XXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

San Lucas 14, 1.7-14.

Las otras listas de bodas

Autor: Padre César Tomás Tomás



Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 14, 1.7-14.

Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando.
Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola:
«Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro y te dirá:
"Cédele el puesto a éste."
Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.
Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga:
"Amigo, sube más arriba."
Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.
Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»
Y dijo al que lo había invitado:
«Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado.
Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos.»



LAS OTRAS LISTAS DE BODA

Terminábamos de comer y después de rezar, los más ligeros salíamos corriendo para jugar los primeros al ping pong o al tenis. Pero, amigo, allí estaba D. Guillermo o cualquier otro educador que nos mandaban esperar hasta que llegara el último… y después del último nos tocaba a los que nos habíamos hecho los ‘listillos’. Con este gesto aprendíamos ya, desde niños, en el Seminario que salir corriendo para ser los primeros denotaba una falta de educación y de caridad para con los otros y que si todos hubieran hecho lo que nosotros, más que una salida del comedor aquello resultaría una estampida.

Recuerdos de mi niñez en el seminario; agradecimiento a todos mis educadores y a mis padres que me transmitieron la fe. Menos mal que a lo largo de nuestra vida los valores evangélicos se han marcado en nuestro corazón para que los podamos poner en práctica (si queremos) como un don de Dios que nos hace felices de verdad. Es una gracia muy grande el hecho de poder llevar a la práctica lo que nos enseña el evangelio de hoy: elegir el último lugar: “Cuando te conviden a una boda no te sientes en el puesto principal… al revés, vete a sentarte en el último puesto…”. Sin la ayuda de Dios es imposible.

Yo creo que el camino para llegar hasta ahí es empezar poco a poco: eliminar el deseo de ser el centro de todo; combatir la necesidad compulsiva de que se nos alabe todo lo que hacemos; buscar gratificaciones y reconocimientos públicos y privados de los favores o ayudas que hacemos… Y aunque esto sea empezar poco a poco, cuesta lo indecible en muchas ocasiones. ¿A que sí? Lo cierto es que cuando uno vive como nos aconseja el evangelio de hoy, se siente completamente libre, sin ataduras ni dependencias de personas o de cosas.

Cuando ansiamos primeros lugares por encima de los demás (casi siempre por egoísmo, por codicia o por aspiraciones para contrarrestar complejos del pasado) nunca nos sentimos satisfechos y caemos como en las garras del vacío insaciable que nos encierra en nosotros mismos y nuestro ‘yo superficial’ nos pone como una careta de estupidez que nos va alejando de los demás.

Respecto a esto constatamos cómo se las ingenia el Maligno para que hagamos el ridículo y todos se den cuenta menos el que lo hace. Me refiero a lo que se nota cuando aparentamos ser lo que no somos para que la gente nos tenga más aprecio o consideración; cuando presumimos ante los demás se nota enseguida que estamos alardeando de algo que no tenemos y que el refrán: “dime de lo que presumes y te diré de lo que careces”, se hace verdad.

La otra enseñanza que Jesús resalta hoy es ‘el más difícil todavía’. Nos dice que no invitemos a los que nos pueden corresponder sino que nuestras invitaciones, nuestros favores, ayudas y regalos sean para los que nunca nos podrán corresponder o pagar: “dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos”.

Cuando vemos en la actualidad, por ejemplo, que las invitaciones de bodas o de primeras comuniones (¡qué lástima!) son una inversión para que los invitados regalen dinero y cumplan con las listas de boda, resulta difícil entender esta buena noticia del Señor respecto a la gratuidad y al anonimato con los pobres, cojos, lisiados, damnificados del Perú y resto de la enumeración del evangelio de hoy. Nuestro punto de mira lo tenemos que poner aquí. No nos valen excusas de que esto no hay quien lo haga. Todos conocemos personas a nuestro alrededor que viven con gran generosidad en su vida y, si nos damos cuenta, pertenecen al grupo de las personas libres, sin ataduras: liberadas hasta del dinero.

Quien más quien menos al leer el Evangelio de hoy se queda pensando un ratito y dándole vueltas a su cabeza y a su corazón: ¿Cuáles son mis aspiraciones? ¿Soy de los que salen corriendo a los primeros puestos aunque esto lleve incluido chafar a los demás? ¿A quién invito y regalo? Los pobres, los cojos, los lisiados, los marginados que enumera hoy el Señor… ¿tienen algo que ver conmigo?