Solemnidad: La Asunción de la Santísima Virgen María.

Misa vespertina de la Vigilia

San Lucas 1,39-56: "No te alcanza la pena debida por el pecado, porque la muerte ha sido derrotada; y, como vencedora por tu Hijo, eres llevada en cuerpo y alma al cielo"

Autor: Basada en el Catecismo de la Iglesia Católica

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse

 

 

Ap (1,19; 12,1.3-6.10) "Una mujer cubierta de sol, la luna debajo de sus pies, y en su cabeza una corona de doce estrellas".
1 (Cor 15,20-26) "Así como en Adán mueren todos, así también todos serán vivificados en Cristo".
Lc (1,39-56) "Ha hecho cosas grandes en Mí, el que es Poderoso".

Homilía basada en el Catecismo de la Iglesia Católica


"No te alcanza la pena debida por el pecado, porque la muerte ha sido derrotada; y, como vencedora por tu Hijo, eres llevada en cuerpo y alma al cielo"

1 Cro, 15,3-4.15-16; 16,1-2: "Metieron el arca de Dios y la instalaron en el centro de la tienda que David le había preparado"
Sal 131,6-7.9-10.13-14: "Levántate, Señor, ven a tu mansión; ven con el arca de tu poder"
1 Co 15,54-57: "Nos da la victoria por Jesucristo"
Lc 11,27-28: "Dichoso el vientre que te llevó"

San Pablo, recordando a Isaías y Oseas, ensalza la derrota de la muerte, ya que ambos profetas habían anunciado la restauración mesiánica; el apóstol ve en esta derrota de la muerte la realización de aquellas promesas. Las palabras de desafío a la muerte y a sus "acompañantes" son una muestra más de la confianza que ha generado en san Pablo la victoria de Jesucristo.

Jesús ofrece las señales de la verdadera santidad: "Los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen". María es bienaventurada sobre todo porque escucha la Palabra, la pondera y medita en su corazón.

A quien tiene del hombre una visión tan corta que todo su horizonte se acaba con la muerte "negadora de todo", es grato ofrecerle una perspectiva que trascienda esta vida y la presente un futuro sin límites. Hay antropologías que estrechan las fronteras del hombre reduciéndolas a un callejón sin salida. Se supone que intentan dar respuesta a sus interrogantes, el resultado es la nada y la muerte como inapelable final definitivo.

"El papel de María con relación a la Iglesia es inseparable de su unión con Cristo, deriva directamente de ella. «Esta unión de la Madre con el Hijo en la obra de la salvación se manifiesta desde el momento de la concepción virginal de Cristo hasta su muerte» (LG 57). Se manifiesta particularmente en la hora de su pasión. La Bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz. Allí, por voluntad de Dios, estuvo de pie, sufrió intensamente con su Hijo y se unió a su sacrificio con corazón de Madre que, llena de amor, daba su consentimiento a la inmolación de su Hijo como víctima. Finalmente, Jesucristo, agonizando en la cruz, la dio como madre al discípulo con estas palabras: «Mujer, ahí tienes a tu hijo» (Jn 19,26-27)" (LG 58) (964; cf. 963).

María, figura de la Iglesia:
"María es la orante perfecta, figura de la Iglesia. Cuando le rezamos, nos adherimos con ella al designio del Padre, que envía a su Hijo para salvar a todos los hombres. Como el discípulo amado, acogemos a la madre de Jesús, hecha madre de todos los vivientes. Podemos orar con ella y a ella. La oración de la Iglesia está sostenida por la oración de María. Le está unida en la esperanza" (2679; cf. 2675).

"Hoy envió nuestra tierra al cielo un precioso regalo, para que, dando y recibiendo, se unan en trato feliz de amistades lo humano y lo divino, lo terreno y lo celestial, lo ínfimo y lo sumo. Porque allá subió el fruto sublime de la tierra, de donde descienden las preciosísimas dádivas y los dones perfectos. Subiendo pues, a lo alto, la Virgen Bienaventurada, nos dará también dones a nosotros los hombres. Y, ¿ cómo no? Ni le falta poder ni voluntad. Reina de los cielos es, misericordia es, Madre es, en fin del Hijo Unigénito de Dios" (San Bernardo, In Assump. serm 1).

El Dios que no deja que sus fieles conozcan la corrupción, llevó en cuerpo y alma a la gloria a la que fue siempre fiel y modelo de fidelidad.