XXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Lucas 13, 22-30: La preparación de la Pascua
Autor: + Mons. Carmelo Juan Giaquinta
Arzobispo emérito de Resistencia, Argentina


Mensaje dominical de Mons. Carmelo Giaquinta, arzobispo de Resistencia
29 de agosto de 2004 - Vigésimo segundo domingo durante el año



I. LA PREPARACIÓN DE LA PASCUA


1. En toda tarea humana hay un momento de preparación. Y tanto de las cosas necesarias, como del estado del ánimo y del cuerpo con que uno va a realizar determinada actividad. Se prepara el mate para cebarlo. El coche, para salir. El quirófano, para una operación. Se prepara el equipo para jugar un campeonato concentrándose en un lugar. Los atletas que están compitiendo en los juegos olímpicos de Atenas se preparan con esmero. Todo se prepara. También la comida. Y más si se trata de un banquete.


2. No es de extrañar que los judíos diesen importancia a la preparación del sábado. Y mucho más a la de la Pascua. Ni es de extrañar que Jesús y sus discípulos hiciesen lo mismo: “Llegó el día de los Ácimos, en el que se debía inmolar la víctima pascual. Jesús envió a Pedro y a Juan, diciéndoles: ‘Vayan a prepararnos lo necesario para la comida pascual’. Ellos le preguntaron: ‘¿Dónde quieres que la preparemos?’ Los discípulos partieron, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua” (Lc 22,7-9.13). Los Evangelios dicen que el día anterior se lo llamaba “de la Preparación”.


3. Pero ninguna fiesta religiosa, ni siquiera la Pascua, tiene sentido en sí misma. Lo adquiere del acontecimiento que celebra. En éstas siempre se celebra la visita del Señor. Y es ésta que hay que preparar. Así Juan Bautista es presentado como la voz que grita en el desierto para “preparar el Camino del Señor... Entonces todos los hombres verán la Salvación de Dios” (Lc 3,3-6). Un día cada uno recibirá la visita definitiva de Dios. Y ojalá que ese día estemos preparados: “Ustedes estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada” (Lc 12,40). También un día, cuando el Señor vuelva, se consumará la historia humana. Y como dice la parábola de las diez jóvenes que esperan al esposo, las que estén preparadas entrarán al banquete nupcial, mientras que las otras serán excluidas (Mt 25,10).



II. PREPARAR Y COMPRENDER LA MISA DOMINICAL


4. A la luz de lo dicho, es normal que se prepare la Misa dominical, lo mismo que toda otra celebración litúrgica. La preparación ha de ser integral. Algunos elementos son exteriores: la limpieza del templo, la disposición de los ornamentos y vasos sagrados, el repique de las campanas, la sincronización de las luces y de los micrófonos. Otros elementos, aunque exteriores, inducen más directamente a la preparación interior, pues hacen a la comprensión de la liturgia: la composición del guión, la selección de los cantos, la ubicación de los músicos, la designación de los lectores, de los ministros de la sagrada Comunión y de los que han de hacer la colecta. Otros son típicamente interiores, pues hacen directamente a la comprensión cordial de la liturgia y a la participación activa en ella.


5. Para ello es preciso fomentar una comprensión profunda del misterio de la Santa Misa. Y esto tanto en el que preside la celebración, como en todos los participantes. La Misa es la celebración de la muerte del Señor hasta que él vuelva, en la que Cristo nos ofrece su cuerpo y su sangre como pan y bebida espiritual a nosotros que peregrinamos por este mundo hacia la patria eterna. Para la comprensión y digna realización del misterio de la Santa Misa es preciso tener presente lo que Jesús hizo y dijo en la última cena: “Tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía’. Después de la cena hizo lo mismo con la copa, diciendo: ‘Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi sangre, que se derrama por ustedes” (Lc 22,19-20). Si se olvidase esto, podría hacerse una celebración interesante y participativa, pero no sería la Cena del Señor.


6. El espíritu y estructura de la Santa Misa forman una arquitectura armoniosa, en la que deben ser respetados todos sus elementos. Si se exagera uno, se dañan automáticamente los otros. Y perece el conjunto. Así, si se enfatiza demasiado la muerte de Cristo, se la puede convertir en un velorio. No hemos de olvidar que si bien celebramos a Cristo que va a la muerte por nosotros, éste ha resucitado para siempre. Si se exagera la celebración, podemos convertirla en una fiesta de cumpleaños. Si se exagera el aspecto de comida y de bebida podemos caer en el extremo de los cristianos de Corinto que hacían una comilona e incluso se emborrachaban. Si se exagera el pan consagrado, se la puede reducir a la santa ostia como elemento sagrado de consumo individual al margen de la celebración comunitaria. Si se exagera la peregrinación por este mundo, podemos hacer de la Misa un planteo sociopolítico. Si se exagera la patria del cielo, hacemos una bella e inservible alineación.



III. CRISIS LITÚRGICA Y CREATIVIDAD


7. La Liturgia católica, después de producir su más bella flor en el Concilio con la reforma que dispuso, conoce ya un largo período de declinación. Y ello, por desconocimiento de la reforma conciliar. Se vuelve al “barroquismo” que le había quitado diafanidad. Y no que ello fuese culpa del barroco del siglo XVI, porque el “barroquismo litúrgico” venía desde la época carolingia. Uno de los equívocos de hoy es en torno a la creatividad en la liturgia. Se la entiende como obrar desde afuera de ella. Agregarle elementos que la hagan interesante, amena, divertida. La creatividad litúrgica es muy diferente. Es análoga a la del director de orquesta. Cuando éste es un verdadero maestro, recrea primero adentro suyo la pieza que ejecuta identificándose profundamente con el creador de la ópera. Desde esa recreación interior, agrega quizá luego algún instrumento o adopta un ritmo un tanto nuevo. Todos reconocen la pieza, la sienten recreada, la gozan y aplauden a morir. Lo mismo hace el liturgo creativo. Uniéndose íntimamente a Cristo en la Cena, recrea primero interiormente la Santa Misa. Y quizá adopta luego alguno de los modos o tropos previstos por la liturgia.

 

Mons. Carmelo Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia
Fuente: AICA.org con permiso del Sr. Arzobispo