas fuera de la celebración eucarística deben inspirarse en los gestos y palabras de Jesús. Así la adoración al Santísimo Sacramento, las visitas al Santísimo, la procesión del Corpus Christi. La misma teología de la Eucaristía debe inspirarse permanentemente en esos gestos y palabras.



IV. ANUNCIAR LA VUELTA DEL SEÑOR
TERCER FRUTO DEL CONGRESO


4. Hay un elemento más a tener en cuenta para una celebración eucarística auténtica: esperar con amor la vuelta del Señor. El apóstol San Pablo lo enseñó con claridad: “Y así siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que él vuelva” 8 1 Co 11,26). Mientras los cristianos de Corinto se ensimismaban en una celebración eucarística egoísta e inmediatista, en la que cada uno comía su propia comida y hasta se emborrachaba, el apóstol traza el horizonte amplio y maravilloso en el que se celebra la verdadera Eucaristía: la vuelta del Señor, y, por tanto, su espera amorosa.


5. Este aspecto es fundamental en el mensaje de Jesús. Así como no se entiende su Evangelio sin su Muerte y su Resurrección, tampoco se lo entiende sin su Vuelta definitiva. Lo profesamos en el Credo: “Y de nuevo vendrá con gloria a juzgar a vivos y muertos”. Lo decimos durante la celebración eucarística: “Anunciamos tu muerte, Señor, proclamamos tu Resurrección, hasta que vuelvas”. Pero ¿lo creemos?

Los católicos nos sonreímos cuando otros cristianos le ponen fecha a la vuelta de Jesús. Pero el anuncio de su vuelta está tan poco presente en la predicación y catequesis católica contemporánea que me pregunto si esos cristianos no tendrían motivo para burlarse de nosotros. Porque si no viviésemos esperando la vuelta del Señor no seríamos cristianos.


6. Aunque parezca contradictorio, el futuro del “compromiso ciudadano” de los cristianos argentinos mucho depende de cuán viva sea la fe en la vuelta definitiva del Señor ansiada durante la celebración eucarística. Si el Señor que vuelve no sostuviese nuestros esfuerzos por construir aquí abajo una patria de hermanos, pronto nos fatigaremos, y arrinconaremos ese ideal entre los trastos viejos.

 

Mons. Carmelo Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia
Fuente: AICA.org con permiso del Sr. Arzobispo